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Irene Montero denuncia el machismo cotidiano atacando a la 'machosfera': "Luego la lavadora en casa la pone su madre"
Montero pretendía subrayar la persistencia de roles de género tradicionales y el peso de la socialización doméstica en la construcción de identidades masculinas rígidas

En un nuevo episodio que ha encendido el debate público, la eurodiputada y exministra de Igualdad, Irene Montero, lanzó este fin de semana una reflexión dirigida a la denominada "machosfera", aludiendo a dinámicas culturales de machismo interiorizado en una frase que ha generado polémica: "La lavadora se la pone su madre".
Con esas palabras, Montero pretendía subrayar la persistencia de roles de género tradicionales y el peso de la socialización doméstica en la construcción de identidades masculinas rígidas, pero la forma, y el contexto, han derivado en una ola de comentarios y críticas cruzadas.
Durante una intervención en redes sociales, Montero se refirió al influencer Vito Quiles para ejemplificar lo que llamó "un ecosistema de privilegios y guiones prédeterminados" donde el hombre se educa sin necesidad de responsabilizarse de las tareas de mantenimiento del hogar.
Según su argumentación, esa ausencia de experiencia doméstica refuerza una masculinidad que evita comprometerse con el cuidado y la corresponsabilidad, y favorece los comportamientos más tóxicos asociados a la machosfera.
El comentario "la lavadora se la pone su madre" estaba concebido como una denuncia provocadora: Montero quiso evidenciar que, en muchos hogares, ciertos trabajos siguen invisibles para quienes luego se atribuyen la autoridad social de hablar sobre "lo que significa ser hombre".
Sin embargo, la metáfora fue recibida por diversos sectores como un exceso de generalización. En redes sociales, algunos usuarios lamentaron el tono "agresivo" hacia los varones, mientras otros celebraron la valentía de abordar un tema incómodo para muchos.
Por su parte, políticos de distintos partidos se han sumado a la conversación. Voces de la oposición calificaron la intervención como "desafortunada" y acusaron a Montero de "simplificar" y "demonizar" a los hombres. Mientras, colectivos feministas defendieron que el objetivo no es culpar individualmente, sino disputar una cultura estructural que normaliza desigualdades y asigna roles rígidos. De hecho, Montero ha insistido en que su crítica va dirigida "al sistema de expectativas y privilegios" y no a personas concretas.
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