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Los barones del PSOE «dejarán hacer» a Sánchez hasta que se «abrase»

La estrategia para que no se les acuse de torpedear a la nueva dirección es un falso cierre de filas

Imagen de la sede del PSOE en Ferraz durante el Congreso extraordinario del pasado 28 mayo
Imagen de la sede del PSOE en Ferraz durante el Congreso extraordinario del pasado 28 mayolarazon

La estrategia para que no se les acuse de torpedear a la nueva dirección es un falso cierre de filas.

«No quiero que nadie haga susanismo. Eso acabó». Esta frase, pronunciada por la propia Susana Díaz sólo tres días después de perder las primarias refleja el espíritu con que los derrotados, otrora críticos al secretario general, encaran la convivencia inmediata dentro del PSOE: luces largas y falso cierre de filas. «Ya todos estamos con Pedro, se acabaron los bandos». Se trata de pura estrategia. El resultado que arrojaron las urnas el 21 de mayo supuso un importante varapalo, que les ha dejado profundamente debilitados, no en vano fueron 15.400 votos de diferencia y Sánchez salió reforzado con el aval de más de la mitad del partido. Los próximos meses serán decisivos y, ante este escenario, se prefiere adoptar un perfil bajo, evitando toda confrontación. «Enfrentarnos a Pedro ahora es contraproducente», reconocen a LA RAZÓN desde una importante federación. Tampoco tienen excesivo margen de maniobra para plantarle cara, dado que el nuevo líder cuenta con el favor mayoritario de la militancia. En los territorios críticos ondeará la bandera blanca, al menos, hasta que se solventen los congresos regionales del verano, en los que los barones se juegan revalidar sus liderazgos. Una forma de no comprometer sus aspiraciones, aunque Sánchez haya evitado respaldarlos como candidatos públicamente. En el entorno del líder se evita confirmar también que vayan a impulsarse candidaturas alternativas en los feudos críticos, aunque personas de su máxima confianza como Susana Sumelzo, Adriana Lastra o José Luis Ábalos apunten a recambio en Aragón, Asturias o la Comunidad Valenciana.

La estrategia ahora es «dejar hacer» al secretario general. Un planteamiento que va en una doble dirección: evitar que les acusen de falta de lealtad y de torpedear la andadura de la nueva dirección y, al mismo tiempo, permitir que Sánchez se «abrase» en sus propios errores sin injerencias externas. «Está hueco y pronto caerá en incongruencias», comenta con dureza un dirigente. Por lo pronto el secretario general se enfrenta a un doble desafío que pondrá a prueba la coherencia de su discurso. Por un lado, decidir el sentido del voto del PSOE en la moción de censura a Mariano Rajoy, después de haber defendido el «no es no» hasta las últimas consecuencias y haber apoyado toda su campaña de las primarias en lo nociva que fue la abstención al PP. Y por otro lado, la respuesta ante el desafío catalán, donde deberá hacer compatible la lealtad al Gobierno en la defensa de la unidad de España y su compromiso con Cataluña de reconocer en la Constitución la «plurinacionalidad» del Estado.

A pesar de prometer en el único debate de la campaña a las primarias que su primera medida si se hacía con las riendas de Ferraz sería pedir la dimisión del presidente del Gobierno, Sánchez no facilitará la iniciativa impulsada por Unidos Podemos para cesar a Rajoy. Tampoco exigirá que éste comparezca en el Pleno para dar cuenta de los escándalos de corrupción –iniciativa que vetó el PSOE y que generó las críticas de Sánchez–, porque ahora el secretario general se siente «heredero» del trabajo del grupo parlamentario y mantendrá la hoja de ruta que se fijó con la gestora, esto es, priorizar la declaración de Rajoy en la comisión de investigación de la financiación del PP. El líder socialista no descarta plantear en el futuro su propia moción de censura, aunque los números que «no dan» ahora –se necesita a los independentistas– no lo harán más adelante. Sánchez presumiblemente se abstendrá. Una forma de equilibrar su negativa a apoyar la medida, sin votar «no» junto al PP, la posición en la que le quiere colocar Pablo Iglesias para visibilizar que el alineamiento de la abstención sigue vigente.

Huelga decir que una vez que la nueva dirección se «abrase» o fracase en la gestión del PSOE, los dirigentes ahora ausentes reaparecerán para ofrecer una solución. Se mantendrán expectantes hasta que surja la oportunidad, sin recordar que ese compás de espera en el que se mantuvieron ya en el pasado tras las dos derrotas electorales de Sánchez, sin atreverse a intervenir, provocó la deriva en la que se encuentra inmersa la formación.