España
Santamaría, Montoro y Báñez lideran el balance del Gobierno
El tándem clave ha sido entre la vicepresidenta y Hacienda: «Una coordina la política y el otro cuadra las cuentas»
Lunes tres de agosto. Es un día frenético en La Moncloa. A las diez en punto de la mañana, la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría y su equipo se reúnen con el ministro Cristóbal Montoro y alto cargos del Ministerio de Hacienda. Asisten los dos grandes colaboradores de la vicepresidenta: José Luis Ayllón, secretario de Relaciones con las Cortes, y su eficaz jefa de Gabinete, María González Pico. Por parte de Hacienda, los tres secretarios de Estado: Miguel Ferré, Marta Fernández Curras y Antonio Beteta. El objetivo es preparar la presentación en el Congreso al día siguiente de los Presupuestos Generales del Estado. Los más importantes de toda la legislatura, los únicos que plantean un giro social tras una legislatura durísima, con ajustes necesarios previos a un rescate que hubiera sido tremendo para España. Montoro llega a la reunión con buen humor, comenta que en unos días casa a una de sus hijas y suelta una buena frase : «Estos son los Presupuestos ROGAE, o sea, realistas, oportunos y con gancho electoral». Nunca mejor dicho. Sobre la reunión, la última oficial del Ejecutivo antes de unas cortas vacaciones, planea otro asunto de calado: el desafío soberanista de Artur Mas. Esa misma tarde, el presidente de la Generalitat escenifica el decreto de convocatoria en términos casi de comedia. El Gobierno lo sabe y por ello la vicepresidenta había acordado con Mariano Rajoy los términos de las actuaciones. A Moncloa llegó la información de que Mas pensaba retrasar al máximo su comparecencia, hasta las nueve de la noche, para infundir un mensaje totalmente soberanista en la TV3 catalana. «¿Se ha creído el Rey en su mensaje de Nochebuena?», ironiza alguien en La Moncloa. Pero Rajoy no pierde la calma y a las nueve de la mañana despacha con Soraya. Está a punto de bajar a Doñana con su familia y tiene previstos actos electorales en Huelva antes de despachar con el Rey en Mallorca y viajar a Galicia. «Ten preparada la respuesta», le dice a la número dos del Gobierno.
Dicho y hecho. Poco antes de la patética comparecencia de Artur Mas, la vicepresidenta habla rotunda desde La Moncloa. Legalidad y neutralidad son sus palabras. «Que nadie tenga la menor duda de que en Cataluña y el resto de España se vigilará el cumplimiento estricto de la Ley», asegura tras reiterar que la convocatoria es todo un fracaso del propio Mas. Mientras, el ministro de Hacienda ultima su rueda de prensa en el Congreso, donde presenta unos Presupuestos expansivos y con claros beneficios hacia Cataluña. Oportunos, por la apuesta clara de estabilidad en los mercados, digan lo que digan el PSOE y la oposición. Realismo, por su equilibrio entre ingresos y gastos. Y electoralismo, porque premia algo al contribuyente, en especial autonomías y funcionarios, colectivos altamente sufridores en estos duros años de crisis. «Menos lamentos y más propuestas», afirma el ministro de Hacienda, auténtico látigo de los ajustes en estos años de penumbra económica.
En estos cuatro años de legislatura, ahora en su recta final, Soraya Saénz de Santamaría y Cristóbal Montoro han sido los verdaderos «pata negra» del Gobierno. Ministros con «mando en plaza», afirman sin dudarlo en el Grupo Parlamentario Popular. Por ellos han pasado todas las iniciativas legislativas y han sido los únicos en no fallar un solo día en las sesiones de control al Gobierno en el Congreso. Llámese Ley de Transparencia, Reforma Fiscal o cualquier otro proyecto estrella de la legislatura, todos los textos han pasado por los despachos de Soraya y Montoro. «Una coordina la política y el otro cuadra las cuentas», dicen veteranos diputados del grupo popular. Además, en la eterna pugna entre los «sorayos» y «marianistas», el tándem formado por la vicepresidenta y el titular de Hacienda le ha dado a Rajoy mucha más satisfacción que quebraderos de cabeza. Ello se vio en la última rebelión tras la salida de José Ignacio Wert como ministro de Educación: «Mientras unos conspiraban, otros trabajaban», aseguran colaboradores de ambos. En este tramo final, los ministros afrontan un balance variopinto. Nadie duda en el Gobierno y en el PP de que los dos «halcones» han sido Soraya Sáenz de Santamaría y Cristóbal Montoro. Sus comparecencias en el Congreso, su «dar la cara», no tienen precedentes en ninguna otra legislatura. Dentro del equipo económico, una mujer muy consolidada es Fátima Báñez, estrecha colaboradora de la vicepresidenta, trabajadora infatigable y autora de la Reforma Laboral, una de las medidas estelares del Gobierno que ha permitido unas cifras de empleo nunca soñadas al inicio de la crisis. La ministra Báñez lo ha logrado sin hacer ruido y es una de las pocas personas de las que Mariano Rajoy habla muy bien en privado, destacando su tenaz lucha contra el paro y buena relación con los interlocutores sociales. Encuadrada en el clan de los «sorayos» , su balance en cifras de empleo, pensiones y afiliación a la Seguridad Social es magnífico.
