Derrota «sin paliativos»
Sánchez hunde al PSOE y pone en jaque su poder
El partido pierde la Comunidad Valenciana, Aragón, Baleares, Extremadura, Canarias, La Rioja y el bastión histórico de Sevilla
El PSOE llegaba a estas elecciones en una situación comprometida. El partido salía a defender el excelso poder territorial que consiguió en 2019, por lo que desde una posición tan aventajada el retroceso se antojaba inevitable. Pero no tanto. La derrota «sin paliativos» que ha sufrido la formación este 28-M ha sido tan dura como inesperada. Desde la dirección socialista se ha sostenido hasta el último momento que estaban «en condiciones de mantenerlo todo», pero lo cierto es que el cambio de ciclo contra el que la formación se había conjurado ha llegado a materializarse.
Los síntomas del desgaste venían percibiéndose desde hace meses. Hasta ahora y a excepción de Cataluña, el PSOE había perdido todas las elecciones autonómicas a las que se había presentado: Galicia y País Vasco, Comunidad de Madrid, Castilla y León y el duro golpe de Andalucía. Los socialistas no gobernaban en ninguno de estos feudos, por lo que la derrota no supuso alterar el statu quo. Ahora, la debacle se ha producido y el desgaste no es imputable a los candidatos, sino a la estrategia de fondo. Los socialistas no han logrado movilizar a 700.000 votantes de su espectro, lo que obliga a recalcular el recorrido tras el varapalo sufrido por la coalición.
El retroceso del PSOE (28,1%) se cuantifica en las dos joyas de la corona: a nivel autonómico, la Comunidad Valenciana, y a nivel municipal, la ciudad de Sevilla. El mapa se completa con un patrón atroz, en el que el partido se hunde. Los socialistas pierden, además, bastiones clave como Extremadura, donde obtuvieron mayoría absoluta en las últimas elecciones; Baleares, Aragón, Canarias y La Rioja. En la resistencia se mantienen Castilla-La Mancha, con el crítico Emiliano García-Page como gran superviviente de la noche, gracias a su mayoría absoluta; Navarra, donde María Chivite podrá revalidar el pacto de la pasada legislatura, y en Asturias, donde Adrián Barbón podrá mantenerse con un pacto a su izquierda.
Sobre la Comunidad Valenciana se posaban todas las miradas y el PSOE la ha perdido. Los socialistas llegaron al poder en 2015 y perder esta plaza es demoledor para las opciones de Pedro Sánchez de mantener La Moncloa a final de año. Con los feudos de Andalucía, donde se certifica la pujanza del «efecto Moreno», la Comunidad de Madrid con mayoría absoluta y ahora la Comunidad Valenciana, Alberto Núñez Feijóo tiene alfombrada una mayoría para poder hacerse con el poder en las generales.
Pedro Sánchez se ha echado la campaña a la espalda y le ha caído como una losa. Lejos de marcar distancias para evitar el «efecto contagio» de un mal resultado, el presidente del Gobierno ha capitalizado los titulares, en un torrente de anuncios que, quizá por desborde, han resultado insuficientes. La campaña municipal y autonómica, la que debería estar más pegada a la resolución de la problemática ciudadana, se ha nacionalizado, superada por polémicas que han transitado desde las listas de EH Bildu –otro de los grandes triunfadores de la noche– hasta la trama de la compra de voto por correo. Una estrategia, la de Sánchez de acaparar los focos que ha sido errónea ya que contaba con líderes potentes y con gestión solvente que defender, sin necesidad de la intermediación del líder socialista.
En cuanto a las ciudades, el PSOE pierde Sevilla, último reducto del músculo socialista en Andalucía y solo podría hacerse con la alcaldía de Barcelona, pese a ser segunda fuerza, si consigue ahormar una alianza de izquierdas con comunes y republicanos. A partir de ahora, el PSOE tendrá que recalibrar su estrategia para optimizar todos sus recursos antes de las generales. Entre los filones que podrá explotar de esta noche, la única lectura positiva, es que el PP tendrá que atarse a Vox para gobernar. Un peaje a pagar por Feijóo que Sánchez explotará al máximo para cuestionar su perfil moderado. Veremos si con resultados.
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