Castilla y León
Maroto, el vecino que nunca estuvo en Sotosalbos
Para conseguir un sillón en la Cámara Alta se censó en Sotosalbos (Segovia), donde nadie le conoce ni le ha visto nunca por sus calles.
Para conseguir un sillón en la Cámara Alta se censó en Sotosalbos (Segovia), donde nadie le conoce ni le ha visto nunca por sus calles.
Si por algo se caracterizaba hasta hace unos días la pequeña localidad de Sotosalbos, en Segovia, era porque en sus calles se respiraba tranquilidad. Los ruidos más altos eran los de las ramas de los árboles moviéndose al viento; sus apenas cien habitantes censados a duras penas coincidían por unas calles que en ocasiones se tornaban desiertas; los tres bares (contados) del pueblo estaban abiertos a horas muy contadas.
Pero todo eso cambió – aunque para alegría de los locales parece que tan solo por unos días – por culpa de una noticia que saltó a mediados de esta semana: el popular Javier Maroto se había empadronado en el municipio segoviano para ser elegido senador por designación autonómica (en este caso por Castilla y León). Y lo consiguió. Sin embargo, las sospechas saltaron pronto: en la biografía del vicesecretario de Organización del Partido Popular no hay rastro de vinculación alguna con Sotosalbos, que es, por cierto, feudo histórico del PP. Es más, casi toda la trayectoria de Maroto está ligada al País Vasco, región donde concurrió (sin obtener escaño) en las listas electorales al Congreso de los Diputados del pasado 28 de abril. Medios de comunicación de todo el país se lanzaron a las calles del municipio para encontrar su nexo con el líder popular. Tras solo unos minutos en el pueblo, los sotosalbeños corroboran a propios y extraños lo que a muchos se les ha pasado por la cabeza estos días: nadie ha visto a Maroto por el pueblo.
Desde el miércoles, en Sotosalbos hay casi más periodistas que habitantes, algo que no es del gusto de los que acuden al pueblo en busca de tranquilidad. Los vecinos han salido en más de una televisión relatando el mismo discurso en referencia al ya célebre «tema Maroto»: «Nunca me lo he cruzado por el pueblo». Muy pocos quieren hablar ante los micrófonos («aquí se conoce todo el mundo», argumentan) y prácticamente ninguno se sale de ese discurso que parece acordado de manera implícita.
Sus 113 habitantes censados (según estadísticas de 2018) parecen pocos para la dimensión del pueblo, que está compuesto por esbeltas edificaciones de piedra vista decoradas por una vegetación tan densa y verde que resulta extraña para encontrarse en plena Meseta. El amarillo de las fachadas contrasta con los vivos colores de arbustos y flores. En los meses de verano, la mayoría de los hogares se encuentran deshabitados, con la excepción de algún fin de semana o días festivos. Muchos de los propietarios tienen en Sotosalbos su segunda residencia y ya son pocos los que han fijado allí su vivienda principal todo el año. «¿Es uno de ellos Maroto?», preguntamos. «No», responden rotundos. No se le ha visto ni en el bar del pueblo (que, por cierto, solo abre por las tardes), ni en la iglesia de San Miguel, una edificación románica que cuenta con la categoría de Bien de Interés Cultural desde mayo de 1973.
El viernes, los habitantes se preparaban para una de las fechas marcadas en rojo en el calendario municipal: el mercado medieval que decora las principales calles de Sotosalbos y parte de la iglesia. Oficialmente denominado «Feria del Arcipreste», el evento cuenta con la colaboración de todos los vecinos, además de con la implicación de la Asociación El Acebo y la ayuda de la Diputación Provincial de Segovia. Por ello, algunos comentaban en los corrillos si Javier Maroto se dejaría ver por el pueblo al día siguiente (por ayer) para «callar bocas». Sin embargo, la mayoría movía la cabeza descartando sin dudas esa posibilidad. En el momento de escribir estas líneas no había constancia de que se hubieran equivocado en esa predicción pesimista.
Lo que más apena a los sotosalbeños es que el pueblo se haya vuelto conocido por esta «triquiñuela» que se ha sacado de la manga el Partido Popular para garantizar el sillón en el Senado a uno de sus pesos pesados. «Tiene otras muchas cosas por las que ser famoso», lamentan. Entre otras cosas, porque Juan Ruiz ya mencionó el pueblo en el «Libro del buen amor» (se refiere a él como Soto Albos). Por eso mismo, en las entradas del pueblo se pueden ver colgados de lo alto de los muros de las viviendas carteles que lo anuncian como «Villa del Arcipreste». Esta misma denominación se ha usado en los negocios locales para denominar alojamientos rurales o establecimientos hosteleros. De ellos, la mayoría han ido cerrando con el paso de los años, «y no porque les falten clientes», se lamentan algunos de los vecinos. Esas mismas voces recuerdan nostálgicos cuando el municipio fue usado como plató de cine.
Muchos se mostraban esperanzados por que esta inesperada (y no deseada) atención mediática se tradujera en un aumento en las visitas en el pueblo. Es más, si alguno se enamora de su encanto, en un primer paseo se puede ver más de un cartel de «se vende» colgado en las ventanas. En un conocido portal de compraventa de vivienda se encuentran inmuebles a la venta por un precio que va desde los 86.000 euros (un chalé adosado en el centro urbano que necesita una reforma) hasta ofertas que superan ampliamente el millón (una casa de campo de más de 350 metros cuadrados que cuenta con diez hectáreas de finca). «Hubo una época en la que se puso de moda que personajes reconocidos del país se compraran viviendas aquí. Ahora, muchas de ellas están en venta por precios que a muchos de nosotros nos parecen desorbitados», relata un grupo de vecinos que tienen en Sotosalbos su segunda residencia, pero que están unidos estrechamente al pueblo por lazos familiares.
La amenaza del PSOE
Lejos de la anécdota, lo cierto es que sobre Javier Maroto se cierne la sombra de un fraude de ley que, de quedar demostrado, le podría costar el puesto en el Senado (a pesar de que voces de dentro del Partido Popular ya apuntan a él como posible candidato a ocupar la portavocía de la formación de Génova en la Cámara Alta). De hecho, el PSOE ya ha lanzado un ultimátum al partido de Casado para que resuelva el asunto cuanto antes, ya que consideran que se trata de una jugada «fraudulenta». «El PP y Ciudadanos han entendido que nuestra comunidad es una agencia de colocación donde todo vale, donde nada importa», indicó el pasado jueves Virginia Barcones, viceportavoz socialista en Castilla y León. Lo cierto es que gracias a estar inscrito en el censo municipal de Sotosalbos, Javier Maroto fue elegido senador por designación autonómica a pesar de los votos en contra de PSOE, Podemos y Unión del Pueblo Leonés (UPL) en la Junta de Castilla y León.
Esta oposición que se ha encontrado el Partido Popular a nivel autonómico no se puede trasladar al ámbito municipal. Sotosalbos es un feudo histórico de la formación azul: su primer alcalde, Rafael Sanz, ganó en las primeras elecciones democráticas encabezando la lista de UCD. Después, repitió mandato dos legislaturas más con Alianza Popular y otras tres con el PP. Desde entonces, los azules no se han separado del poder.
A este problema, sobre el que Maroto no se ha pronunciado, se le suma también que alguien ha echado mano de la hemeroteca. En 2011, el por aquel entonces candidato del PP a la alcaldía de Vitoria pidió regular la necesidad de estar inscrito en el padrón un mínimo de cinco años para poder pedir ayudas sociales. «Son innumerables los casos en los que los perceptores se empadronan y no vuelven a la ciudad», dijo.
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