Terrorismo

Un lustro de alfombra roja para ETA

Se cumplen cinco años de la declaración de fin de actividades de la banda terrorista sin que los pistoleros hayan pedido perdón a las víctimas ni colaborado con la justicia

Josu Ternera, en una imagen de septiembre de 2000
Josu Ternera, en una imagen de septiembre de 2000larazon

El próximo miércoles se cumplen cinco años de la disolución de una de las peores bandas de delincuentes que ha conocido España y que se agrupan bajo las siglas de ETA. No lo hizo por propia voluntad, sino porque las Fuerzas de Seguridad, en especial la Guardia Civil en la última etapa, habían dejado sin operatividad a los pistoleros gracias a la inestimable colaboración de sus colegas policiales franceses.

Era de temer: los que tenían que realizarlo no lo hicieron, que esa victoria policial fuera seguida de la derrota política. Todo lo contrario. Se les puso una alfombra roja, en plan entrega de los Oscar, y las consecuencias son de todos conocidas. EhBildu, con Sortu, el partido continuación de Herri Batasuna como elemento dominador, se ha convertido en el socio imprescindible del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, del que han obtenido, paso a paso, con una inteligente estrategia dirigida por Arnaldo Otegui y otros que trabajan en la sombra, lo que han precisado en cada momento. El gran triunfo (para ellos) ha sido el traslado de todos los presos etarras al País Vasco y Navarra. Ya sólo quedan 13 en Francia y no parece que esta situación se vaya a prolongar en el tiempo, salvo algún caso aislado.

Al cumplirse estos cinco años, los análisis se hacen inevitables: hay quienes encuentran consuelo en que ETA no mata (que no es poco, pero siempre gracias a las FSE); no ha logrado sus objetivos estratégicos (independencia con la implantación de una república de corte marxista y amnistía total) y que los presos siguen cumpliendo condena, de esa manera, en manos del Gobierno vasco. Sí han conseguido hitos tácticos que, a la postre, son los que conducen al logro de los primeros.

La realidad, es que han ganado. En prueba de agradecimiento por los favores recibidos (que ellos interiorizan como arrebatados), ¿alguien ha escuchado algún comentario de autocrítica por todo el daño causado, con más de 850 personas asesinadas y pérdidas económicas cifradas en 25.000 miles de millones de euros, 6.000 de ellos enterrados en la central nuclear de Lemóniz? ¿Se tiene noticia de que algún miembro de ETA haya colaborado con la Justicia para esclarecer los más de 300 crímenes cuya autoría se desconoce?

No. Todo lo contrario. Van de chulos por la vida, reivindican su pasado al que nunca han renunciado y, para escarnio de las víctimas, son homenajeados cuando salen de prisión, hasta el punto de que el Departamento de Estado USA haya señalado esta circunstancia como algo preocupante. No hacen otra cosa que cumplir con lo que acordaron y que se ocupó de aclarar el entonces jefe del “aparato político”, David Pla, ahora dirigente de Sortu: de “renunciar al pasado”, nada de nada.

Al principio, dentro del general engaño que siempre ha protagonizado esta gente, nos vendieron una especie de “normalización”, pero, gracias al Gobierno social-comunista, han pasado a la ofensiva y se proponen hacer una revisión de supuestas actuaciones policiales de carácter ilegal, cuando, en un estado de derecho, si es que alguna irregularidad se ha producido, corresponde a los tribunales. Desde luego no dejaran que se agote el plazo hasta las próximas elecciones vascas, previstas, en principio, para julio del año que viene, sin activar su particular “comisión”. En definitiva, se trata de un intento, otro más, de dar una voltereta a la historia con el único objetivo de convertir a los malos en buenos y viceversa. Además, en dichos comicios, en función de los resultados, no se puede descartar que veamos a Arnaldo Otegui con posibilidades ciertas de ser el futuro lendakari. Tiempo al tiempo, pero que nadie se llame a sorpresa en esos momentos, porque los pasos ya se están dando.

Cinco años del comunicado dado a conocer por Soledad Iparraguirre, “Anboto”, y José Antonio Urruticoechea, “Josu Ternera”,y las heridas, diga lo que se diga, siguen abiertas. Desde el oficialismo gubernamental se puede escenificar lo que se quiera, llama la atención que otros políticos muestren su alegría por la presencia del antiguo “brazo político” en las instituciones, pero ni los miembros de ETA ni sus colaboradores directos han renunciado al pasado criminal, han pedido un perdón real (no en cartas vacías y prefabricadas) a las víctimas, les han pagado el dinero que les deben ni colaborado con la justicia. Y no han renunciado a los citados objetivos estratégicos.

El balance no puede ser más negativo y, en el futuro próximo, nada se atisba que haga pensar que van a cambiar las cosas. Todo lo contrario.

El objetivo está claro: las cinco décadas de terrorismo que sufrió España fueron una consecuencia inevitable de la historia. Ya desde su fundación, engañaron a los partidos que entonces tenían que vivir en la clandestinidad, en pleno franquismo, con el rollo de que luchaban contra el régimen. Mentira, lo hacían, como siempre, contra España. Prueba de ello es que, llegada la democracia, y después de una amnistía total, los etarras protagonizaron el mayor número de crímenes, en especial durante los años de “plomo”, 1978, 1979 y 1980, hasta el punto de ser uno de los detonantes del frustrado golpe de estado de 1981. Los guardias que asaltaron el Congreso no encontraban otra justificación personal para lo que no tenía justificación que los asesinatos cometidos por la banda terrorista, en especial de miembros del instituto armado.

Cinco décadas de terrorismo no se pueden cerrar en falso. Y bien lo saben los de Otegui que pueden sufrir las consecuencias, cosas de la vida. Ven crecer en su seno una corriente, de momento minoritaria, de disidentes, integrada en especial por movimientos juveniles. Nadie cree en estos momentos que pueda suceder lo que ha ocurrido en Irlanda, pero el tiempo dirá.

Un quinto aniversario, y esto es lo relevante, en el que las víctimas del terrorismo siguen arrastrando sus penas por las tierras de España frente a la chulería, el desprecio y el olvido, no sólo de los que les infligieron el daño, sino de los que se sirven de sus apoyos políticos coyunturales.