Para el 23-J
El PSOE apela a la épica de Zapatero en el 2008
El partido busca «su encrucijada» para «activar» a la izquierda. «De eso va a ir la campaña», aseguran
El PSOE no va a jugar al factor sorpresa. Desde el minuto uno, en el que Pedro Sánchez oficializó el lunes su intención de adelantar las elecciones, ha anticipado los términos en los que piensa plantear la campaña electoral. Habrá defensa de la gestión, por supuesto, reivindicando lo conseguido en estos cinco años en La Moncloa, pero el debate no se va a centrar en condensar los frutos del pasado, sino en anticipar un horizonte de futuro, un futuro marcado por la expectativa de un «gobierno de las derechas», el PP y Vox.
Los socialistas son conscientes de que la falta de movilización ha sido uno de los componentes de la derrota electoral que sufrió el partido el pasado 28 de mayo. Por eso, asumen que deben buscar «su encrucijada» para «activar» al electorado. El objetivo es emular la épica de José Luis Rodríguez Zapatero en 2008, cuando el PSOE consiguió sacar un millón de votos al PP, después de haber perdido las elecciones municipales en 2007 (por 155.000 votos de diferencia) y tras una campaña furibunda de la oposición contra el entonces presidente del Gobierno socialista. En el partido asimilan ambas situaciones y creen estar en condiciones de disputar, de nuevo, la batalla.
No creen que el argumento del «miedo a Vox» esté agotado, pese a que en las elecciones de Andalucía generase una corriente de voto útil hacia el PP, que acabó por cimentar la mayoría absoluta de Juanma Moreno. Exponen que en aquellas elecciones el PSOE partía de una posición desfavorable, cualquiera que hubiera sido el marco de la campaña, porque existía una «pulsión de cambio» en la sociedad andaluza. Una «pulsión de cambio» que no identifican ahora a nivel general. Exponen que la contundencia de la derrota del 28-M se ha producido en términos cualitativos, por el poder territorial perdido en favor del PP, y no tanto en términos cuantitativos, porque apenas han perdido 400.000 votos.
Por ello, el PSOE busca espolear ahora a los votantes progresistas. Con una llamada nítida al voto útil y trasladando la expectativa de que solo los socialistas son la garantía para frenar un eventual Gobierno de PP y Vox. El discurso se ha radicalizado. Con calificativos, por parte del presidente del Gobierno, a los populares de ser «derecha extrema» y asociaciones a la «extrema derecha» de Santiago Abascal, buscando ubicarle en la retina del votante como futuro vicepresidente de un Ejecutivo de coalición con el PP. «La campaña va a ir de eso. Es la elección más importante en décadas», sostienen fuentes socialistas, planteando la disyuntiva entre «avanzar o retroceder», entre «derechos o derechas».
Pero más allá de esa dualidad, el tono será bronco, «a cara de perro», y con un enfoque directo en atacar al PP y a Alberto Núñez Feijóo. Si la andadura hacia el 23-J se iniciaba con un vídeo de los socialistas evocando las «mentiras» de los populares en la guerra de Irak, el Prestige, el 11-M o el Yak-42; el reconocimiento por parte de Feijóo en una entrevista de que debe mejorar su inglés fue diana de otra producción socialista.
En Moncloa llevaban meses sosteniendo que el «efecto Feijóo» se había diluido, que era un liderazgo «flojo» y que no daba la talla en los «cara a cara» a los que se enfrentaba con Sánchez en el Senado. Sin embargo, las elecciones del pasado domingo han demostrado que el líder del PP mantiene la luna de miel con el votante, pese a que la espuma del champán ya se haya disipado.
Listas con los derrotados
El próximo 10 de junio, el Comité Federal del PSOE aprobará las listas electorales del partido. Un cónclave que hubiera sido de necesario debate interno y autocrítica por el mal resultado y que quedará limitado a un mero trámite en el que se lanzará la campaña. El encaje en las listas se antoja complicado, porque el PSOE busca cómo dar acomodo en ellas a algunos de los damnificados del 28 de mayo. Entre los que se piensan si dar el salto al Congreso de los Diputados estarían presidentas autonómicas desplazadas como Francina Armengol (Baleares) y Concha Andreu (La Rioja) y alcaldes como Óscar Puente (Valladolid) o Antonio Muñoz (Sevilla).
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