
Política
España, siempre a rebufo
Las aduanas comerciales de Ceuta y Melilla siguen sin estar en la práctica operativas por mor de las trabas marroquíes

Todo lo sustancial en las relaciones hispano-marroquíes de los últimos siete años –agenda, ritmos, escenarios, narrativas y hasta estilo– ha venido marcado, cuando no dictado, desde Rabat. Del cierre unilateral de la aduana de Melilla en el verano de 2018 y la clausura de las fronteras terrestres en el inicio de la pandemia hasta la iniciativa de la carta de Sánchez a Mohamed VI –redactada por Google Translator a partir del original en francés– en apoyo de la propuesta de autonomía para el Sáhara Occidental pasando por las hojas de ruta pactadas en las cumbres de Rabat y Madrid. España, siempre a rebufo de sus vecinos del sur, que han dado muestras de disponer de una maquinaria diplomática mucho mejor engrasada y con estrategias nítidas.
La última gran crisis bilateral sólo comenzó a gestarse con la ofuscación de Marruecos por el «inmovilismo» del Gobierno tras el reconocimiento de Trump a su soberanía sobre la excolonia española y el respaldo del entonces vicepresidente Iglesias a la autodeterminación saharaui y acabó por alcanzar niveles de catástrofe con el descubrimiento del ingreso hospitalario en Logroño del líder del Frente Polisario. Y Rabat se encargó de dejar clara su indignación con el incidente fronterizo de Ceuta en mayo de 2021 y otras formas de presión.
Sólo la ya misiva de Sánchez al soberano alauí con el histórico viraje español en el Sáhara logró aplacar los ánimos en Rabat, y apenas unas líneas de texto difundidas por el Palacio Real marroquí en marzo de 2022 bastaron para poner fin a la crisis más agria y abrir de repente la «mejor etapa de la historia» de las relaciones. Desde entonces, y durante los más de tres años y medio transcurridos, España ha dejado claro que su prioridad ha sido siempre no importunar a Marruecos de ningún modo.
La RAN ha vuelto a dejar constancia de la superioridad de Marruecos frente a un socio integrado desde hace más de cuatro décadas en la OTAN, la UE y con una renta por habitante casi diez veces superior. Si en la Declaración Conjunta de 2022 España fue incapaz de lograr de sus vecinos un reconocimiento explícito a su soberanía sobre Ceuta y Melilla tras el histórico respaldo del anterior gobierno de Pedro Sánchez a Marruecos en el Sáhara, en el texto aprobado ayer en Madrid las partes no pasaban de un vago respaldo a «los principios de soberanía nacional e integridad territorial y la protección de los derechos humanos».
Mención aparte merece el culebrón de las aduanas comerciales de Ceuta y Melilla, que ayer escribió un nuevo capítulo propio ya del humor negro. No sólo casi un año después de su inauguración oficial –que acababa por producirse más de dos años y medio después de que el Ejecutivo español avanzara en Rabat la reapertura de la melillense y la creación de una nueva en Ceuta– las instalaciones siguen sin estar en la práctica operativas por mor de las trabas marroquíes, sino que en la Declaración suscrita en la Moncloa ambas administraciones «se felicitan por la aplicación, en un marco concertado, del punto 3 de la Hoja de ruta bilateral adoptada en abril de 2022».
Teniendo en cuenta lo ocurrido, la preocupación en Ceuta y Melilla y Canarias –delimitación de las aguas territoriales y gestión del espacio aéreo, entre otras cuestiones– ante el temor de que Rabat imponga su voluntad en sus próximas reclamaciones ante un gobierno temeroso y vulnerable está plenamente justificada. El estilo Marruecos también impregnó, en fin, la puesta en escena de la convocatoria, sólo anunciada con seis días de anticipación, de marcado perfil bajo y celebrada a puerta cerrada, sin rueda de prensa ni preguntas.
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