Gobierno de España
PP y Cs se preparan para pelear sin alianzas en otras generales
Unas elecciones sustanciarían otro cuerpo a cuerpo entre Casado y Rivera por el liderazgo de la oposición. Los dos lo tienen claro, aunque jueguen en clave distinta por el voto útil. El PP haría guiños en el Senado y Cataluña, a sabiendas de que no habrá pacto.
Unas elecciones sustanciarían otro cuerpo a cuerpo entre Casado y Rivera por el liderazgo de la oposición. Los dos lo tienen claro, aunque jueguen en clave distinta por el voto útil.
Nadie quiere creer que vaya a haber de nuevo elecciones generales. Pero el «por si acaso» ha empezado a entrar en juego en cuestión de días ante el alcance del choque entre PSOE y Unidas Podemos que está «calentando» el Pleno de investidura de la próxima semana.
Y ese «por si acaso» obliga también a los partidos a hacer las primeras proyecciones sobre cómo se enfrentarían a unos nuevos comicios. De aquí a septiembre todo puede pasar. Y hacer predicciones sobre lo que ocurrirá en noviembre, cuando se celebrarían las nuevas elecciones, es casi política de ciencia ficción.
Pero en el bloque del centro derecha han empezado ya a circular las especulaciones sobre posible alianzas para combatir el coste de la división de las siglas en una nueva cita electoral. Después de que las últimas generales constataran que la fractura en tres les perjudicó, efectivamente, en el reparto de escaños y facilitó al PSOE estar en condiciones de aspirar a seguir en el Palacio de la Moncloa.
Los rumores corren por un lado y la decisión de las direcciones nacionales de PP y Ciudadanos (Cs), por otro. Y es firme. No habrá alianzas ni reedición del modelo navarro de «España suma» fuera de la comunidad foral. Ni tampoco pacto en el Senado, aunque esta idea vuelva a agitarla el PP en el caso de que haya elecciones y a sabiendas de que no tiene ninguna posibilidad de prosperar. Es sólo «material» para apelar al voto útil.
El PP sería de nuevo el más interesado en jugar la carta de presionar a Ciudadanos con la necesidad de unir siglas para rentabilizar los votos en escaños en la Cámara Alta. Y también reeditaría los guiños a Cs en Cataluña, como ya insinuó su líder regional, Alejandro Fernández, en las anteriores elecciones. Pero es a todo lo que van a llegar, y sin dejar de tener claro que son propuestas de campaña, con un sentido mediático y de «concienciación» de la opinión pública, y no iniciativas que vayan a entrar en ninguna conversación discreta de trabajo, el marco adecuado para que pudieran tener alguna posibilidad de prosperar.
El PP se quedará ahí. Y Cs no quiere ni oír hablar de la posibilidad de mezclarse con el PP. Unas nuevas elecciones tendrían su riesgo para todas las partes, pero digan lo que digan las encuestas, si suma o no suma la mayoría de derechas, Casado y Rivera no van a renunciar ni a sus siglas ni a volver a utilizar esta hipotética cita electoral como otro campo de batalla por el liderazgo de la oposición.
El PP insistiría más en el voto útil, con ellos como referente principal como ya hicieron en las anteriores generales. Y Rivera, por su parte, se volcaría en reivindicarse como el nuevo «capitán» de la derecha. Y las urnas decidirían qué sale de ahí. Los riesgos ya están probados, pero pesan más los intereses de partido. El PP cree que juega con la ventaja de que el posible adelgazamiento de Vox revierta en su beneficio. Porque ese voto no es transversal entre PP y Cs, alegan. Y en lo demás PP y Cs volverían a enfrentarse en un medido cuerpo a cuerpo, sin más posibilidad de entendimiento que a posteriori, tras unos nuevos comicios, y sólo si sale la suma de escaños en el bloque del centro-derecha.
Ciudadanos sigue instalado en la estrategia de creer posible el «sorpasso» al PP que no consiguieron en las últimas generales. Y el PP sabe que su supervivencia política depende de que mantenga el liderazgo de la oposición y aproveche el resultado de las elecciones de abril para agrandar su distancia con Rivera, su adversario político más peligroso. Mucho más que Pedro Sánchez porque juega en el mismo campo.
Por tanto, de confirmarse que hay nuevas elecciones, el bloque de la derecha concurrirá con las mismas cartas que en los comicios de abril, convirtiéndolas así en una segunda vuelta de las anteriores. El PP intentará hacer valer el argumento de peso de que dividir el voto acerca a la izquierda al poder. Cs se lo jugará todo a presentarse con su expediente «limpio» de pactos con el «sanchismo». Y Vox es quien, en principio, tiene más difícil construir un nuevo discurso de campaña sobre sus «hechos» en el tiempo muerto impuesto por la falta de acuerdo entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias,
La negociación entre PSOE y Unidas Podemos está dejando en evidencia que la relación de Sánchez con Iglesias tras la moción de censura fue sólo un interesado espejismo, y que en el fondo los dos políticos ni se fían el uno del otro ni se respetan.
La relación entre Casado y Rivera no es mejor, aunque guarden las apariencias. Y aunque hayan optado por imponer el pragmatismo en la negociación de los pactos postelectorales en ayuntamientos y comunidades por interés mutuo. A los dos líderes, por razones distintas, les interesan estas alianzas territoriales: al PP, para recuperar poder; a Ciudadanos, para disfrazar que en las elecciones autonómicas y municipales no consiguió mantener la ventaja que había sacado en generales al PP en algunas destacada «plazas».
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