Dentro de equipo económico, la suerte se le torció a Luis de Guindos. Altamente valorado en el sector empresarial privado, las cosas se complicaron con el «Caso Bankia» y la posterior imputación de Rodrigo Rato, que mucho en el PP atribuyeron a quien fuera su secretario de Estado. Pero su mayor varapalo fue no logar la presidencia del Eurogrupo, que todo el mundo daba por cerrada, y que le ha dejado «noqueado», según fuentes de su entorno. Después de batirse el cobre en Europa, Guindos se quedó a «dos velas» y él mismo ya ha confesado que dejará el Gobierno y la vida pública en unos meses. Su colega en el área económica, el canario José Manuel Soria, goza de una amistad personal con el presidente. Contestado por algunas de sus medidas energéticas, y sobre todo en el sector audiovisual, donde mantuvo divergencias con la vicepresidenta, le avalan unas cifras récord en el sector del turismo. Es de los pocos que despacha directamente con Mariano Rajoy. Otro «sorayo» muy bien valorado, según la encuesta del CIS, es el ministro de Sanidad, Alfonso Alonso. Tomó las riendas de un departamento complicado, tras la precipitada salida de Ana Mato, y, sin ser médico, todos en el sector valoran su capacidad de dialogo. Batutó bien la crisis de la Hepatitis C, tendió puentes con la industria farmacéutica y ha logrado pacificar el Consejo Interterritorial de Sanidad, que agrupa a los responsables de las Comunidades Autónomas. Sin adscripción a ninguna familia del partido se sitúan los llamados ministros híbridos, como el de Defensa, Pedro Morenés, con buen cartel ente los mandos de las Fuerzas Armadas. Algo que puede trasladarse al titular de Justicia, Rafael Catalá, que llegó al Ministerio en pleno polvorín de la dimisión del entonces Fiscal General del Estado, Eduardo Torres Dulce y ha intentado dialogar con todas las asociaciones judiciales. En algunos sectores se le critica mucha tibieza frente a algunas decisiones del actual presidente del CGPJ y Tribunal Supremo, Carlos Lesmes.
En el círculo de confianza del presidente siguen intactos José Manuel García-Margallo, Jorge Fernández y Ana Pastor. Los tres son amigos personales de Rajoy desde hace muchos años, «marianistas» puros. Aunque con matices. Margallo es un hombre locuaz y nunca ha ocultado sus ambiciones para ascender a otros puestos, sobre todo en el equipo económico del Gobierno. Bien considerado en las cancillerías internacionales, trabaja ahora en el viaje de los Reyes Felipe y Letizia a Estados Unidos, donde serán recibidos el próximo 15 de septiembre en la Casa Blanca por el presidente Obama y su esposa. Jorge Fernández y Ana Pastor son colaboradores muy cercanos a Rajoy, a quien han acompañado en todos sus puestos en el gobierno. El ministro del Interior es un catalán valiente en la defensa de la unidad de España, bajo su mandato han disminuido todas las cotas de terrorismo e inseguridad ciudadana y puso en marcha las nueva Ley de Ayudas a las Víctimas. Ana Pastor es una magnifica gestora al frente de Fomento, donde se ha ganado el respeto de un sector potente y complicado, y afronta ahora la ampliación del AVE a otras siete provincias españolas.
Quedan dos ministros neutros en el ranking gubernamental. Isabel García Tejerina en Agricultura, una buena técnica que sustituyó a Miguel Arias Cañete, con contactos en Europa y bien valorada, y el de Educación, Iñigo Méndez de Vigo, recién llegado. Este Ministerio ha sido un punto negro en el final de Legislatura con el nombramiento de José Ignacio Wert, su antecesor, como embajador en la OCDE. «Un embajador por amor no se sostiene», reconocen ministros y dirigentes del PP muy críticos ante la decisión de Rajoy de designar a Wert, polémico y el peor valorado del Gobierno, como representante diplomático español ante la OCDE. Un puesto altamente remunerado en París, que le permite compaginar vida oficial y privada con su mujer, la ex Secretaria de Estado Montserrat Gomendio. «Estos gestos no nos favorecen», admiten dirigentes del PP.
Tras la última encuesta del CIS, en el Gobierno y el PP respiran optimismo. Fuentes de Moncloa explican las órdenes de Rajoy en este tramo final: una nueva relación con los medios informativos, cercanía con las estructuras regionales, cautivar al votante de centro, combatir los «agujeros negros» de Cataluña, Andalucía, Navarra y País Vasco, vender las buenas noticias económicas de Montoro y las cifras de empleo de Báñez, infraestructuras preelectorales de Pastor, contundente reacción y defensa de la unidad de España tras el 27-S, implacables ante la corrupción de los casos Bárcenas y la Púnica, y renovación del grupo parlamentario previa a una etapa de pactos tras las generales.
Han pasado cuatro años de una Legislatura durísima y convulsa, que será bronca en este tramo final electoral bajo el desafío separatista en Cataluña. Mariano Rajoy obtuvo una mayoría absoluta inédita en la historia política española y afronta ahora un nuevo reto electoral. Mas de trescientas leyes, inmensas horas de debate parlamentario y un examen con notable en Europa avalan su gestión. En Moncloa aseguran que está en plena forma y se volcará en Cataluña y toda España. Lo revela la frase con la que despidió a su Gobierno tras el último Consejo de Ministros antes de unos días veraniegos: «Voy a caminar mucho para no desandar lo andado». En una semana, todos a sus puestos.
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