Política

Extremadura

La fórmula Susana Díaz: secretaria general con un candidato dócil para 2015

La fórmula Susana Díaz: secretaria general con un candidato dócil para 2015
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A Susana Díaz le están poniendo la cabeza como un bombo para que adelante sus tiempos previstos y salte ya a la secretaría general del PSOE, una idea que siempre rondó por su magín pero que se proyectaba a medio plazo, durante la segunda legislatura de Mariano Rajoy. Los estrategas que tutelan a la joven lideresa saben lo complicado que será desalojar al PP de La Moncloa en 2015 y no quieren que la presidenta de la Junta se queme en una vana intentona. Sobre todo, porque tiene a su alcance una cómoda mayoría en el feudo andaluz, desde la que construirse como «mujer de Estado». Sólo si el aparato le garantiza una victoria aplastante en el congreso de julio se decidirá a quemar etapas aceleradamente.

Quienes prefieren que sea otra persona la que suceda a Rubalcaba ya han plantado su línea de defensa frente a la opinión mayoritaria de los barones regionales. Eduardo Madina, el primero que se postuló para la secretaría general, abominó de ese «viejo partido» que se arracima en torno a la figura de Díaz para mantener sus canonjías; Fernández Vara, más directo, dijo que el líder del PSOE no puede serlo «a tiempo parcial», en evidente referencia a la compaginación del cargo con la presidencia de la Junta de Andalucía. La oposición de dos federaciones importantes como la vasca y la extremeña rompería ese monolitismo que reclama la sevillana para lanzarse a liderar el partido. En materia de democracia interna, ella se decanta por un modelo búlgaro con ribetes norcoreanos. Nunca ha abandonado el imperecedero axioma de Alfonso Guerra: «El que se mueve no sale en la foto».

En este sentido, la normativa que regulará el congreso extraordinario parece elaborada a su medida, ya que la consulta a la militancia justificará la pregonada ficción de la democracia interna pero no será vinculante para los delegados y la necesidad de avalar a los candidatos a la secretaría general disuadirá a muchos de los posibles apoyos a los aspirantes no oficialistas, sabedores de que su toma pública de postura los enemistará con una lideresa que si por algo se caracteriza es por su contundencia en la purga de los discrepantes.

Una fuente del PSOE andaluz resumía la postura de su jefa. «No va a presentarse para ganar el congreso con el 60% de los votos. Eso sería un síntoma de división, de crisis cerrada en falso. Si se decide a ser secretaria general, con los problemas que eso puede acarrearle, será sólo si hay unidad, si tiene a todo el partido detrás». Porque para Susana Díaz, que mide al milímetro todos sus pasos, supondría un quebradero de cabeza compaginar la presidencia de la Junta con el liderazgo socialista, ya que «sería dar la razón a quienes la acusan de usar Andalucía como una rampa hacia la política nacional. Cualquier acción de gobierno sería interpretada en clave de oposición a Rajoy. Además, no podría ser candidata a la presidencia del Gobierno, así que surgiría la complicación añadida de tener que convivir con quien gane las primarias».

Ese escenario, sin embargo, no disgustaría a Susana Díaz siempre que se asegurase la docilidad de un candidato que, en cualquier caso, debería ser consciente de que su función sería la de «calentarle el asiento» a la presidenta de la Junta de Andalucía. La victoria en las elecciones autonómicas que con toda probabilidad adelantará al próximo otoño (como líder del PP andaluz, Juanma Moreno Bonilla es del todo transparente y no pondrá en peligro la hegemonía socialista) le permitirá tutelar sin oposición el proceso de primarias. El único obstáculo en este camino sería que el tirón popular de un Madina o una Chacón muy virados a la izquierda agitara a las bases y obligase al partido a una convergencia con Podemos e IU. «Si estos demagogos nos empujan al radicalismo, estamos muertos. Pero Susana no va a permitirlo».

UNA FELICIDAD IMPOSTADA

La euforia también puede ser fabricada y resulta incuestionable que nadie en la política del momento sabe explotar la mercadotecnia tan bien como Susana Díaz. El resultado que la ha encumbrado como único referente del socialismo nacional es el peor, en número de votos, cosechado por el PSOE andaluz en la historia de la democracia. Y el segundo más débil en términos porcentuales. Su 35,1 por ciento hace una semana es el mejor de una baronía socialista, pues no alcanza el 38,7 por ciento logrado por Fernández Vara en Extremadura, con el mérito añadido de que él no contó a su favor con el formidable aparato propagandístico de la administración autonómica. Sin embargo, Rubalcaba tildó en su rueda de prensa del lunes de «excepcional» el resultado de su partido en Andalucía y sólo calificó como «bueno» el de sus compañeros extremeños. Una prueba de que los argumentarios «susanistas» calan tanto dentro como fuera del partido.

Los números dictan otra cosa. El pasado domingo se contabilizaron en las ocho provincias meridionales 937.319 votos socialistas, menos que en cualquier elección desde 1977. Naturalmente, la alta abstención determina este dato pero en los anteriores comicios europeos de 2009, con casi tres puntos menos de participación (41,7 por ciento contra 43,1), 1.265.633 andaluces se decantaron por el PSOE-A, que entonces estaba pastoreado por Chaves en la secretaría general y Griñán en la presidencia de la Junta. El cacareado «efecto Susana», por tanto, ha generado una pérdida de 328.314 papeletas con respecto a aquella bicefalia moribunda y alanceada por una corrupción lampante. Ni siquiera en unas elecciones catastróficas como las generales de 2011, cuando el PP reforzó en Andalucía su mayoría absoluta, mereció el partido gobernante en la autonomía tan poca confianza, pues logró un resultado del 36,5 por ciento. Sólo en las municipales de mayo de ese mismo año obtuvo el PSOE-A un porcentaje más bajo que el del 25-M: el 32,2 por ciento.