Elecciones
Pentapartidismo de líneas rojas
Los vetos de Rivera, que podría ser clave para llevar a Sánchez o Casado a La Moncloa, las municipales y autonómicas y el juicio al «procés» dibujan un tablero de negociación que no se resolverá hasta verano.
Los vetos de Rivera, que podría ser clave para llevar a Sánchez o Casado a La Moncloa, las municipales y autonómicas y el juicio al «procés» dibujan un tablero de negociación que no se resolverá hasta verano.
Pedro Sánchez abrió el viernes un largo periodo electoral que liga el futuro del Gobierno de la Nación a la constitución de los nuevos gobiernos autonómicos y municipales. Todos se resolverán prácticamente al mismo tiempo, aunque las elecciones se celebren con un mes de diferencia. Tanta proximidad limita el margen para que los partidos se marquen con su política de alianzas antes de que todos los españoles hayan terminado de pronunciarse en todas las urnas. Las últimas serán las del 26 de mayo y la fragmentación del voto que pronostican todas las encuestas y los trackings de los partidos, evidencian que tanto La Moncloa como muchos gobiernos autonómicos y municipales dependerán de los acuerdos postelectorales, y éstos, a su vez, estarán condicionados por el reparto de apoyos entre los dos bloques, el de la izquierda y el del centro-derecha. Ciudadanos (Cs) puede ser determinante, al menos si nos guiamos por los trackings que manejan en Moncloa y en la oposición. Aquí está una de las claves de la convocatoria del 28 de abril.
No obstante, antes de que pase el trance del 26-M los partidos tendrán que señalarse y dar alguna pista de sus intenciones. Justo en la última semana de la campaña autonómica y municipal se constituirán el Congreso y el Senado, su Presidencia y la composición de sus respectivas Mesas, para lo que tienen que entrar en juego las primeras componendas entre partidos. El calendario que ha diseñado Sánchez parece un laberinto lleno de trampas.
De hecho, la oposición reconoce que la convocatoria de elecciones es la jugada «más inteligente» que podía ejecutar en estos momentos. Esto no quiere decir que no haya partido, al contrario, no podría estar más abierto, ni que sea «garantía de éxito», advierten desde el PP, pero «el momento era ahora», sin duda. «Nadie convoca elecciones a sabiendas de que va a perder o de que de resistir, sólo puede ganar más desgaste», en palabras de uno de los estrategas electorales de Cs. En Moncloa manejan datos que apuntan en la misma dirección que los que tienen en el principal partido de la oposición. Los trackings sitúan hoy al PSOE como primera fuerza, y todo indica que no van a poder estar mejor con el paso del tiempo. Los socios de la moción de censura les han dejado solos y esto coincide con el punto de inflexión que marcó la manifestación de Colón contra la negociación con los independentistas. En el mitin de Moncloa con el que el viernes anunció la convocatoria de elecciones, ya señaló su lema de campaña: la ultraderecha y los independentistas son los enemigos, y él, la presunta víctima, que intenta recolocarse en el centro del tablero y pasar página de sus cesiones y guiños al secesionismo blandiendo, para ello, la caída de los Presupuestos.
Los trackings del momento dicen también que Podemos está en su hora más baja, comparable a la Izquierda Unida del 96, y el PSOE aspira a recuperar parte de este voto, en lugar de que se pase a la abstención, si tensa el enfrentamiento entre bloques y el pulso entre izquierda y derecha. El movimiento como de ajedrez aleatorio ha desconcertado a muchos dirigentes socialistas territoriales, que sin las claves y los datos que manejan en Moncloa no son capaces de entender el sentido de tanta precipitación. Esta vez Sánchez ha sorprendido con su decisión de no sorprender, después de que en los últimos días se había instalado el rumor de que las elecciones iban a ser justo en la fecha en la que finalmente han sido. El nivel de desorientación interna es grande, pero más lo es, aún, en los partidos que pelearán contra el PSOE por el voto en las próximas elecciones generales. Sánchez confía en que Podemos no levante cabeza, no da tiempo para que pueda hacerlo, y aunque parezca imposible se lo juega casi todo a la baza de sumar con Cs. El discurso actual de Albert Rivera hace que suene a hipótesis de ficción la idea de un pacto entre el PSOE y Cs. Pero de lo que se dice en campaña a lo que sucede después de que ya se han cerrado las urnas está demostrado que hay una gran distancia. En 2015, Rivera juró y perjuró que nunca pactaría con el PP de Mariano Rajoy, el PP «de la corrupción». La línea roja era que Rajoy se apartase del liderazgo popular. Probó con el PSOE, hubo que ir a unas nuevas elecciones, y la línea roja desapareció e invistió como presidente del Gobierno a Rajoy. Ahora Rivera sostiene que nunca pactará con el PSOE de Sánchez, y es verdad que su política con los independentistas y la foto de Colón, bajo la presión de Vox, le limita considerablemente en sus pactos transversales. Pero en Moncloa, claro que barajan el escenario de intentar sumar con Cs. Como no va a haber Gobierno antes de las autonómicas y municipales, por qué no negociarlo todo después, en un reparto con la formación naranja.
