
El desafío independentista
La independencia catalana pierde fuelle
El rechazo al secesionismo sube cuatro puntos desde diciembre y alcanza el 42,9%. El 35,6% votaría «no» a convertir Cataluña en Estado, frente al 39,3% que está a favor de la independencia

No sólo es que no haya «amplia mayoría» de partidarios de la independencia de Cataluña, sino que incluso Artur Mas va perdiendo adeptos conforme pasan los meses. Así se desprende de la última encuesta de NC Report para LA RAZÓN.
No sólo es que no haya «amplia mayoría» de partidarios de la independencia de Cataluña, sino que incluso Artur Mas va perdiendo adeptos conforme pasan los meses. Así se desprende de la última encuesta de NC Report para LA RAZÓN, según la cual sólo el 39,3 por ciento de los catalanes contestaría doblemente «sí» a la hipotética pregunta de si quiere un Estado propio para Cataluña y si desea también la independencia. Mismas preguntas a las que contestaban afirmativamente el 40 por ciento de los catalanes hace cuatro meses, en diciembre de 2013, por lo que la cifra de partidarios de la independencia se reduce en 0,7 puntos porcentuales. Pero si llamativo es que bajen los partidarios del «sí», más aún lo es que suban los que optan por el «no» a la independencia, que suben 4,1 puntos porcentuales, pasando del 38,8 por ciento del anterior sondeo al 42,9 por ciento actuales.
Lo mismo que ocurre entre los partidarios del estado propio, es decir, los que se oponen a que Cataluña adopten esta distribución territorial y que pasan del 32,2 por ciento de diciembre al actual 35,6. Un porcentaje que crece aún más si a estos sumamos los que en la pregunta número dos responden no a la independencia, a pesar de decir sí al Estado propio, obtenemos que un total del 42,9 por ciento en la actualidad se opone a la independencia. En definitiva, el 39,3 por ciento votaría por la independencia y el 42,9, por tanto, no estaría a favor de ella –resultante de la suma del 35,6 por ciento que no quieren Estado y el 7,3 por ciento que sí quiere un Estado, pero no independencia–. Ésta y no otra es la mayoría real de Cataluña.
Por edades, los porcentajes más elevados a favor de los que contestan afirmativamente a la pregunta sobre la creación de un Estado propio es mayor entre los menores de 44 años (55,2 por ciento) y entre los más jóvenes, de 18 a 29 años (54,4 por ciento). Un patrón que se repite también en la segunda pregunta, relativa a la independencia. Un 85,4 por ciento de los jóvenes de entre 18 y 29 años está a favor de que Cataluña sea independiente.
Pero, ¿cuál sería la lectura interesada del conglomerado secesionista? Que el 47,5 por ciento quiere un Estado, frente al 35,6 por ciento que no, y que el 82,6% desea la independencia frente a un exiguo 15,4 por ciento que dice no a la secesión. Es éste el titular que se busca. Dos son los objetivos de la doble pregunta para la supuesta consulta. Por un lado, mantener el engaño ante sus socios de ERC de que se llegará hasta el final del proceso, es decir, hasta la quimérica independencia y, por otro, y el más importante, obtener un sí mayoritario en la primera parte de la pregunta, para ponerlo encima de la mesa de la negociación de un pacto fiscal o concierto económico, además de un cambio en la Constitución de reconocimiento a la singularidad catalana.
En la plural y diversa Cataluña el debate real no es independencia sí o independencia no. Porque una gran mayoría de ciudadanos quiere permanecer en España y en Europa; otros quieren mantener las actuales cotas de autogobierno y un tercer sector que reivindica un mejor tratamiento fiscal y una mención expresa en la Constitución al hecho diferencial catalán. Entre estos dos colectivos superan ampliamente a los realmente independentistas. La estrategia de la tensión calculada que ejerce la actual dirección de CiU ha logrado una gran movilización social gracias a su maestría a la hora de administrar el victimismo, que tantos réditos electorales ha dado a CiU en los últimos 35 años.
Las consignas políticas de TV3 han convertido a este medio en un instrumento de control de buena parte de la voluntad ciudadana, dado que el 83,1% de los catalanes se informa a través de la televisión de los temas políticos, según datos del Centro de Estudios de Opinión. Pero el presidente de la Generalitat ha cometido un error de cálculo fatal al forzar a CiU al enfrentamiento con la Constitución, la misma que dotó a Cataluña de su mayor nivel de autonomía de la historia. Tuvo un primer toque de atención en las elecciones autonómicas de noviembre de 2012. En ese momento debió marcharse con todo su equipo de aventura soberanista. Pero no lo hizo, y el precio que CiU lleva pagando desde entonces es muy alto, más de 385.000 votantes perdidos en poco más de 15 meses.
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