Caso Pujol
«Es muy crítico con Mas. Nunca pensó que CDC desaparecería»
El ex president vive recluido desde que confesó tener dinero en Andorra
Recluido, con serios problemas de salud, rodeado por su férreo núcleo familiar, dolido con su antiguo partido y muy crítico con Artur Mas. Así es el estado de ánimo de Jordi Pujol, cuando se cumple exactamente un año de su impactante confesión como evasor fiscal y poseedor de cuentas en Andorra. Un «mea culpa» que convulsionó la política catalana y rompió en pedazos el prestigio del hombre que acumuló un poder enorme, sin precedentes, en Cataluña. «Está muy tocado, estupefacto por todo lo que ve y es muy crítico con Artur Mas», aseguran fuentes de su entorno. Las imágenes hablan por sí solas: el antaño todopoderoso presidente de La Generalitat es hoy un anciano de ochenta y cuatro años, apegado a sus recuerdos, con la única compañía de su esposa, Marta Ferrusola, a punto de refugiarse en el corazón de los Pirineos, dónde la familia posee varias residencias.
La desgracia no ha cesado en este año «horríbili». Aquel 26 de julio de 2014, Pujol desvelaba su dinero oculto en Andorra con el único propósito de salvar a sus hijos. Su avanzada edad y el consejo de sus abogados así lo demandaron. Aquel día, el antaño «honorable president» vivió también el dolor de un gran amigo: su antiguo consejero y hombre fuerte en La Generalitat, Macíá Alavedra, acababa de perder a su esposa, la conocida pintora Doris Malfeito. Fue un golpe duro para el matrimonio Pujol, casi similar al ahora padecido: la detención de varios miembros de la familia Sumarroca, cuyo patriarca, Carles, fue íntimo del ex presidente, fundador de Convergencia y uno de los hombres más influyentes de Cataluña.
La sombra de corrupción escomo una guadaña que no deja respirar a Pujol. «Está desecho» admiten personas de su círculo familiar.
A lo largo de este año, las desventuras han sido muchas. Las comparecencias en el Parlamento de Cataluña le han afectado profundamente. Pujol sacó pecho, gritó, regañó y amonestó los diputados el día de su declaración, pero la procesión ha ido por dentro. «Mucho más que la suya, le dolió la comparecencia de su mujer y sus hijos», afirman sus allegados. En todo este tiempo, su salud se ha deteriorado, en especial su sordera y algunos problemas de movilidad. «Hace muchas preguntas sin esperar respuesta», explican personas que le han visitado. Muy pocas, a excepción de su familia. Entre ellos, sus dos grandes amigos y colaboradores, Macíá Alavedra y Luis Prenafeta, que han vivido en sus carnes la culpa y el aislamiento de la corrupción. Ambos han sido los únicos en visitarle asiduamente en su casa barcelonesa de General Mitre, reiterarle su amistad y proclamar que Jordi Pujol ha sido un gran presidente de Cataluña. Otro asunto que le afectó inmensamente fue la entrada policial en casa de su hijo menor, Oleguer.
En el terreno personal, los íntimos de Pujol confirman sus problemas de salud en este negro año. Al parecer, el ex presidente ha viajado en varias ocasiones a una clínica alemana para someterse a un tratamiento auditivo. Pujol conoce muy bien Alemania, habla perfectamente su lengua que aprendió en el Colegio Alemán de Barcelona y siempre admiró este país. De igual modo, según su entorno, ha seguido una terapia de rehabilitación motora en un centro especializado, dado que últimamente tenía algunos problemas de movilidad. Pero lo que le ha tenido auténticamente enojado es el espectáculo de la política catalana. «No le duele lo físico, sino lo político», aseguran en su círculo familiar. El ex presidente nunca pudo pensar, ni siquiera imaginar, el deterioro del partido que él fundó y la fragilidad de un Artur Mas en manos de Esquerra Republicana, la calle y la izquierda radical, añaden.
En este sentido, Pujol y su familia son muy críticos con Artur Mas y Convergencia, a quienes acusan de «tibieza» ante las duras acusaciones que les han salpicado. La humillación de las comparecencias parlamentarias, la escasa defensa de su gestión y la entrega de CDC a otras organizaciones son muy criticadas por el clan. «Jamás pudo pensar que la marca de Convergencia desaparecería», afirman. Particularmente acerada es la implacable Marta Ferrusola, la dama de hierro de la familia, que no se ha parado en barras. Quienes han hablado con ella en los últimos días han escuchado palabras gruesas hacia los actuales dirigentes de Convergencia y, en especial hacia el sucesor de su marido. «Que Mas aguante su vela», les dijo hace unos días a un grupo de íntimos que la visitaron, La «Dona» no oculta su enfado hacia quienes considera unos traidores. «Le deben todo y ahora que lo paguen», asegura tajante.
Un año después, en el ocaso de su vida política, Pujol y su familia se resisten y defienden contra todos. El ex presidente creyó que aquella confesión marcaría un antes y un después, pero no fue así. «Ha vivido un calvario, pero sobre todo en lo político», dicen en la familia. El hombre que fundó un imperio de influencias, ve ahora cómo se derrumba su obra. Tal vez, el único consuelo que le queda es que sus «hijos» políticos tampoco pueden cantar victoria. En palabras de Marta Ferrusola, «Ya lo pagarán».
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