La Crónica
Sánchez seguirá en Moncloa aunque Puigdemont le retire su apoyo
Se empieza a difundir el mensaje de que los siete votos de Junts son prescindibles pese a que el Gobierno pierda la capacidad de legislar
Esta semana el Congreso levantará acta del arranque de la campaña de las elecciones europeas. El pretexto es el Pleno maratoniano del próximo día 22 en el que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, mezclará las explicaciones sobre las actividades de su esposa Begoña Gómez con el informe sobre los últimos Consejos Europeos, la posición con Palestina o el estado de salud del conflicto con el Reino Unido por Gibraltar. Un cajón de sastre que Moncloa quiere que sirva para que el acta de la sesión parlamentaria registre el mensaje que Sánchez ya ha venido dejando caer en sus intervenciones públicas de esta pasada semana, entre ellas, la entrevista en Al Rojo Vivo, en La Sexta: «Sus políticas son las que han conseguido descabezar al independentismo y llevar a Cataluña a la normalidad». Un eslogan que exige reinventarse de nuevo en un acto de negación de Carles Puigdemont y de las concesiones que tuvo que hacer tras las elecciones generales para sacar adelante la investidura. En la campaña de las generales negó la amnistía. Ahora es el juego inverso, negar a Puigdemont, negar que sus siete diputados en el Congreso de los Diputados pueden llevarse por delante su legislatura y recuperar el discurso más duro y áspero contra el independentismo
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En el guion de campaña que ha preparado el equipo del presidente el ex ministro Salvador Illa es su principal fortaleza, pero tiene que mantenerse «virgen» en sus pactos postelectorales y para ello cuenta con la ayuda de que los plazos de constitución del nuevo Parlamento catalán le permiten retrasar hasta el 10 de junio, un día después de la votación de las elecciones al Parlamento Europeo, la visualización de los primeros acuerdos o desacuerdos. Mientras, por debajo, el PSC ya ha empezado a apretar algunas tuercas de ERC para influir sobre ellos con dos objetivos: que se visualicen las voces que defienden que tienen que gobernar a Illa y que crezca la crisis interna de la formación republicana para que descarten, por completo, la tentación de la repetición electoral y del frente con Junts.
El funcionamiento interno de ERC sigue unas reglas que no se ajustan a los parámetros que rigen en las otras formaciones convencionales, pero, incluso así, desde el entorno socialista están ya difundiendo que los republicanos «marearán la perdiz hasta el último momento», pero que «hay bases para un acuerdo» que aúpe a Illa a la presidencia de la Generalitat y que, además, saque del terreno político a Puigdemont. Tan triunfalistas son en sus pronósticos que no solo ven a Illa presidente, sino que de un mismo golpe se llevan por delante a Junqueras y a Puigdemont, los dos socios de investidura de Sánchez. Con lo que no cuentan, sorprendentemente, es con que pueda haber alguna reacción por parte de los líderes independentistas, como si fueran a asumir su jubilación sin rechistar ni adoptar ninguna medida que afecte a la estabilidad de la Legislatura.
Aun van más allá, porque, incluso, de darse el supuesto de que Puigdemont retirase al PSOE el apoyo de sus diputados en el Congreso, porque se sienta maltratado o traicionado por Sánchez, desde la «fontanería» del presidente sostienen que esto no se entiende como motivo para disolver la legislatura y convocar elecciones generales porque «les quedan los otros apoyos y son más que los que tiene la oposición». Una cuenta, en todo caso, muy fuera de la realidad: en cuanto los siete diputados de Junts se sumen a la mayoría del PP y Vox –170 diputados–, ya tendrían la mayoría absoluta. Pero los números no afectan al discurso electoral y el mensaje que ya están dejando los portavoces de Sánchez es que Puigdemont era decisivo para que saliese adelante la investidura, pero sus votos son ahora prescindibles, en esta nueva manera de entender la política en la que se convierte en accesorio poder aprobar leyes o actualizar los Presupuestos Generales del Estado (PGE). Si se valida este discurso, la única capacidad que tendría Puigdemont de vengarse de Sánchez sería por la vía de la moción de censura, lo que implica que en la ecuación esté Vox.
Los portavoces socialistas, los mismos que tienen el encargo de mantener abiertas vías de interlocución con Puigdemont, también están vendiendo la teoría de que Junts está en una situación tan crítica que «no pueden permitirse el lujo de perder una llave de influencia en Madrid», aunque ya no tengan la relevancia que se les dio antes de las elecciones catalanas. Este análisis de la situación política hay que ponerlo en cuarentena porque todos los partidos están amoldando sus discursos a lo que creen que más les conviene para la campaña del 9-J. Sanchez, en su estado camaleónico, se ha metido en otro traje y pretende competir con Feijóo con el título de pacificador de Cataluña, pero borrando al mismo tiempo del expediente las cesiones, la mesa de diálogo y casi hasta la amnistía. Con discreción tiene ya peones trabajando para arreglarle el problema de los pactos. Y uno de ellos es el ex presidente José Luis Rodríguez Zapatero.
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