La imputación de la Infanta
Infanta Cristina: «Seguiré con mi marido hasta el final»
Continúan poniendo a prueba su matrimonio y su fortaleza, pero la Infanta Cristina afirma que nada la separará de Iñaki Urdangarín.
Verano del 96. La Infanta Cristina cenaba con dos de sus primas, Alexia y Simoneta, en un restaurante ubicado en Gomila, la conocida zona de la «movida» en Palma de Mallorca, frecuentada desde siempre por sus hermanos Felipe y Elena y sus otros primos, hijos de los reyes de Grecia, durante las vacaciones en la isla balear. De aquella noche, algún camarero que las atendía y los fotógrafos apostados en el local aún recuerdan el rostro luminoso, alegre, de la hija menor del Rey. Fue entonces cuando Cristina les dio la noticia: «Alucino chicas, estoy colada por un jugador de balonmano». Empezaba su historia de amor con Iñaki Urdangarín, el apuesto deportista vasco con quien oficializó su pedida de mano en La Zarzuela el 3 de mayo de 1997. Una relación que ni el destino ni las horas amargas posteriores han logrado hasta el momento resquebrajar.
En su círculo íntimo, en el que al margen de su hermana Elena siempre estuvo Alexia de Grecia, con quien vivió muchos años en Barcelona al independizarse de La Zarzuela, opinan que Cristina padeció el llamado síndrome del «hijo mediano». Es decir, un papel a caballo entre la primogénita, la Infanta Elena, ojito derecho de su padre, «borbona» por los cuatro costados, y el único varón, Felipe, adorado por su madre. Como sucede en muchas familias, la hija intermedia de los Reyes era la que menos atención concitaba. No era la menos querida, pero sí la menos venerada. Según compañeros de sus años de colegio, ello propició su carácter independiente y el deseo de tener su propia vida. Por eso fue la primera de la Familia Real en acudir a la Universidad y montar su casa fuera de Zarzuela. Primero en Madrid, en un apartamento ubicado en el coqueto barrio de Rosales, y después en Barcelona, donde vivió junto a la eterna amiga del alma, su prima Alexia.
Familia unida
Con ella compartió los avatares de algunos amores de juventud: los regatistas Jesús Rollán y Fernando León y el intrépido Álvaro Bultó, ya fallecido. Hasta que en los juegos de Atlanta se produjo el flechazo de Urdangarín. Aquel jugador de balonmano cambiaría por completo su vida y nadie pudo predecir, tras su boda en la catedral de Barcelona, lo que vendría después. Todos sus amigos coinciden en que se casó enamorada «hasta las cachas», y que ese amor aún perdura frente a los acontecimientos adversos. Amigos de Barcelona y familiares en Vitoria que les han visto durante la pasada Navidad afirman que la pareja está fuertemente unida y que Cristina lo tiene muy claro: «Seguiré con mi marido hasta el final», aseguran que ha dicho siempre ante los rumores que atisban un matrimonio distanciado o en crisis.
Alejada de su familia por imperativos del proceso judicial, la Infanta sigue muy unida a su hermana Elena y a sus primas, Alexia de Grecia, Simoneta Gómez-Acebo y María Zurita, hijas de las dos hermanas del Rey, Doña Pilar y Doña Margarita. Otros dos primos, Nicolás de Grecia y su mujer, Marie Chantal Miller, y Beltrán Gómez-Acebo, «Cocó», separado de la modelo Laura Ponte, han estado también cerca de ella. En este entorno familiar juega un papel primordial Ana Urdangarín, hermana mayor de Iñaki, que reside y trabaja en Esplugas de Llobregat. Con Ana vivió el duque de Palma durante unos años, antes de conocer a la Infanta, y trabó su red de amigos en Barcelona. Entre ellos, Jordi Pujol-Xicoy y Jaume Reguant, compañeros de Iñaki desde su adolescencia en el Colegio de los Jesuitas, en la calle Caspe. O la empresaria de calzado Cristina Castañer, muy conocida en la Ciudad Condal, amiga íntima de la Infanta y con quien ha compartido muchos almuerzos en el Real Club de Tenis. Precisamente con esta última se vio a la Infanta en Barcelona, con actitud alicaída, cuando se filtraron algunos correos de dudoso gusto de Urdangarín, que alimentaron rumores de separación de la pareja.
Desmintiendo rumores de crisis
A este férreo entorno de amistades se unen las deportistas Vicky Fumadó y Marta Mas, que navegaron muchos años con la Infanta en el «Azur de Puig», emblemático velero de las regatas mallorquinas en la famosa Copa del Rey. Fumadó, que ahora trabaja como pediatra en un hospital de Barcelona, conoció a Cristina en los Juegos de Seúl 88, y desde entonces fueron inseparables. Otros deportistas de aquella época, Roberto Molina, actualmente ingeniero informático, y su mujer, Cristina, integran también el círculo de amistades afincado en Cataluña. Todos ellos desean ser discretos, pero coinciden en que la duquesa de Palma continúa muy enamorada de su marido. «Está pasando un momento horrible, muy duro, pero va a afrontar lo que veng, con la cabeza alta y con sus hijos, que son maravillosos», aseguran. Frente a informaciones que apuestan por una separación o distanciamiento de la pareja, quienes bien les conocen opinan que no están en crisis y hacen oídos sordos a tales rumores. «No hay fisuras en su matrimonio y muchas cosas que se dicen no son ciertas», comentan aquellos a quienes hoy la Infanta busca y en los que encuentra apoyo.
Otra persona con la que ha tenido siempre una gran amistad es Rosario Nadal, la mallorquina separada de Kyril de Bulgaria, musa de Valentino y hoy asesora de un millonario mecenas mexicano. Juntas compartieron muchos veranos en la isla y vacaciones invernales. A pesar de la distancia, es una de las fieles con quien habla a menudo y no duda en apoyarla. También amiga de la Infanta Elena, siempre fue una buena confidente. En el entorno familiar, la Infanta se ha volcado a tope con los Urdangarín Lliebert, su familia política. Lejos de La Zarzuela por los acontecimientos judiciales, los allegados en Vitoria, donde reside la madre y la mayoría de los hermanos de Iñaki, aseguran que a la Infanta le dolieron las ausencias tras la muerte del padre de Iñaki. Al funeral del patriarca vasco sólo acudieron la Reina y la Infanta Elena. No así su hermano Felipe y la Princesa Letizia, con quien las relaciones siempre han sido tensas y distantes.
La imputación es un aldabonazo más en el calvario de la Infanta. Y todos cuantos de verdad están ahora cerca de ella insisten en que seguirá al lado de su marido por encima de todo: «Han tenido sus altibajos, como cualquier pareja, pero siguen unidos como una piña». En la dicha y en la adversidad. A las duras y las maduras. Tras conocer la imputación, la Infanta viajó a Barcelona para reunirse con sus abogados, y después a La Zarzuela. Era lógico que, además del consejo jurídico, deseara ver a sus padres, los Reyes, y recuperar el calor familiar. Según afirman desde la Casa, está dolida, pero muy entera. A punto de cumplir 17 años de matrimonio y con el proceso judicial en ciernes, sólo el tiempo dirá cómo se escribe la historia de esta pareja. Pero, hoy por hoy, parece que a Cristina e Iñaki, nada ni nadie podrá separarles.
✕
Accede a tu cuenta para comentar