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Rajoy no dará más oxígeno a Mas y no ve espacios para retomar el diálogo
Moncloa cree que el adelanto electoral favorecerá su discurso de estabilidad de cara a las generales
El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, ha considerado hoy que el anuncio de elecciones anticipadas en Cataluña supone "la constatación y la evidencia del fracaso de una determinada política que sólo ha generado inestabilidad e incertidumbre".
El adelanto electoral por parte de Artur Mas se esperaba ya en Moncloa, aunque aun así les obliga a ajustar su estrategia al nuevo escenario. El primer análisis que hacen es que el movimiento del presidente de la Generalitat para ganar tiempo y mantener viva la hoguera del independentismo quita un peso de encima a Mariano Rajoy en esta Legislatura. De momento, el presidente del Gobierno elude la concreción del órdago antes del verano, en función del nuevo Parlamento catalán que surgiese de los comicios, lo que le hubiera limitado muchos sus márgenes de maniobra. Además, la proximidad de las autonómicas catalanas a las generales facilita que se cree un clima de preocupación por la cuestión nacional y puede favorecer su discurso en defensa de la estabilidad política e institucional como garantía de la recuperación económica. Este mensaje y el de la unidad de España se verán reforzados según se aproximen las catalanas y, en consecuencia, a medida que se acerquen también las próximas generales.
Con su decisión, Mas rompe definitivamente los puentes con el Gobierno de la Nación. Desde Moncloa precisan que por encima de las coyunturas políticas y partidistas mantendrán el diálogo institucional y, fundamentalmente, el económico y financiero, «con el que se ha evitado la quiebra de la Generalitat y en el que se sostiene la garantía de los servicios públicos de los catalanes». Pero dicho esto, también anticipan que no queda espacio para retomar el diálogo personal con Mas ni tampoco para darle ningún balón de oxígeno para lidiar con todos los frentes que tiene abiertos, entre ellos la investigación por parte del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC) por un posible delito de desobediencia en la organización del 9-N.
El último empujón para sostenerle fue el acuerdo del Consejo de Ministros para rebajar los intereses por el dinero que las comunidades reciben del Fondo de Liquidez Autonómica y del Fondo de Proveedores. La Generalitat se ahorra unos 1.700 millones de euros por la decisión de que no tenga que pagar intereses por el dinero ya prestado y no devuelto. Un alivio para Cataluña con el correspondiente enfado de otras autonomías más saneadas y cumplidoras con sus deberes, y que desde el Gobierno se presentó como «una política de Estado, con altura de miras, por el bien de los catalanes y del conjunto de los españoles».
En el entorno del presidente anticipan que Rajoy no impulsará más medidas extraordinarias ni cambiará su estrategia de aquí a las elecciones. «Ahora toca hacer política, cada uno en su terreno», puntualizan. Entienden en medios populares que, a estas alturas, la batalla está en Cataluña, pero sobre todo está en el resto de España y que deben buscar aumentar sus apoyos bajo la bandera de que el PP es el único partido comprometido con los logros, los avances y la estabilidad del actual marco autonómico y constitucional. «El resultado en Cataluña hay que pelearlo aunque es difícil que sea bueno», explican en el PP. Dicen que Mas ha ido levantando un muro y que ahora lo que espera es que Podemos erosione a ERC y a la CUP. Y que el Parlamento español se fraccione lo máximo posible de cara a 2016, «para entonces jugar ya con todas las cartas descubiertas la apuesta independentista», defienden. Una previsión en la que en la dirección popular justifican que tan importante o más que el resultado en Cataluña es lo que ocurra en el resto de España, ya que ese nuevo Parlamento español será el que pueda que tenga que verse en la tesitura de levantar un muro de contención frente a la amenaza de ruptura a la que se han ligado CiU y ERC pese a sus diferencias y su pugna por ver quién se queda con el trozo de pastel más grande.
En el Gobierno tienen muy presente el último sondeo del CEO, el CIS catalán, en el que el organismo oficial de la Generalitat, al que se le reprocha que tienda a engordar las expectativas nacionalistas, sentenciaba que la sociedad está profundamente fracturada, que los catalanes no independentistas siguen siendo más que los que quieren un Estado independiente (un 40 por ciento) y que CiU y ERC podrían estar en el borde de la mayoría, pero de superarla, en ningún caso lo harían con una abultada diferencia a su favor. «Esto deja en el horizonte el riesgo de que tras las autonómicas catalanas los resultados lleven a CiU a seguir en su huida hacia adelante con ERC sin tener en cuenta esa fractura en dos mitades prácticamente iguales de los catalanes», dice un alto cargo del Gobierno.
«Entramos en tiempo de descuento, en tiempo vacío, en el que Mas, al frente de un Gobierno sin agenda y asfixiado por la corrupción, intentará consolidar esa ligera mejoría que le dan los sondeos desde la consulta del 9-N. Pero por delante hay tantas pruebas que tiene que tener mucha fe en sí mismo si cree que conseguirá superarlas todas sin morir en el intento», concluye uno de los colaboradores de Rajoy que está en el reducido equipo en el que se apoya el presidente en la gestión del problema catalán.
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