Los trackings a fecha de la convocatoria electoral, y lo confirman en el PP, dicen que PSOE y Cs sí pueden llegar a sumar. También apuntan una tendencia al alza del PP, y ligeramente a la baja de Cs, pero, de momento, el centro derecha no tiene agarrada la mayoría absoluta.
La campaña, clave
Es un encaje de suma de votos tan sensible y con una diferencia tan estrecha, que puede verse alterado con la campaña, y a esto se lo va a jugar el PP. A su capacidad de movilización y a su contrastada eficacia a la hora de mejorar expectativas cuando se le echa encima el reloj de las urnas. Las campañas suelen venirle bien, y ahí es donde Génova tendrá que poner toda la leña. El bloque del centro derecha situará el debate electoral en Cataluña y en la idea de que el PSOE volverá a pactar con los independentistas después de las generales. Y esa posibilidad está, por supuesto, en el tablero de juego. Pero todas las partes saben que aunque Sánchez quisiera, el pacto con el independentismo es muy difícil, por no decir imposible, con el juicio del «procés» abierto, y como pronto no se espera sentencia hasta agosto. Y, además, sin que se hayan celebrado las autonómicas catalanas, que vendrán a continuación.
El «procés» no ha terminado, ha cambiado de formato y de vías para conseguir el objetivo de la consulta de autodeterminación. Su primera meta volante son las municipales, en las que ERC aspira a conquistar la Alcaldía de Barcelona, como plaza simbólica desde la que avanzar hacia el liderazgo soberanista con Oriol Junqueras como «mártir» y bandera emocional con la que buscan un punto de inflexión como el que dicen que supuso la sentencia del Tribunal Constitucional contra el Estatuto de Cataluña. La moción de censura le salió gratis a Sánchez, porque el elemento de unión, sin más, era echar a Rajoy de La Moncloa. Pero una investidura exige sentarse a negociar un acuerdo por escrito, y las condiciones independentistas, como se ha visto con la negociación presupuestaria, son imposibles hasta para Sánchez. E incluso aunque esa negociación se produzca después de las autonómicas y municipales. En estos comicios al PSOE le habría perjudicado que se votase también a Sánchez, en lugar de a sus barones, y por eso se ha esquivado el «superdomingo» electoral.
Antes del 26-M Ciudadanos, pieza que puede ser clave, no desvelará en ningún caso su política de alianzas. Casado sí pondrá encima de la mesa la exigencia de que todo el mundo diga para qué se van a usar sus votos porque a él sí le beneficia crear la expectativa de un «pacto a la andaluza», con el PP al frente. Su demanda caerá en saco roto. Cs y en general las demás fuerzas con papel en el baile de los pactos postelectorales no se mojarán en ningún caso. Y después del 26-M seguirá habiendo vetos insalvables. Cs sí puede acabar entrando en un pacto con PP y Vox si suman más que con el PSOE. Podemos y Cs nunca irán en el mismo paquete. Como tampoco hay ninguna ecuación que integre a los independentistas y que no pase por PSOE y Podemos. Por supuesto, la «gran coalición» sigue siendo política ficción. O suma la izquierda, con independentistas, o suma a tres el bloque del centro derecha, o todo pasa por Cs. Que sume con PSOE o con PP. O con ninguno. Ningún partido tiene quinielas con un mínimo de fiabilidad como para apostarse nada ni descarta que se pueda entrar en el verano sin nuevo Gobierno. Lo único claro es que Sánchez ha echado al aire los dados porque ahora es cuando más posibilidades tiene de mantenerse en La Moncloa. Pero la campaña será decisiva en un escenario de tanta fragmentación.
✕
Accede a tu cuenta para comentar