Andalucía

Guerra por la sucesión en el PP: ¿Y si Rajoy sí se presenta a la reelección?

El G-8 sigue activo para bloquear a Santamaría. Ex ministros retirados y quienes están en primera línea política han empezado la guerra por la sucesión, aunque el presidente guarda silencio.

Rajoy, ayer se hace una foto con un grupo de simpatizantes en Canarias hasta donde se desplazó para un acto del PP
Rajoy, ayer se hace una foto con un grupo de simpatizantes en Canarias hasta donde se desplazó para un acto del PPlarazon

El G-8 sigue activo para bloquear a Santamaría. Ex ministros retirados y quienes están en primera línea política han empezado la guerra por la sucesión, aunque el presidente guarda silencio.

La política es muy ciclotímica. Los estados de opinión dentro de los partidos cambian de blanco a negro sólo por sondeos o previsiones y conjeturas instaladas en el clima de opinión pública. En el PP tocan de momento bastos. Las filas populares han virado a un estado de controlado pesimismo por mucho que la dirección popular intente combatirlo con sus argumentarios oficiales. Aquellos que se examinan en las urnas en poco más de un año y medio, y se juegan su puesto de trabajo y sus cargos públicos y hasta orgánicos en el partido, llevan meses moviéndose para ver si Génova reacciona y les cubre mejor las espaldas. O eso es lo que creen que necesitan. Y esta olla a presión está animando la guerra por la supuesta sucesión de Mariano Rajoy para las siguientes elecciones generales.

Hasta hace unos meses no había apenas debate sobre esta cuestión. Aquellos que están en el día a día más cerca del presidente del Gobierno no dejaban ninguna duda sobre que Rajoy volvería a ser el candidato. Y ésta también era la sensación entre los dirigentes territoriales. La situación no ha cambiado objetivamente. En la medida en que Rajoy sigue guardando silencio, y la última vez que le preguntaron por ello, en una entrevista en Onda Cero, introdujo algún matiz a la seguridad exhibida en ocasiones anteriores, pero no como para dar por hecho que ha tomado decisión al respecto, ni en una dirección ni en otra. Pero las sensaciones dentro del PP sí se han modificado, y esto está haciendo que quienes están en la pelea por la sucesión o por impedir que el sucesor sea un candidato, candidata, en concreto, están reactivándose.

Aunque ya no se hable del G-8, aquel grupo de ministros unidos por sus afinidades y su campaña contra la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, sigue en activo. La buena relación entre ellos, ya fuera del Gobierno muchos de ellos, hace que continúen con sus reuniones. Muy recientemente quedaron para almorzar juntos. Y siguen estando unidos con la misma estrategia, torpedear una hipotética candidatura de Sáenz de Santamaría a La Moncloa, si Rajoy diera un paso atrás. Desde ese grupo se escucha la amenaza de que abandonarían incluso el partido si ésta fuera la decisión del jefe del Ejecutivo. Todo en el terreno de los futuribles, pero por si acaso los movimientos se tejen entre bambalinas, alianzas en una batalla por el poder que en ningún momento el líder popular ha abierto. En el G-8, que continúa compacto aunque ya sin ser una parte del Consejo de Ministros, es referente la figura del ex ministro de Exteriores José Manuel García-Margallo. También militaba en este grupo el ex ministro José Manuel Soria, y con buena relación con ellos están Rafael Catalá, Ana Pastor, Jorge Fernández o Isabel García Tejerina.

Los alineamientos que se siguen produciendo en la batalla de codazos por colocarse bien por si Rajoy da un paso al lado condicionan la confianza dentro del Gobierno y hasta su eficacia. Porque por la misma razón, el por si acaso, y el no perder sitio en la lucha por el poder, quienes no están con Sáenz de Santamaría se posicionan a favor de la ministra de Defensa y secretaria general del partido, María Dolores de Cospedal. La lucha es tan visible internamente que hasta está dando alas a la interpretación de que los golpes bajos y el riesgo de fractura abren cada vez más espacio al nombre del presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo. Desde la periferia es el referente territorial más sólido del partido, con buenas relaciones con el presidente del Gobierno y no ha cometido aún el error de dejar que parezca que él sólo está a lo suyo, a la Xunta. De agotarse la Legislatura, sus tiempos gallegos cuadran bien con los de la política nacional y las próximas elecciones generales. En el PP especulan incluso sobre la posibilidad de que Rajoy valorase traérselo a Madrid después de las elecciones autonómicas y municipales para que haga un rodamiento breve, el suficiente para no desgastarle pero para reforzar su impronta de líder nacional.

Un ejemplo de hasta dónde llegan las suspicacias es la llamada de queja de una de las partes enfrentadas porque cree que se están haciendo seguimientos a un familiar. Es la anécdota que refleja cómo están agitándose las aguas dentro del PP mientras Rajoy sigue a su ritmo y confiando en su estrategia de aguantar los nervios y no gastar balas antes de tiempo, porque la ofensiva importante quiere jugarla cuando estén mucho más próximas las citas electorales. Primero toca Andalucía, y no es casual que Sevilla sea la ciudad elegida para celebrar la Convención Nacional del PP de abril. Y luego seguirán las autonómicas y municipales en la primavera de 2019. No es la primera vez que se enfrenta a un proceso electoral que su partido da por perdido, y en el que se coloca las botas de faena y se pone al frente de la movilización.

Las elecciones generales que se celebraron en 2015 son un ejemplo de que esto ya lo han vivido en el PP. Pero lo que podría ser una ventaja, la recuperación económica, también puede ser un arma de doble filo y volverse en contra del partido. «Los Gobiernos pierden el poder en la fase de la recuperación económica. Cuando los ciudadanos dejan de tener miedo y de necesitar agarrarse a opciones seguras. Al desgaste hay que ir poniéndole barrera ya, o si no será muy tarde», sostiene un ex ministro de Rajoy. Ahí se escuchan críticas contra el presidente, pero también pesa el resentimiento por haber prescindido de sus servicios.