El análisis

¿Qué apostamos?

Toda esta farsa de populismo sentimental que ha montado no se la merece el pueblo. Me juego lo que quieran a que este tío no dimite

Manifestación en Ferraz en apoyo de Pedro Sánchez
Manifestación en Ferraz en apoyo de Pedro Sánchez Gonzalo PérezLa Razón

En primer lugar y ante todo, quisiera expresar mi reconocimiento al presidente del gobierno de parte de todos los tertulianos, columnistas, presentadores y periodistas de nuestro país por el infinito alimento que da a nuestro trabajo en fines de semana como este. También los momentos de regocijo y carnaza que nos proporciona cíclicamente.

En segundo lugar, quisiera dejar bien claro que no soy un hombre dado al juego ni a aventurar pronósticos. No va con mi carácter. Pero en este caso tan singular, provocado por el presidente del gobierno, y en un día como este, voy a hacer una excepción. Me juego lo que quieran a que este tío no dimite mañana. Es más, amplío la apuesta y yo también la personalizo. Propongo al presidente que sea él quien fije el montante de mi apuesta. Pedro, tú me dices lo que apostamos: mi patrimonio, el alma, una gónada genital, lo que quieras. Pero apuesto que mañana no dimites. Veremos quién tiene razón. Si me equivoco, lo diré.

Mi objetivo principal no es ridiculizar al presidente. Para eso, se basta solo. Bromas aparte, mi propósito es más bien usar la risa para expresar lo molesta que está la ciudadanía porque nos trate como si fuéramos niños obtusos. El humor, a veces, es una cosa muy seria. Toda esta farsa de populismo sentimental que ha montado, con una misiva pública de una frivolidad insufrible, no se la merece el pueblo al que gobierna, ni su propio partido, ni siquiera la clase social a la que pertenece. Si afirma, siendo presidente del gobierno, que escribe una carta para dirigirse a la ciudadanía, está pergeñando desde su posición, le guste o no, un texto político. ¿A santo de qué contarnos en un texto de ese tipo que «está profundamente enamorado» de su mujer? Faltaría más. Eso ya lo damos por supuesto. Si no, no estaría con ella, ¿no?

Si su verdadera intención fuera la que quiere dejar entrever en la carta, lo que haría sería dimitir primero. Y luego –y solo luego– escribir una carta «de profundis» al pueblo español, expresando su preocupación por los acontecimientos cuando ya no está sujeto a las responsabilidades de ser presidente. Esa es la única posibilidad verdadera. Todo lo demás sobra. Si de verdad quiere reflexionar estos días sobre sus pasos, le recomiendo perentoriamente la lectura de un libro titulado «La democracia sentimental», del año 2018, escrito por Manuel Arias Maldonado.

Pero mientras redacte este tipo de lloriqueos sin abdicar de su posición gobernante, sabremos perfectamente que lo que intenta hacer es un Xavi Hernández, o incluso un Felipe González en 1979, cuando dio su teatral espantada y dijo a los suyos: «O yo, o el caos». En este caso actual, los suyos no son su propio partido –como en el caso felipista–, sino los socios separatistas y aritmético-izquierdistas que le van a poner contra la pared en las cercanas pruebas electorales. Ellos –que tanto gustan de ignorar cuanto dependen de su ayuda y lacerarle haciéndose los chulos– son los primeros que han salido en tromba a pedir por aclamación que no se vaya. La idea consiste en trasladar toda esa corriente de opinión como indiscutible al ciudadano votante para ver si así remonta en las próximas citas electorales.

Pero toda la farsa, la simulación, es demasiado grosera. Rebosa hipocresías, fariseísmos y contradicciones en cada una de sus torpes escenificaciones. Si la supuestamente deshumanizadora derecha tanto ha destrozado psicológicamente al presi, que necesita cinco días de paz y balneario, ¿se puede saber entonces por qué todos sus colaboradores de Gobierno y compañeros de partido salen al día siguiente a presionarlo públicamente para que se quede? ¿No son más deshumanizadoras esas presiones? ¿Por qué no le dejan tranquilo si teóricamente eso es lo que les está pidiendo?

Si no recuerdo mal, en nuestro país tuvimos un concurso televisivo sabatino en el que, al final, como juerga muy carpetovetónica, se soltaba una vaquilla. Aquí han soltado a Félix Bolaños, que no me negarán que tiene cierta pinta de vaquilla. Ha hablado de lo deshumanizadores que son sus rivales políticos, llamándoles en la misma frase «jauría de fieras», bestializándolos y precisamente negándoles entonces su condición humana. Sorprendentes prodigios intelectuales.