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Los barones del PP exigen cambios: "Ni toreros ni tertulianos en las listas"

Piden cambiar a cabezas de lista que fracasaron, no competir con Vox, discurso integrador y no insistir en la bandera de España Suma porque moviliza a la izquierda

Casado insinuó ayer antes sus diputados que España Suma podría conseguir mayoría absoluta.
Casado insinuó ayer antes sus diputados que España Suma podría conseguir mayoría absoluta.larazon

Piden cambiar a cabezas de lista que fracasaron, no competir con Vox, discurso integrador y no insistir en la bandera de España Suma porque moviliza a la izquierda

El PP no quiere una campaña como la de las generales de abril. Barones y dirigentes territoriales han empezado ya a hacer llegar a la sede nacional mensajes con enmiendas, consejos o advertencias, como se quiera calificar. Por los movimientos vistos hasta ahora, parece que en Génova también han reflexionado sobre la necesidad de hacer cambios, aunque en ningún caso se planteen llegar tan lejos como algunas de las demandas que se airean ya internamente. El equipo de Pablo Casado sigue sosteniendo que la estrategia de abril, que se identificó como un volantazo a la derecha, no fue un «error», sino una solución de urgencia para taponar la fuga de votos a Vox. Ellos dicen que se hizo lo correcto, que no había otra salida a una situación extrema, aunque también admiten que ahora las circunstancias son distintas. Y en sus primeros movimientos lo que están primando son los guiños a la moderación. «La radicalidad, para los de Vox», se escucha dentro de Génova.

Casado va a gastar «su segundo cartucho, y solo tiene tres», en referencia a los tres intentos para optar a la Presidencia del Gobierno antes de ser descabalgado del liderazgo del partido, como le reconocen los suyos. El 10-N, por tanto, no son unas elecciones de transición para el PP, y no porque aspiren a ser opción de gobierno, sino por los niveles de autoexigencia a los que se enfrenta el jefe de la oposición.

Pablo Casado almuerza con Mariano Rajoy un día después de confirmarse la repetición de elecciones

Sean cuales sean los resultados Casado podrá continuar como presidente del partido, ahí no hay discusión, pero podrá hacerlo con solidez y holgura para la toma de decisiones o muy debilitado en el caso de que no supere los mínimos de exigencia que están ya instalados en el imaginario del PP.

Subir menos de diez escaños sería un desastre absoluto para la dirección del partido. Y si Casado quiere manejar con tranquilidad el liderazgo de la oposición, son los suyos los que sitúan por encima de los 80 escaños las expectativas en las urnas del 10-N. Varios miembros de la dirección nacional, entre ellos Casado, han tenido ya oportunidad de escuchar estos «consejos» de dirigentes territoriales. La demanda de cambio, de que renuncie al conservadurismo y asuma la necesidad de modificar las listas que presentaron en abril.

La confección de las candidaturas fue un proceso muy doloroso internamente. Si siempre lo es, más cuando, como en este caso, hay un nuevo equipo al frente del partido, que llega marcado por un congreso en el que el choque entre otras dos candidaturas mejor situadas fue lo que les acabó dando la victoria. Y encima este nuevo equipo impone una renovación total, sin contemplaciones, y sin tener en muchos casos en cuenta el criterio de las estructuras regionales y provinciales. Ayer ya hizo una referencia a esto el presidente de la Junta de Andalucía, Juan Manuel Moreno, al adelantar en una entrevista con Carlos Alsina, en «Más de Uno» de Onda Cero, la reflexión de que debería haber «ajustes» en las listas.

La petición no puede tener mayor corrección política. Pero lo que se mueve detrás es un movimiento crítico mucho más profundo y que afecta a otras comunidades. El criterio interno es que Génova tiene que valorar los resultados de los «cabeza de lista» y cambiar aquellos que no funcionaron. En su día ya se criticó que los fichajes de Casado no atendieran al territorio y se primaran «inventos» que se pagaron en las urnas. No más toreros, tertulianos o figuras como la de Juan José Cortés, padre de Mari Luz, porque suspendieron el examen.

Génova no se meterá en ese lío interno, aunque le pudiera sumar externamente: Casado precisó ayer ante sus diputados y senadores que en las listas habrá pocas novedades, los ajustes obligados por circunstancias como las bajas en la lista de Madrid, que darán oportunidad de entrada a nombres como el de Gabriel Elorriaga, histórico del partido, con brillante cabeza y que ha sido recuperado para la asesoría del grupo en el Congreso. Las bajas también dejan sitio para otros nombres recién incorporados a la dirección o para asesores como Pilar Marcos, en el equipo de la portavoz en el Congreso, Cayetana Álvarez de Toledo.

Sobre esta última, ya hay movimientos y cruce de especulaciones sobre si repetirá o no como «número uno» en Barcelona, donde se juega su sillón en el Congreso porque en las pasadas elecciones el PP solo sacó un diputado. La realidad es que las circunstancias dejan poco margen a Casado para que intentase protegerla «calzándola» en la lista de Madrid. Su «dos» parece inamovible, es Adolfo Suárez Illana. Y en Cataluña la lectura de un gesto como ése, la retirada del fichaje estrella de las pasadas elecciones, sería un golpe a la credibilidad de la marca, que afronta ya momentos bastante complicados.

Además de las listas, en el PP hay otro debate abierto sobre España Suma. Para Génova, es su bandera. Pero desde las organizaciones regionales, incluso aquellas que están gobernadas ya por barones de la nueva era de Casado, advierten de que esta iniciativa moviliza a la izquierda y no aporta nada una vez que Ciudadanos y Vox ya han dicho que no cuenten con ellos. «Hay que buscar candidatos moderados e inclusivos. Presentar programas y proyectos que sean razonables, horizontales. No hablar de aborto ni de eutanasia. Y no competir con Vox». La lectura la hace un dirigente que lleva a las espaldas muchas campañas.

En el arranque de la nueva precampaña es un hecho que las tensiones sobre hasta dónde estirar el discurso para anular la presión del partido de Santiago Abascal se han templado notablemente. Si en las generales de las elecciones de abril parecía ser lo que más preocupaba, ahora Vox es un elemento más en el diseño de la estrategia, no la prioridad.

En esto influye que los ejes de la nueva campaña hayan girado 180 grados. Es verdad que hay opiniones encontradas sobre el futuro electoral del partido de Santiago Abascal. Desde la corriente demoscópica que apunta que sus votantes son como un “ejército” y que votarán en bloque porque se mantiene una fidelidad altísima, hasta los que argumentan justo lo contrario, que Vox tocó techo en el último proceso electoral y sólo le queda medir la caída. En cualquier caso la inercia del debate político gira por tercios distintos tanto en la izquierda como en la derecha y sólo esto ya ha rebajado la presión dentro del bloque de derechas por medirse y competir con el dúo Monasterio-Espinosa de los Monteros.

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