Reunión Feijóo-Sánchez
La petición de barones del PP: Gabinete de concentración para frenar a Puigdemont
Líderes territoriales de los populares aprobarían llevar a este extremo la oferta al PSOE: «Los ciudadanos quieren puentes de diálogo»
El resultado de la reunión que hoy mantendrán en el Congreso de los Diputados el candidato a la investidura, Alberto Núñez Feijóo, y el presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, puede anticiparse como un fracaso si se atiende a las declaraciones de distintos portavoces del Ejecutivo con las que han «calentado» las horas previas a este encuentro. Los colaboradores de Sánchez ya han dicho que el líder socialista acude a la cita sólo por deferencia a Felipe VI y a su decisión de proponer a Feijóo como candidato a la investidura, pero de sus valoraciones de esta entrevista se infiere que a lo que va Sánchez es a tensar más la cuerda, en un marco en el que durante la pasada Legislatura ya rompió todos los puentes de entendimiento con el Partido Popular. Sánchez no quiere recomponer el diálogo ni buscar ninguna fórmula de estabilidad con el candidato del PP porque su equipo está ya inmerso en la negociación con el independentismo para sacar adelante su investidura con el «sí» de Puigdemont.
El recurso ante el Tribunal Constitucional del recuento del voto exterior que le quitó un diputado por Madrid es un síntoma de la ansiedad del equipo negociador de Moncloa: el «sí» del presidente prófugo de la Justicia es mucho más caro que la abstención. Pero aun así, Sánchez dará hoy un portazo a cualquier tipo de acercamiento al PP, y sus portavoces ya han sembrado la «bola» de reproches que han preparado para avanzar en la estrategia que Moncloa ha diseñado para estas semanas previas a la investidura del líder popular: quieren usarlas para «desgastarle», mientras a la vez intentan avanzar en su negociación con independentistas, nacionalistas, Bildu y el conglomerado de partidos que componen Sumar.
Las dos partes, PP y PSOE, saben que la entrevista de hoy está condenada al fracaso, pero en Génova han preparado este cara a cara con el ánimo de utilizarlo como plataforma desde la que teatralizar la invitación a Sánchez y al PSOE a recoger la demanda que entienden que hay en la calle para que se recuperen los puentes de entendimiento y para que los dos principales partidos sean capaces de asumir su responsabilidad institucional de dar estabilidad al país, sin llevarlo de nuevo a elecciones, pero tampoco sometiendo su gobernabilidad a las exigencias que marque un prófugo de la Justicia española desde Waterloo. Algunos de los barones más influyentes del PP reconocían ayer que sería bueno plantearle incluso a Sánchez un Gobierno de concentración, aunque lo rechace, para poner el énfasis en el coste para la estabilidad institucional, la unidad territorial y hasta el futuro de la Corona de la opción de dejar el Gobierno de España en manos de Puigdemont y del pulso por ver quién llega más lejos en el que bracean ERC y Junts, cegando una vez más la posibilidad de que este contexto pudiera servir para recuperar la unidad del soberanismo. Esta división actúa, por cierto, como máquina de engranaje para encarecer aún más el apoyo de los partidos independentistas a una investidura de Sánchez.
El tono duro con el que Moncloa se dispone a gestionar la reunión de hoy con Feijóo se resume en las palabras de la portavoz del Gobierno en funciones, Isabel Rodríguez, veinticuatro horas antes de que se produjera. Rodríguez tachó de mentiroso a Feijóo y calificó de paripé sus gestiones previas a la investidura. El encargo de Felipe VI obliga institucionalmente al candidato popular a trabajar por conseguir los cuatro escaños que necesita para conseguir la aprobación del Pleno del Congreso a su nominación, aunque a día de hoy se vea imposible. Para Moncloa, sin embargo, estas gestiones son un paripé, incluso la reunión con Sánchez.
Moncloa no quería que el Rey Felipe VI diera la opción a Feijóo, de intentar su investidura. No entraba en sus planes este mes de protagonismo del líder popular, y, una vez que no se han cumplido sus deseos, ahora se ha embarcado en un proceso de descalificación e insulto del candidato del PP. Desde Génova respondieron a las palabras de la portavoz del Gobierno en funciones exigiéndole un «mínimo de respeto» a una investidura que el Rey ha encargado a Feijóo.
En el poder autonómico popular, donde se coquetea con esa idea de defender incluso la opción del Gobierno de concentración para superar esta situación de ingobernabilidad, creen también que ellos no deben entrar en la dinámica del insulto de Moncloa, ni en sus desaires.
Nada de esto pilla por sorpresa en el PP, donde avanzan oficialmente que Feijóo pedirá a Sánchez que deje gobernar a la lista más votada, pero no aclaran si le hará algún otro tipo de ofrecimiento. Es un movimiento, además, claramente táctico, obligado por el encargo del Monarca, pero que tiene también el sentido de servir para presionar al PSOE y desgastarle por sus acuerdos con los independentistas.
En Onda Cero, el portavoz del PP, Borja Sémper, apeló ayer a esa parte de la sociedad que se identifica como socialdemócrata porque España no puede depender de los independentistas. En ese sentido, criticó que Sánchez pretenda ser presidente a cualquier precio.
El PP tiene asumido que perderá la primera y la segunda votación de la investidura, pero juega con vistas a la segunda parte del partido y una posible abstención de Junts, dentro también de un posible movimiento coordinado con el PNV.
Hasta ahora es el independentismo el que está marcando la agenda, pero, cuando empiece en serio la negociación de la investidura de Sánchez, a estas presiones se añadirán la de los distintos partidos que forman parte de Sumar. Cada uno quiere su trozo en el reparto de la tarta, y Podemos no está dispuesto, en ningún caso, a facilitarle a Sánchez el camino a que siga siendo presidente del Gobierno. Desde el reparto de poder dentro del nuevo Consejo de Ministros hasta las líneas de un programa de izquierdas (incompatible con PNV y hasta con Junts) donde pretenden seguir avanzando en esa retórica, con decisiones legislativas, que divide a los españoles entre ricos y pobres.
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