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Guerra de guerrillas

Cospedal y Santamaría llegan con sus equipos «exhaustos» tras un enfrentamiento de años.

Guerra de guerrillas
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Cospedal y Santamaría llegan con sus equipos «exhaustos» tras un enfrentamiento de años.

Tras el adiós de Rajoy, el PP va a ser inevitablemente un hervidero en las próximas semanas. El ex presidente es consciente de que se ha terminado una etapa y deja espacio para que se consolide un sucesor con una transición rápida y sin hipotecas. Condiciones le sobran al favorito, Alberto Núñez Feijóo, para tomar las riendas con claridad y contundencia para lograr la recuperación del partido.

El presidente de la Xunta de Galicia es visto como la opción viable y potente. Sus tres mayorías absolutas en Galicia le avalan. Su gestión le ha aportado un currículum político de la mayor relevancia. En un escenario tan voluble nada puede darse por sentado, pero deberá aguantar una travesía del desierto muy cuesta arriba, con Albert Rivera y Cs dando batalla, y Pedro Sánchez al frente de un gabinete presto a usar a pleno rendimiento todos los resortes del poder al servicio del PSOE.

Y para colmo de males, el nuevo líder deberá mostrar «piel de rinoceronte» ante un inexorable laberinto judicial difícil de esquivar. Pese a todo ello, el discurso moderno de Feijóo ya ha demostrado ser capaz de derrotar al PSOE cada vez que se han enfrentado en las urnas, y en las últimas elecciones gallegas, y esto ahora cobra mayor relevancia, frenó a Ciudadanos casi sin dejarlo despegar.

Núñez Feijóo es el dirigente del PP que mayor consenso concita en la familia popular. Pocos discuten que es el sucesor natural. En cuanto a las dos supuestas rivales que han aparecido a su lado en las quinielas, Soraya Sáenz de Santamaría y María Dolores de Cospedal –tan ligadas a Rajoy en su última etapa política– nadie duda de que colaborarán para que la transición que ahora se inicia sea un camino sin obstáculos hasta el desembarco del hoy presidente regional del PP gallego en la séptima planta de Génova 13. Sáenz de Santamaría porque, desposeída de la influencia que le otorgaba la vicepresidencia del Gobierno, tiene escaso poder territorial. Y la secretaria general del PP porque defiende con firmeza que Feijóo es quien mejor representa el futuro inmediato de la formación por la que se ha partido la cara como número dos los últimos diez años. Además, los equipos de ambas han mantenido una «guerra de guerrillas» continua por preservar sus territorios que los mantiene exhaustos. Asimismo, el PP es la pura historia de la cultura del consenso, más que de la competencia entre distintos aspirantes, en sus congresos nacionales.

El control de daños obliga a una regeneración, un pasar página del pasado con generosidad y con aguante e iniciativa suficientes para desbaratar los frentes anti-PP. E, igualmente importante, capaz de repensar y renovar la ilusión por el proyecto del centro derecha. El debate ideológico debe ser tomado en serio de una vez, más aún cuando la fragmentación política exige de todos los partidos emplearse a fondo para atraer a sus votantes. Todo ello debe ser tenido en cuenta ante el próximo Congreso Nacional, al objeto de recuperar la credibilidad ante la ciudadanía y afrontar con garantías de éxito la vuelta a La Moncloa.

Rajoy se va con grandeza. Deja detrás de sí unas siglas en estado de depresión, así es, pero el PP tiene la oportunidad de volver a consolidarse como el partido fuerte y eficaz que siempre ha sido. Núñez Feijóo aparece por el horizonte con la tarea de aglutinar de nuevo al centro derecha. El líder gallego quiere y puede. De aquí hasta julio deberá afrontar los cambios personales y políticos que le exigirán sus nuevos compromisos.

Los últimos días le han servido para dar rienda suelta a sus emociones. Con lágrimas en los ojos, abandonó La Moncloa para regresar al domicilio familiar. Ese día se fue a la cama teniendo medio claro que ya no podría, ni debía, seguir conduciendo la organización. «Creíamos tener atada la legislatura con los presupuestos y nos han arrojado a los infiernos», sintetizan desde su formación. En cuestión de días, pasaron de paladear las mieles del poder a perderlo de forma rotunda. Nunca unas siglas habían sufrido un golpe de estas proporciones.

La neutralidad será, a partir de ahora, la divisa de Rajoy, aun cuando es posible e incluso probable que se desaten varios pulsos internos destinados a medir las fuerzas.