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Rajoy toma el mando tras el «caso Soria»

El presidente en funciones se colocará en primera línea para acallar las voces que le demandan un paso atrás. Utilizará el impulso de las campañas en Galicia y el País Vasco para frenar el desgaste sufrido a raíz del «caso Soria»

El presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy, saluda a algunos de los más de 12.000 simpatizantes que se dieron cita ayer en Pontevedra
El presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy, saluda a algunos de los más de 12.000 simpatizantes que se dieron cita ayer en Pontevedralarazon

Se coloca en primera línea para acallar a los que dicen que es un líder «desgastado». Traslada a su núcleo duro que será presidente aunque sea tras unas terceras elecciones

El presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy, no va a renunciar a utilizar las campañas electorales vascas y gallegas como un escenario más desde el que dar la batalla por la gobernabilidad de España. Tiene sus riesgos, y es consciente también de los recelos en sectores de su partido, y, en concreto, en algunos miembros de los comités de campaña del PP gallego y vasco porque valoran el desgaste que la situación nacional está generando en todos los actores implicados. A esto se suma, además, el capítulo del polémico nombramiento del ex ministro José Manuel Soria para el Banco Mundial, que tuvo que ser rectificado por la presión externa e interna. Esta crisis ha afectado directamente a Rajoy, aunque luego la hayan intentado desviar hacia el ministro de Economía en funciones, Luis de Guindos.

Pero pese a que la situación es complicada, y a pesar de que internamente hay dudas sobre cómo manejar esa campaña para conseguir afianzar el mejor resultado, Rajoy parece que lo tiene claro. Él se coloca en primera línea de salida. En un movimiento que tiene lectura externa, frente a quienes han aprovechado la investidura fallida para resucitar el mantra de que el bloqueo es porque él no da un paso atrás. Pero también interna, para aquellos que sin verbalizarlo en público, sí comentan en privado que cada día ven más difícil un Gobierno de Rajoy, al menos en esta legislatura.

Salvo en las instancias más altas de la dirección del PP, en los demás niveles crece el pesimismo sobre la idea de que, al final, se romperá el bloqueo con una abstención en el último momento del PSOE. Y ahí es donde se explican algunas de las interpretaciones que se han hecho dentro de las filas populares sobre el resultado de la batalla que ha rodeado al nuevo capítulo del «caso Soria». Hay quienes han caído en la lectura de que lo ocurrido alejaba aún más a Rajoy de un Gobierno, mientras que por el camino se reforzaban otras figuras como la de la vicepresidenta en funciones, Soraya Sáenz de Santamaría, o también la del presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, que fue uno de los que con más contundencia, y desde el primer momento, se desmarcó de la promoción de quien tuvo que dejar el Gobierno por «mentir» sobre su dinero en paraísos fiscales.

Pero Rajoy sigue su camino, ajeno a las críticas, como ya ha hecho en otras ocasiones en las que también ha pasado por circunstancias difíciles. «Ni un paso atrás ni para tomar impulso», explican sus colaboradores. Ya lo hizo en otros comicios complicados, como las autonómicas y municipales de 2015, en las que el presidente popular se colocó en primera línea de la acción electoral. Aquellos comicios fueron mal para el poder territorial del PP. Y vuelve a hacerlo ante esta campaña gallega y vasca. Desde Génova confirman que en la agenda hay señalados hasta 25 actos de campaña de Rajoy durante menos de dos semanas y repartidos entre las dos comunidades. Su presencia va a ser muy intensa, desatendiendo a quienes han planteado que convenían campañas muy territoriales y alejadas, en lo posible, del ruido nacional. Hay que tener en cuenta que en Galicia el PP regional es una organización con mucho poder autónomo, y que funciona bien atendiendo a las singularidades del territorio pero sin entrar en contradicción con el discurso nacional.

En el País Vasco es distinto. El partido tiene menos entidad al arrastrar una crisis de liderazgo desde la salida de Antonio Basagoiti y porque los resultados electorales se han visto afectados por la nueva realidad política tras la desaparición de ETA.

No obstante, el presidente en funciones va a ir a por todas en esta campaña del 25 de septiembre. Y asumirá en primera persona los riesgos implícitos en las dos contiendas, sobre la base de que las encuestas internas que manejan son positivas para su partido, dentro de las dificultades, y muy malas para los intereses socialistas. La estrategia de esta decisión de volcarse en las elecciones esconde el objetivo de plantearlas a su vez como un duelo directo con Pedro Sánchez. Rajoy confía en salir reforzado, pese al «caso Soria» y todos los demás elementos de desgaste que arrastra de una situación política sin precedentes históricos. El candidato popular ha trasladado a su entorno su confianza en que estas elecciones sirvan para debilitar a Sánchez, y que, en cualquier caso, su decisión es mantenerse como una roca, porque entiende que si el PSOE fuerza unas nuevas elecciones, su partido, con él a la cabeza, conseguirá mejorar de nuevo resultados a costa del empequeñecimiento de Ciudadanos.

Según la impresión que traslada su círculo de confianza, la decisión de resistir no es pose, sino «convencimiento» de que si no es ahora, será después de otra cita con las urnas, pero seguirá como presidente del Gobierno. La «obstinación» de Sánchez, y la previsión de que, en cualquier caso, la balanza no se descoloque significativamente a favor del PP, hacen que en su partido no todos lo tengan tan claro. Y que incluso haya quien en la sombra toma posiciones por si el bloqueo acaba llevándose por delante a los que hoy están en primera línea. Pero Rajoy no tiene ninguna duda, o eso dicen quienes le rodean. «Es cuestión de tiempo. O ahora o luego, pero no hay alternativa de Gobierno», advierten. De momento, la batalla está en Galicia y País Vasco, y Rajoy ha decidido librarla como si él también fuera candidato. No con una caravana propia, como en las autonómicas gallegas de 2009, pero sí marcando territorio.

Ante más de 12.000 personas, el presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy, arropó ayer en Pontevedra al candidato del PP a la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijóo en un acto que arrancó con más de media hora de retraso debido a que la plaza de toros se quedó pequeña y más de 1.000 personas no pudieron acceder. Ante sus fieles, el líder del PP quiso dejar claro que «tenemos el aval de nuestra gestión, un proyecto de futuro y el mejor candidato, por no decir el único candidato de verdad». Rajoy recordó que el PP «ha hecho las cosas bien», destacando la gestión económica, aprovechando para cargar contra las nuevas formaciones y coaliciones al afirmar que, si hubiesen estado en el poder, «estaríamos en el peor momento de la crisis».Ya en clave nacional, apuntó que la falta de estabilidad hace daño y crea muchos problemas, destacando los «263 días con un Gobierno en funciones». Los españoles, dijo, «no se merecen un día más en esta situación. La táctica obstruccionista de Pedro Sánchez amenaza con hacernos perder aún más el tiempo». No queremos para Galicia lo que vemos en el Parlamento nacional», sentenció.