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Rajoy anuncia ante Aznar una reforma fiscal para familias y dependientes

Reivindica los frutos de su gestión: «Nadie puede decir que este Gobierno no ha tomado decisiones de gran calado»

José María Aznar y Mariano Rajoy, en una imagen de archivo
José María Aznar y Mariano Rajoy, en una imagen de archivolarazon

El presidente del Gobierno ha puesto hoy en valor ante el expresidente Aznar las reformas económicas que está poniendo en marcha y ha dicho que, aunque no se puede asegurar aún que "España va bien", sí se puede afirmar que "España va mejor"que hace un año.

La ocasión no dejó mucho margen ayer al presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, para hacer algo distinto de lo que hizo, después de la enmienda a algunos de los capítulos de la gestión de su Ejecutivo que le presentó el ex presidente José María Aznar en la entrevista en Antena 3 del pasado 21 de mayo. Los dos se reencontraron en la clausura del Campus FAES y Rajoy optó por exhibir el perfil más reivindicativo de su gestión y de sus decisiones, sin entrar directamente en el cuerpo a cuerpo con su anfitrión, el organizador del seminario, pero dejando algún recado entre líneas que sonó a posible respuesta a las críticas y a las correcciones que ha recibido. Rajoy sabe que Aznar da voz al sector de su partido que cuestiona las subidas de impuestos, el ritmo de algunas reformas o la política de su Gobierno con respecto a Cataluña, por ejemplo.

Él no citó a nadie y primero hizo un amplio alegato en el que resumió los indicadores en los que sostiene la confianza en que su política ha dado «la vuelta al reloj de arena» y ha servido para poner en marcha la cuenta atrás para la reactivación económica y la creación de empleo. Incluso hizo un guiño explícito a la propuesta de reforma fiscal que abanderó la semana pasada FAES, es decir, Aznar. Pero sus palabras finales resonaron con la fuerza de una respuesta a las críticas recibidas: «Nadie podrá decir que el Gobierno que presido no ha tomado decisiones y que no ha adoptado reformas estructurales, que son, además, de un enorme calado». Y añadió: «Quedan dos años y medio de Legislatura y los balances se hacen cuando hay que hacerlos; no al principio, no es justo y no conduce a nada».

Antes de esta advertencia, Rajoy barrió para casa dentro de una estrategia dirigida a sumar y a borrar divisiones internas. No sólo aseguró que los expertos elegidos por el Gobierno tomarán debida nota de la propuesta de reforma fiscal de FAES, sino que anticipó ante el ex presidente que la que presentará el Gobierno a principios del año que viene irá precisamente dirigida a atender a la clase media y tendrá un importante componente social. Aznar se ha significado por pedir al Gobierno una bajada de impuestos, entre otras razones para «aliviar a la clase media», señalando como ejemplo lo que se hizo en su etapa de mandato.

Y Rajoy coge el testigo y nombra a un hombre de la etapa de Gobierno de Aznar, a Manuel Lagarde, como máximo responsable de la comisión de expertos encargada de dibujar el nuevo sistema fiscal. Y además anuncia que entre sus objetivos estará el desarrollo social, o dicho de otra manera, favorecer a aquellos que necesitan una especial protección, como las familias y los discapacitados. El presidente no entró en detalles técnicos de por dónde irá esta reforma que ha encargado a los expertos, salvo para enumerar sus ejes teóricos: lograr un sistema tributario más sencillo; conseguir la suficiencia del sistema para que los poderes públicos puedan ejercer sus competencias; favorecer el desarrollo del país y la internacionalización de las empresas; conseguir una mejor gestión e inspección de los tributos; y más eficiencia en la recaudación.

Las otras tres reformas en las que incidió están también muy marcadas en la agenda de FAES: la de la Administración Pública, la energética y la de las pensiones. Esta última se coloca entre las que verán la luz próximamente, a la vuelta ya del verano. Rajoy asumió que no será fácil, que es una decisión que puede ser costosa en términos de opinión pública, «pero la responsabilidad del Gobierno exige que se haga». El presidente también citó la evaluación de la reforma laboral, de la que dependerá que se adopten o no nuevas decisiones en el futuro. Y colocó en el centro de su acción política a autónomos, pymes y emprendedores, especialmente en lo que afecta a su problema de financiación.

Su cierre del curso político deja una puerta abierta al optimismo, «realismo», según puntualizó. «Estamos mejor que hace un año, y aunque no podemos decir como en otros tiempos que "España va bien"(en alusión a Aznar), sí podemos decir que España va mejor y que el rumbo marcado es el correcto». Y ayer dejó también la promesa de que el año que viene estaremos mejor, y en 2015 aún mejor. «Hoy puedo decir que estamos mejor que en julio del año pasado, pero estamos mucho peor que en julio de 2015. Aunque nunca podremos manifestar la más mínima satisfacción mientras que el crecimiento y la creación de empleo no vuelvan a nuestro país», concluyó. Por otro lado, en la jornada en FAES no se habló ni de Luis Bárcenas ni de la corrupción.

Conversación protocolaria sin moverse de sus posiciones

El posado del presidente del Partido Popular, Mariano Rajoy, con el ex líder del Gobierno José María Aznar es ya un clásico del arranque de verano. Una foto a la que le falta espontaneidad, aunque es cierto que también depende del año y de las circunstancias que atraviese en esos momentos la relación. Independientemente, siempre es una imagen en la que a sus dos protagonistas se les nota envarados y con ese gesto artificial que exigen las cámaras que están grabando cada uno de sus gestos. El formato, sentados en dos sillas en mitad del jardín, no permite desplegar confidencias ni recortar distancias. Ayer volvieron a repetir la escena. Un apretón de manos, palmada en el hombro y unos cuantos minutos de conversación protocolaria, en la que ya se cuidan mucho los dos políticos de no expresar nada que resulte inconveniente, no vaya a ser que las palabras acaben siendo «pilladas» por algún micrófono indiscreto. En definitiva, Mariano Rajoy y José María Aznar guardaron las formas, aunque entre los dos políticos exista un mar que les separa por muchos motivos, y que no se debe solamente a sus diferencias a la hora de expresar sus planteamientos políticos y económicos. En esta ocasión también pesan cuestiones personales.