
País Vasco
A seis metros: El hermano de una víctima de ETA compartirá plenos con una terrorista
Jorge Mota advierte de que las instituciones no pueden ser "el refugio de quienes ayudaron a destruirla con sangre y terror"

Seis metros de distancia es la que separa la dignidad de la impunidad; es la frontera que hay entre el dolor y la indiferencia macabra. Ese será el espacio que, a partir de ahora, dividirá a Jorge Mota, concejal del PP y hermano del funcionario de prisiones Ángel Mota, víctima de ETA, de Sandra Barrenetxea, la nueva concejal de Bildu que ha situado Arnaldo Otegi en el consistorio de San Sebastián.
Barrenetxea, condenada en 2016 por su vinculación con la banda terrorista, la misma organización que asesinó al hermano de Mota, ocupará su escaño el próximo 27 de febrero en el Ayuntamiento, justo frente a quien, durante años, ha luchado por la memoria y justicia de las víctimas del terrorismo. Además, la nueva edil de Bildu ha estado vinculada a EKIN, organización terrorista que servía de puente y trasladaba toda la información a la cúpula etarra para supuestos atentados. Mota asegura que para él no es bienvenida. "Es inaceptable que se siente en esta institución democrática quienes trabajaron para sembrar el terror, la muerte y el sufrimiento", y así intentará decírselo en el pleno. Porque, subraya "no lo aceptamos, no lo normalizamos y, desde luego, no lo olvidamos". "Las instituciones deben ser el reflejo de los valores de convivencia, no el refugio de quienes ayudaron a destruirla con sangre y terror".
En 1990, ETA centró parte de sus esfuerzos en una nueva estrategia dirigida contra los funcionarios de prisiones, específicamente a aquellos que trabajaban en el sistema penitenciario. Dado que la organización terrorista no podía acceder fácilmente a los directores de las cárceles debido a las medidas de seguridad que se habían implementado y apenas salían al exterior —sus residencias estaban fijadas también en las prisiones—, la banda decidió entonces atacar a los funcionarios de prisiones, considerando que estos, aunque no estuvieran directamente involucrados en la gestión de los reclusos, eran percibidos como un componente clave del sistema penitenciario y, por ende, un blanco «legítimo». Ángel Mota, hermano del actual concejal de los populares, fue una de las víctimas de esta estrategia. Él fue el primer funcionario de prisiones asesinado por ETA. Trabajaba en la prisión de Martutene desde hacía once años donde se dedicaba al reparto de las pagas de los reclusos y la entrega de las nóminas a sus compañeros. La organización terrorista había recabado información sobre sus hábitos e itinerarios. Mota se pregunta por esa labor que hacía Barrenetxea en EKIN de recabar información. «¿Quién me dice que no fuera el de mi hermano? Esto es una provocación, un insulto. No saben lo que hacer para seguir intentando hacer daño a todas las víctimas», asegura Jorge Mota a LA RAZÓN.
El edil del PP tiene claro que la estrategia de Arnaldo Otegi es una «provocación». Porque, si quisieran tender «ciertos puentes no podrían a una terrorista como concejal, sino que la saltarían» en la candidatura. Aunque tampoco habrían dejado que 44 etarras se presentaran en ella. «Me resulta vomitivo. Es humillante para todas las víctimas del terrorismo que estén en las instituciones», apunta Mota.
El 13 de marzo de 1990, el hermano de Mota estaba en el barrio de la Antigua de San Sebastián. Mientras su esposa echaba el cierre a un negocio de fotografía propiedad de su padre, el funcionario de prisiones se dirigió a su furgoneta con su hijo de seis meses. En el momento en el que lo estaba acomodando en el cochecito el etarra Francisco Javier Balerdi Ibarguren le disparó en la cabeza con una pistola 9 mm Parabellum sin importarle que el impacto pudo haber asesinado también al bebé que cayó al suelo abrazado a su padre -fue recogido del suelo por una mujer-. Tras el asesinato, la viuda de Ángel Mota tomó la decisión de distanciarse de la familia de su marido y 35 años después no han vuelto a saber de ellos. El asesino era un «liberado» de ETA que trabajaba en el Ayuntamiento de San Sebastián y, «en sus ratos libres» procedía a asesinar a gente. Fue condenado a 20 años por cinco asesinatos y ya está en libertad. «Lo más curioso es que vive muy cerca de donde vivían mis padres. Cuando le excarcelaron le hicieron un recibimiento con niños incluidos». Mota dice que si se lo cruzara por la calle le daría «un asco terrible».
Tener en cada pleno a un concejal vinculada al entramado etarra «no me genera miedo. Ya pasamos mucho miedo con el asesinato de mi hermano, y mi familia también» y recuerda el sufrimiento tan grande que padecieron todos, especialmente su padre que no volvió a incorporarse al trabajo. Jorge Mota decidió quedarse en el País Vasco. «Me tocó tirar del carro de mi familia y veía que estaban reconfortados por cómo nos arropábamos», recuerda y lo mismo que hizo con su familia intentó trasladarlo ayudando a las víctimas del terrorismo desde distintas asociaciones como Covite o la AVT.
Mota advierte del «bochorno» que supone que PNV o el PSOE esté dando a Bildu todo tipo de «balones de oxígeno». «No podemos perder fuerza con el miedo sino resistir con las herramientas que tenemos» porque así «podremos seguir haciéndoles frente».
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