El desafío independentista
Tortilla española y gazpacho andaluz en Estremera
En este mundo de postverdades los independentistas verán que la «posthumillación» a Oriol Juqueras y a los ex «consellers» es que les incluyan en el menú una tortilla española y gazpacho andaluz a modo de maltrato psicológico. No les llamarán «botifler» porque Oriol ya tiene como primer apellido mártir. Claro que se están dando de bruces con una plácida realidad: están en celdas de doce metros cuadrados, pueden recibir atención médica las 24 horas del día, hacer diez llamadas cada semana y visitas a de sus familiares durante el fin de semana. Encarcelados en módulos de respeto –el mismo que ellos han violentado a una mayoría de catalanes al ningunearles y acosarles– seguirán una rutina en Estremera, un centro penitenciario tranquilo, alejados de los presos conflictivos, y en el que impera la normalidad, algo que hasta les puede incomodar si quieren seguir imponiendo su discurso de Estado represivo. Desayunan a las ocho y, después, tienen a su disposición actividades lúdicas como clases de «spinning», actividades culturales –si una de ellas son unas clases de España, el bloque independentista va directamente al Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo– hasta que comen a las dos de la tarde. Luego pasean por el patio, donde pueden confraternizar con otros presos, hasta que cenan a las ocho. Se esperaban «El expreso de medianoche» y lo que más les escuece es que se han quedado sin argumentos.
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