Melilla

Más de 30 inmigrantes llegan al CETI de Melilla tras saltar la valla

Agentes de Policía junto a a algunos inmigrantes encaramados a la valla de Melilla, en una imagen de octubre
Agentes de Policía junto a a algunos inmigrantes encaramados a la valla de Melilla, en una imagen de octubrelarazon

Unos 35 subsaharianos han logrado hoy llegar al Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI) de Melilla tras conseguir saltar la valla perimetral que separa la ciudad autónoma de Marruecos.

Es lunes. Atardece en el Gurugú y las hogueras vuelven al centro de la vida de los jóvenes subsaharianos. Siguen a la espera de encontrar una grieta, un descuido en la seguridad de los dos países que custodian la frontera. Corre como la pólvora el mensaje de las autoridades marroquíes. Entienden rápidamente que pueden estar ante la última noche en la que el fuego de luz y alumbre su esperanza y su camino hasta la meta final. Huele a hoguera en el Gurugú.

Siete de la mañana. Un grupo de aproximadamente cincuenta subsaharianos de Costa de Marfil ha logrado alcanzar la valla de Melilla a la altura del paso fronterizo de Barrio Chino. Tras escalar por cada poro del triple vallado con las herramientas que días atrás han fabricado con sus manos, la suerte no ha sido igual para todos. Catorce jóvenes se han quedado a pocos centímetros de lograr el sueño de su vida. Alrededor de treinta y cinco han conseguido su objetivo superando el perímetro fronterizo y minutos después han llegado escoltados por una patrulla del Cuerpo Nacional de Policía al Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes en Melilla. Allí les esperaban sus amigos.

“Causan daños y destruyen los bosques”. Menos de 24 horas han transcurrido desde que el número dos de interior de Marruecos, Charki Drais, pronunciase estas palabras, anunciando públicamente la intención del gobierno alauita de desmantelar, de forma inminente, los campamentos de subsaharianos asentados en los alrededores de las ciudades españolas de Ceuta y de Melilla. Mensaje recibido minutos después por los realmente afectados por la noticia. Son conscientes de que la próxima noche puede ser la última. También saben que no todos ganarán esta arriesgada batalla. Ninguno desea seguir padeciendo las inclemencias de un monte que en invierno hace sufrir demasiado. La mayoría no contempla regularizar su situación en Marruecos y, por supuesto, ninguno quiere oír hablar de la posibilidad de regresar a su país de origen. Confían en que sea ahora o en que sea cuanto antes. El nunca y el imposible no existen para quienes han recorrido miles de kilómetros en busca de una vida mejor. Todos dicen que es Dios quien les da fuerza y quien decide cuándo llegará su momento.

En medio de la oscuridad de la noche el fuego se apaga. El olor de las cenizas impregna la ropa de quienes se dirigen decididamente hasta el fin de la etapa más difícil de sus vidas. Puede que en pocas horas estén abrazándose a los que ya lograron su objetivo antes que ellos. Para entonces las ansias de libertad habrán dejado a su paso un rastro inconfundible. No sé cómo olerá en otros lugares. En Melilla, la libertad, huele siempre a hoguera.