OTAN
Las Fuerzas Armadas fuera de España
En el mundo globalizado actual, la seguridad se ejercita internamente, pero también desde el exterior. Y esto es así porque los ataques contra la seguridad se llevan a cabo a través de intrincadas redes que se dirigen desde puntos lejanos a su objetivo. De ahí que, en medios especializados, se hable de amenazas híbridas, que se manifiestan con medios convencionales y no convencionales. Los primeros con despliegues militares más o menos tradicionales, y los segundos, con diseños más complejos que se organizan lanzando actos terroristas, desestabilizando las economías de los países considerados enemigos e, incluso, utilizando modernas tecnologías en Internet.
Para tener un modelo de seguridad eficaz, muchos países se involucran en misiones multinacionales, con el objetivo de proteger sus democracias y mantener sin sobresaltos el bienestar de sus ciudadanos. Son misiones complejas, a las que los medios de comunicación suelen poner –salvo excepciones, como es este caso– poca atención; aunque detrás de la tranquilidad que se disfruta sean varias las organizaciones y personas que, de manera callada, ponen diariamente enormes esfuerzos y gran profesionalidad para intentar que la vida continúe como si nada pasara. Una tranquilidad rota a veces, porque la seguridad nunca puede asegurarse al cien por cien.
En España, en concreto, las misiones que las Fuerzas Armadas realizan en el exterior para mantener la seguridad de todos son muy poco conocidas por el público en general. Con el hecho de que el esfuerzo que realizan los militares españoles, con evidente riesgo y, en ocasiones, con pérdida de sus vidas, no es muy valorado por la sociedad, siempre ajena a estos sucesos. A lo que se une una falta evidente de reconocimiento, cuando no de crítica, de muchos políticos que se jactan de su antimilitarismo a la vez que se benefician de las seguridades que la propia organización militar nos proporciona. Seguridades que, con frecuencia, se llevan a cabo con evidente falta de medios. Pues, en general, lo políticamente correcto aboga por limitar, cuando no reducir, las inversiones en un capítulo esencial para el mantenimiento de nuestro modelo de vida. Dándose la circunstancia de que España es el tercer país que menos gasta en Defensa respecto a su PIB de los 27 miembros de la OTAN. Un gasto que, en nuestro caso, es similar al de Bélgica o Eslovenia, muy lejos del dos por ciento recomendado por esa organización. Una sorprendente dejación cuando nuestro país es el séptimo en población, tiene casi 8.000 kilómetros de costa, incluyendo las islas, y se encuentra con los evidentes riesgos que surgen desde sus ciudades autónomas. A lo que hay que añadir las fronteras que mantiene con Marruecos, Francia, Portugal, Andorra y Reino Unido (Gibraltar). Sin olvidar los compromisos de seguridad con sus aliados europeos o los que le vienen dados por su pertenencia a las Naciones Unidas o la OTAN. Circunstancias que por sí solas deberían urgir al Gobierno a incrementar los actuales limitados presupuestos de Defensa, si se comparan éstos con otros países similares de nuestro entorno. Dotaciones presupuestarias que se encuentran muy lejos de las que deberían ser para una de las mayores economías del globo como es la nuestra.
Este extenso preámbulo viene también a cuento del viaje organizado por la Secretaría de Política de Defensa y el Mando de Operaciones del Estado Mayor de la Defensa, en el que algunas personas hemos tenido el privilegio de ver in situ tres operaciones internacionales de las Fuerzas Armadas españolas que se realizan bajo el auspicio, respectivamente, de la Unión Europea, la OTAN y la ONU. Los integrantes de este grupo hemos tenido la ocasión de comprobar directamente las capacidades profesionales en el desempeño de complejas actividades que se llevan a cabo en difíciles condiciones, ejercitando unos valores humanos que van mucho más allá de lo estrictamente requerido por la función militar. Valores humanitarios, dentro de un espíritu de servicio fuera de todo interés económico personal que, con enorme desprendimiento y dedicación, desarrollan las dotaciones de las fragatas y aviones españoles de la misión Sophia en Catania (Sicilia), que se traducen en proteger y salvar miles de vidas de esos migrantes africanos que, engañados por despiadados traficantes, cruzan en frágiles balsas desde Libia tratando de llegar a Europa. Como también, la misión de protección de la ciudad de Adana en Turquía, cerca de la frontera con Siria, que se protege con baterías antimisiles Patriot operadas por un contingente español. O, también, la ya antigua misión de paz de las Naciones Unidas en Líbano, dirigida por un destacamento español localizado en Marjayoun, al sur del país, para asegurar los acuerdos fronterizos entre Líbano e Israel. Una misión multinacional actualmente a cargo de la Brigada Paracaidista del Ejército español. Misiones que son un ejemplo de otras muchas que España tiene en el exterior para proteger nuestra seguridad. Sólo falta que la clase política española se comprometa con más determinación con nuestras Fuerzas Armadas, dotándolas de más medios como se hace en otras democracias avanzadas. Esto resulta ser hoy una urgente necesidad.
*Presidente del Instituto Choiseul
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