Política

El plan electoral secreto de Génova

Está previsto limitar la noche del 28-M la negociación con Vox a pactos de investidura

El presidente del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo (2d) y el presidente de la Xunta de Galicia, Alfonso Rueda (d) en la Romería del PPdeG, en el área recreativa de A Magdalena, a 29 de abril de 2023, en O Pino, A Coruña, Galicia (España).
El presidente del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo (2d) y el presidente de la Xunta de Galicia, Alfonso Rueda (d) en la Romería del PPdeG, en el área recreativa de A Magdalena, a 29 de abril de 2023, en O Pino, A Coruña, Galicia (España). César ArxinaEuropa Press

Los nervios están cada vez más a flor de piel tanto en el PSOE como en el PP según se aproxima el examen del 28-M porque, si los sondeos están acertados, en estas últimas cuatro semanas se va a decidir la suerte de gobiernos autonómicos y de importantes alcaldías. Valencia y Sevilla valen como ejemplo de dos importantes referentes para la lectura de ganadores y perdedores. Y como, además, Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo están contribuyendo a dar todavía más relevancia nacional al examen en las urnas, en los partidos cunde el miedo a las consecuencias de los resultados de estos comicios en los próximos meses.

Dentro del PP conviven dos intereses distintos, el de aquellos que se juegan puestos de poder el 28-M, más reacios a resistirse a las alianzas que hagan falta para poder gobernar, y la opinión más mayoritaria entre dirigentes nacionales y bases, que creen que el PP está obligado a hacer un ejercicio de «veto total» a nuevas coaliciones de gobierno con Vox porque esto será definitivo en el desenlace de las generales. Ese veto supondría, de poder ejecutarse, dejar al PSOE sin su eslogan principal para movilizar a una izquierda bastante desmotivada, el de que PP y Vox son lo mismo y hay que frenar a la extrema derecha. Con esta corriente se identifican en el equipo de Feijóo, aunque se imponga la regla del silencio para no anticipar estrategias que den bazas al adversario.

Internamente han empezado a moverse los partidarios de que Génova cierre la noche electoral con un mensaje claro y rotundo a Vox respecto a que no habrá negociación de nuevas coaliciones de gobierno. Y que en aquellos sitios donde haya que negociar, se comparta la propuesta de ofrecer pactos externos o acuerdos de investidura, pero, en ningún caso, repetir el modelo de gobierno en coalición de Castilla y León.

La negociación dependerá de la distancia que separe al PP y a Vox en cada una de las plazas, pero la jugada en la que ya están trabajando algunos en el ámbito nacional se guarda otra «carta», la de que, si se consigue imponer este modelo de negociación, el PP se presente a las elecciones generales con la ruptura del acuerdo de gobierno en Castilla y León como tarjeta de presentación.

Razones de sobra para la ruptura

El PP de Castilla y León considera que Vox les ha dado razones de sobra para ejecutar esa ruptura, pero el movimiento tiene que hacerse con la seguridad de que sólo ganan y no pierden nada. Si esa ruptura no se ha producido aún es porque el PP en ese territorio tiene que medirse al partido de Santiago Abascal a nivel municipal, y no quieren darles munición por anticipado que pueda facilitarles resistir en un contexto que dicen que no es muy favorable para los de Vox.

Para que cuadren todas las piezas de este puzle debe funcionar la campaña nacional que Génova le ha diseñado a Feijóo, y que se sostiene en la idea de combinar los temas locales y regionales con el ataque al Gobierno de Sánchez. Moncloa ha colocado el foco en la vivienda, por ejemplo, pero éste es un problema grave en ciudades como Madrid o Barcelona –y ahí los populares contraatacan con sus propuestas antiokupación–, aunque en otras comunidades autónomas, como Castilla y León, los gurús demoscópicos saben que apenas se hablará de este tema.

Las tres semanas que faltan hasta las elecciones estarán marcadas por la capacidad de Sánchez y de Yolanda Díaz de movilizar a la izquierda, y de Feijóo, a su vez, en la tarea de no ayudarles. Pero, aunque en la noche electoral todos salgan sintiéndose vencedores, hay un marcador que es definitivo: el recuento nacional de todos los votos.

Una "bomba" informativa contra Calviño

Los resultados están en un puño en plazas muy simbólicas, pero tanto en Ferraz como en Génova salen las mismas cuentas respecto a que los comicios los ganará en número de papeletas el PP, y con un relevante crecimiento con respecto a las anteriores elecciones. Más allá de que en la noche del 28-M la lectura de este indicador de socialistas y populares sea distinta, en la disección que los dos equipos electorales hagan a posteriori sí tendrá relevancia esa diferencia de votos territorio por territorio, que será la que condicione luego la estrategia para las generales.

Moncloa cree que tiene todo controlado hasta esa cita electoral, pero en el camino puede encontrarse con alguna «piedra» que desestabilice a uno de los puntales del Gobierno en clave nacional, y, fundamentalmente, frente a Bruselas. Las investigaciones que cierran el círculo sobre la vicepresidenta del Gobierno y ministra de Economía, Nadia Calviño, avanzan y por los «mentideros» de la capital circula la información de que está ya lista para estallar otra «bomba» que afectaría, presuntamente, a la actividad económica y fiscal de la «dos» de Sánchez.

El presidente considera que entre sus éxitos de gobierno está poder presumir de tener un equipo al que no se le pueden afear «corruptelas». Es una de las razones, sin mostrar pruebas, que ha usado Moncloa para justificar el cese de José Luis Ábalos al frente de Fomento. Y el «caso Tito Berni» lo dan por amortizado, explicándolo como una «exageración» por parte de la oposición de lo que sí que, esta vez, es una «manzana podrida» en el cesto», rememorando la frase de Esperanza Aguirre.