Ciudadanos
Rivera «aparta» a Girauta
El distanciamiento entre el portavoz parlamentario y el líder de Ciudadanos es cada vez más evidente en el seno de la formación naranja, lastrada por su modelo presidencialista.
El distanciamiento entre el portavoz parlamentario y el líder de Ciudadanos es cada vez más evidente en el seno de la formación naranja, lastrada por su modelo presidencialista.
No hay buen clima desde hace meses, y hace una semana las imágenes mostraron con toda su crudeza el muro que existe hoy entre el líder de Ciudadanos, Albert Rivera, y su portavoz parlamentario, Juan Carlos Girauta. El minuto de silencio en las escalinatas de los Leones en el Congreso de los Diputados tras el atentado terrorista de Berlín deparó una foto que, claro que sí, vale más que mil palabras. La presidenta, Ana Pastor, ocupó el centro y a su izquierda los portavoces parlamentarios de distintos grupos. Por este orden: Rafael Hernando (PP) primero, Antonio Hernando (PSOE) a continuación, el propio Rivera en tercer lugar, Aitor Esteban (PNV) a su lado, etc. ¿Y Girauta? «Expulsado» ante las cámaras al extremo derecho de la instantánea, confundido entre otros rostros parlamentarios.
Ninguno de los dos quiso disimular. En el fondo, les da igual. Entre Rivera y Girauta algo se ha roto que, al fin y al cabo, es lo que importa. Esas formas diferentes de la «nueva política», que tanto juego ha dado airear (y esto vale igual para C’s e, incluso con mayor contundencia, para Podemos), en pocos meses han dejado paso a los mismos procesos de luchas cainitas acrisolados durante años en los partidos tradicionales.
El carácter presidencialista de la formación naranja lleva a Albert Rivera a acaparar el protagonismo. Todo. Y por ello las fuertes personalidades, necesariamente escondidas en el armario, están predestinadas a explotar con su peor cara en las redes sociales.
Juan Carlos Girauta parece haber hallado en Twitter su vía de escape. Ciudadanos parece enfrentarse al comienzo de este 2017 a una situación de agotamiento que dista mucho de la impresión de solidez que busca proyectar la formación naranja de puertas hacia afuera.
Albert Rivera a duras penas puede contener el guirigay de su partido. Lo hace a base de tener la última palabra en todas las decisiones. Y cuando se le abre un agujero demasiado visible no le queda otra que tratar de taparlo, como ocurrió con el triste fallecimiento de Rita Barberá, que llevó incluso a José Manuel Villegas a confesar en privado el error que resultó pedir su cabeza al PP para plantearse apoyar la investidura de Mariano Rajoy. Un extremo por el que el vicesecretario general, el hombre más cercano al jefe, fue expresamente desautorizado, curiosamente por la jefa de prensa del grupo, Susana León.
Las confusiones internas han llegado al extremo, por ejemplo, de hacer pasar en numerosas ocasiones a la dirección del Grupo Popular por media docena de interlocutores antes de obtener respuestas definitivas a sus conversaciones con la corte de Rivera. Esto es: el propio Girauta, Miguel Gutiérrez, Villegas, la jefa de gabinete María Castiella y, finalmente, el propio líder. En medio de tanto envoltorio no es extraño que sea habitual la estrecha vigilancia del «todopoderoso» departamento de comunicación, como si fuera la longa manus de Rivera, sobre cualquier diputado o miembro de la Ejecutiva en sus acercamientos a la opinión pública.
Las voces críticas en el seno de la formación naranja se han escuchado también recientemente con la convocatoria de las primarias del partido. Los críticos de C’s, con la eurodiputada Carolina Punset y la plataforma #TransCsparencia a la cabeza, cuestionan la decisión de la dirección del partido de que la elección por el sistema de primarias únicamente se aplique al presidente y a los miembros de la comisión ejecutiva, y no al resto de órganos de Ciudadanos, entre ellos el Consejo General o la Comisión de Garantías.
Punset, ahondando la distancia que le separan de Rivera, ya expuso públicamente el pasado mes de noviembre que la razón de limitar las primarias es únicamente conseguir un «paseo triunfal» del líder naranja en el que sería su cuarto mandato. Incluso algunas voces siembran dudas sobre las garantías del sistema de elección (mediante voto telemático de sus militantes, sin requerimiento de avales o tiempo mínimo de permanencia en el partido). Los críticos naranjas defienden, sin embargo, que el voto presencial evitaría los riesgos de unos resultados salpicados por la sombra del fraude.
A consecuencia de todas esas grietas internas, lo cierto es que ahora mismo las cartas de Ciudadanos están lejos de ser ganadoras. La implantación futura del proyecto liderado por Rivera (a quien no se le atisba rival que pueda inquietarle) va a depender (y mucho) de su labor en la actual legislatura. Claro. Y para sobrevivir a su exitoso lanzamiento como fuerza política nacional, a Albert Rivera no le queda más remedio que ser imaginativo y permitir a los españoles ver otras bazas distintas de los tics personalistas de siempre.
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