Jorge Vilches
Nervios y odios
Las izquierdas están desquiciadas, todo apunta a que perderán gran parte del poder local
Las izquierdas están desquiciadas. Todo apunta a que perderán gran parte del poder local. Esos egos construidos sobre la demagogia y el autoritarismo llevan muy mal que el pueblo, cuya voz se atribuyen en exclusiva, les dé la espalda en las urnas. En respuesta, el PSOE ha abierto una tómbola de promesas irracionales, y Podemos ha caído en un execrable señalamiento público de una persona inocente y ajena a la política, como es el hermano de Ayuso. Unos y otros, puestos contra las cuerdas, sacan lo peor de cada casa: los nervios y el odio.
El PSOE ha fracasado en todo hasta aquí. Las encuestas vaticinan un batacazo que puede ser crucial para las generales. El 28-M es un plebiscito, el PP sacará más de 500.000 votos más que el PSOE, y Sánchez se ve perdedor. Es por esto que ha abierto un canal de comunicación inmoral y desleal entre el mitin y el Consejo de Ministros. No hay comparecencia pública de Sánchez que no se salde con una propuesta que lleva al Consejo de Ministros sin haber consultado a nadie, ni siquiera a sus socios podemitas.
Las ocurrencias de Sánchez son irracionales y chuscas. El número de pisos que va a construir para los jóvenes es incontable, claro, pero también son inencontrables e inhabitables. A esto se suma otra agudeza: el cine para los jubilados. El Consejo de Ministros lo aprobó con una partida de 10 millones de euros. Al día siguiente, el ministro de Cultura confesó que no habían negociado con los empresarios del sector la cantidad ni los días, por lo que el asunto estaba en el aire. Es la típica chapuza generada por los nervios. Cuidado, porque Ione Belarra es capaz de decir que se construyan cines estatales para competir con los privados, como hizo con los supermercados.
Sánchez no tiene un éxito que llevarse a la buchaca. La entrevista con Biden fue un fiasco. El norteamericano le ubicó en la rampa del garaje trasero para hacer su rueda de prensa, a diferencia de lo que han conseguido otros presidentes, como Aznar o Rajoy. Tampoco le ha funcionado al presidente la campaña de generación de empatía con las salidas callejeras porque una pancarta -”¡Que te vote Txapote!”- se la arruinó. Los vídeos con jubilados, jóvenes, trabajadores y mujeres fueron un fraude. Eran militantes del PSOE. El escarnio público fue considerable. A esto se han añadido las listas electorales de Bildu, con 44 etarras que cumplieron condena.
El miedo a que el elector moderado de Castilla-La Mancha, Aragón y Extremadura dé la espalda a los candidatos socialistas ha empujado a culpar al PP del escándalo de Bildu. Vimos así más nervios y exabruptos. Sánchez aprovechó la comparecencia en el Senado para hacer un silogismo tramposo: la democracia había derrotado a ETA, el PSOE había protagonizado esa victoria, y, por tanto, el PSOE es la democracia. No así el PP, que “no puede soportar” que ETA no exista, llegó a decir Sánchez, porque es su única baza electoral. Quien no existe ya es Franco, y ahí siguen las izquierdas y los nacionalistas con la matraca.
Podemos se ha tirado al monte, mostrando también su división. IU no quiere saber nada de la estrategia podemita que, como ha marcado Pablo Iglesias, debe dirigirse a hacer daño. Es lo que el jefe de Podemos llama “conflicto”. El cartel en la calle Goya de Madrid lleva su sello. La personalización con foto, nombre y dirección del enemigo político está en el manual antifascista de los movimientos sociales donde se ha fraguado el podemismo. Esta violencia es esencial en su propuesta política. Su objetivo es que el ambiente social sea irrespirable. Que se abran trincheras figuradas con banderas e himnos. Quieren una España dividida en dos, y que una parte pase al ostracismo. Solo destilan odio. No hace falta más que ver a Irene Montero en sus mítines, siempre al borde del paroxismo. Deberían tranquilizarse.
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