Tras el 28-M

Sánchez diseña una campaña «a cara de perro»

El PSOE asume que sus propuestas no movilizan y le compra el marco a Feijóo. Apuesta por el componente emocional del «miedo a Vox» y por concentrar el voto útil

La digestión de la debacle electoral del 28 de mayo continúa. Pese a que se haya extendido como cortina de humo el anuncio del adelanto de las elecciones generales, esto no diluye el efecto de un resultado que ha golpeado al PSOE y sobre el que se deben sacar conclusiones. Los socialistas hacen diagnóstico y asumen cuáles han sido los errores de la campaña para evitar, en la medida de lo posible, que vuelvan a producirse de cara al 23 de julio. Varias son las derivadas que han confluido en la derrota. En primer término, el partido es consciente de que tiene un problema de desconexión de la realidad social, pues ha sido incapaz de detectar la magnitud de la derrota que se cernía sobre su poder institucional. El PSOE partía de una situación comprometida, porque salía a defender el magnífico resultado electoral que obtuvo en 2019, pero en ninguna previsión estaba un retroceso de tal calibre. Hasta el último momento, se defendió que estaban «en condiciones de mantenerlo todo» y esto no parecía una mera soflama para mantener la tensión electoral, sino el escenario con el jugaban en la dirección federal.

A esto se suma que la campaña no ha funcionado. Los socialistas asumen que el tono propositivo –con anuncios a diario en cada mitin– no ha calado en la sociedad y no ha conseguido movilizar a los suyos como esperaban. La defensa de la gestión y dar «alimento» a los candidatos, con medidas territorializadas no ha sido suficiente para enfrentar una contienda marcada por la crispación y temas alejados de la agenda municipal y autonómica, como las listas de EH Bildu, el «caso Vinicius» o la trama de compra de votos por correo. Entonces, fuentes socialistas defendieron que el PSOE seguiría «por su carril» y que frente al discurso del «antisanchismo y de ETA» del PP, que «demostraba que no tenían proyecto que ofrecer», pugnaría por hacer propuestas y demostrar acción de gobierno. Ahora, el partido cede ante la evidencia y acaba por comprar el marco de los populares.

Fuentes socialistas anticipan a LA RAZÓN que la campaña de las generales tendrá otro tono totalmente distinto: «A cara de perro». «No vamos a anunciar cine a 2 euros para los jubilados», resumen gráficamente. De este modo, el PSOE pasará a desplegar una estrategia de confrontación directa con Alberto Núñez Feijóo, en la que las propuestas queden en un segundo plano. Esto supone tanto como asumir que la condición de Gobierno –defendiendo gestión, buenos datos económicos y gasto público– está agotada como agente movilizador y se opta por movimientos rápidos y percutores, pasando a la ofensiva, para tener mayor rentabilidad electoral.

Una campaña en negativo y mucho más dura contra el PP, que tuvo ayer su primer impacto con un vídeo publicado por el PSOE en el que, aprovechando el desliz dialéctico del portavoz del PP, Borja Sémper, asegurando que su partido busca «que la mentira vuelva a operar en política», lo vinculaban con imágenes de Luis Bárcenas, los atentados del 11-M, el Prestige, la guerra de Irak o el Yak-42.

Un movimiento basado en azuzar el estado de ánimo del electorado y arrasar al contrario que también se apreció en el mensaje que el presidente del Gobierno escribió en su cuenta de Twitter para reaccionar a los datos de la inflación. «El IPC baja al 3,2%, casi un punto menos que en abril, por la moderación del precio de los alimentos y la bajada de los combustibles», escribía Sánchez a modo informativo para añadir posteriormente un mensaje de reivindicación: «Las medidas socialdemócratas funcionan y benefician a la mayoría social de este país» y otro en clave de campaña: «Eso es lo que la ultraderecha no puede soportar».

El PSOE pivotará sus mensajes sobre dos variables. La primera es recuperar el «miedo a Vox». Una estrategia que fue solvente en las elecciones del 28 de abril de 2019, cuando el elector tenía todavía reciente en la retina la «foto de Colón» como elemento movilizador ante una amenaza real. Sin embargo, esta línea que se reeditó posteriormente en otros comicios, mostró ya síntomas de agotamiento en las elecciones andaluzas, donde acabó generando una corriente de voto útil hacia el PP, que terminó por consolidar la mayoría absoluta de Juanma Moreno. Entonces, en Ferraz reconocieron que Vox «ya no daba miedo» y que la estrategia de espolear este fantasma había sido ineficaz. Ahora, se recupera esta expectativa.

«El único voto útil para que no haya un vicepresidente llamado Santiago Abascal es al PSOE», señalan fuentes socialistas, que ligan lo anterior con la otra pata de la estrategia: concentrar el voto progresista en la papeleta de Pedro Sánchez. Así se entiende el movimiento reactivo de adelantar los comicios, metiendo presión a la izquierda a la izquierda del PSOE para que arme ya su proyecto. En un momento en el que este espacio ha quedado debilitado tras el 28-M y el votante puede percibir que la «verdadera garantía» para cerrar el camino a Vox en el Gobierno es apostar por el Partido Socialista. De este modo, en Moncloa no solo apuestan por movilizar a los suyos, sino por atraer al votante de otras formaciones que ahora se han quedado sin representación por disgregar su voto en otros partidos políticos.