Asesinato de Isabel Carrasco

La pólvora y el ADN desmontan la defensa de María Montserrat

El abogado de la acusada del crimen de Carrasco solicita que se anule su confesión porque estaba «bajo presión»

Pasarela donde Isabel Carrasco fue asesinada.
Pasarela donde Isabel Carrasco fue asesinada.larazon

El policía jubilado repitió punto por punto ante la juez lo que en su día contó a la Policía. Cuando se recuperó del «shock» que le produjo ver morir a Isabel Carrasco, siguió a María Monserrat. Lo hizo, por prudencia, a cierta distancia, la había visto empuñar un revólver y creía que iba armada. Fue todo tan rápido que, en contra de lo dicho, no fue dando instrucciones a la Policía a través del teléfono para culminar la detención, si no que la casualidad hizo que se cruzara con un coche de Policía Local que circulaba por la avenida de San Marcos de León. Atropelladamente salió a la calzada y comenzó a hacer aspavientos con los brazos para llamar su atención. Los agentes, sorprendidos, pararon y sin bajarse del coche escucharon alarmados su breve relato y miraron en la dirección que les señalaba.

Para cuando la alcanzaron, María Monserrat, ajena a lo ocurrido, ya descansaba en el asiento del copiloto del nada discreto Mercedes plateado biplaza de su hija. Los agentes la identificaron con la ayuda del policía jubilado. «Es ella, cuidado que tiene una pistola», advirtió jadeante. Él había llegado al lugar de la detención dando un último esprint. Eran las 17.23. María Monserrat, que no esperaba ser detenida, se quedó muda y el riego sanguíneo abandonó su rostro. No aludió al cargo policial de su esposo y sí obedeció sin rechistar las indicaciones de los agentes. Llevaba una falda azul, medias y una camisa clara. Sin embargo, el testigo recordaba haber visto a la asesina con otra ropa. Los investigadores abrieron el maletero y allí encontraron montones de prendas. Entre ellas, un abrigo tres cuartos de color marrón, un gorro y un pañuelo. Todo se reseñó debidamente en el acta de inspección técnico-policial, se embaló y precintó «con absoluto respeto a la cadena de custodia», afirman fuentes policiales. La falta de medios en León invitó a los responsables de la investigación a enviar todas las evidencias recogidas a la Comisaría General de Policía Científica en Madrid. La primera prueba a la que sometieron las prendas fue al análisis de residuos de disparo. Dio positivo: se detectó plomo, bario y antimonio. Tras el preceptivo informe, trasladaron la ropa al departamento de ADN. Los reactivos revelaron sólo un nombre, María Monserrat. «Los dos positivos tienen su importancia. Si en el abrigo hubieran encontrado también ADN de su hija, en el juicio la defensa podría cuestionar quién realizó los disparos. Más allá de una eventual confesión, todo quedaría en manos de los testigos. Ellos deberían identificar sin género de dudas a la autora. En caso contrario, la duda siempre favorece al reo. Recuerdo un caso en que se sospechaba de dos gemelos. Uno de los dos había cometido un delito. Fue imposible determinar con seguridad la autoría y ambos quedaron absueltos. Así que, en este caso, los positivos en pólvora y en ADN son trascendentales desde el punto de vista de la acusación», argumenta la abogada penalista Bárbara Royo.

Las pruebas científicas avanzan sin mayor contratiempo, sin embargo, los abogados defensores ya comienzan a levantar la voz y a acusar a los responsables de la investigación de vulnerar los derechos fundamentales de las imputadas. Según ha podido saber LA RAZÓN, el letrado de la agente local, Raquel Gago, está dando vueltas a la idea de pedir que se anule el registro que se efectuó en el domicilio de su cliente. Cuando ya estaba personado como defensor, los investigadores, en vez de llamarle a él, convocaron a un abogado de oficio para que estuviera presente mientras se registraba la vivienda de su cliente. También está muy molesto el letrado de María Monserrat y de su hija, Triana. Este viernes presentó un escrito en el Juzgado de Instrucción en el que solicita que se anulen las confesiones de sus dos clientes en sede policial. Lo argumenta sobre la base de que gran parte de sus declaraciones se realizaron sin que hubiera ninguna representación legal presente, tal y como está estipulado, algo que los juristas consultados por LA RAZÓN afirman que es de una extraordinaria gravedad. La denuncia del abogado es más amplia, ya que afirma que algunas de las frases que se recogen en la confesión jamás las pronunciaron ni madre ni hija y que, por tanto, sólo le queda colegir que se las ha inventado la Policía. También explica en el escrito que los investigadores mintieron a Triana y a María Monserrat y que a cambio de sus confesiones les ofrecieron «beneficios» y la posibilidad de destruir pruebas que las involucrasen. La Policía, por su parte, niega rotundamente las acusaciones y afirma que se respetó escrupulosamente la legalidad. «Con independencia de que no prospere el incidente de nulidad y que las confesiones de las dos mujeres se den ahora por válidas, la defensa se puede guardar la baza para las cuestiones previas al juicio y un hipotético recurso, en caso de condena, por vulneración de derechos», aclara Bárbara Royo. Más allá de cuestiones legales, el policía jubilado tiene claro qué vio y a quién vio y la imagen de María Monserrat disparando por la espalda a Isabel Carrasco le acompañará el resto de su vida.

El testigo

El agente jubilado que siguió a Mª Montserrat ha sido determinante para resolver el crimen. Se lanzó a la carretera para parar un vehículo de la Policía y contarles lo que había visto.