Elecciones europeas
Tu voto es decisivo
El fantasma de la abstención que planea sobre los comicios del 25 de mayo beneficia a los partidos populistas. Su auge desestabilizaría la Europa que ahora conocemos
El fantasma de la abstención que planea sobre los comicios del 25 de mayo beneficia a los partidos populistas. Su auge desestabilizaría la Europa que ahora conocemos. Artículos de: Francisco Marhuenda, Antonio López-Istúriz y de Jacques Delors y Antonio Vitorino
El nivel de participación que se espera para las elecciones al Parlamento Europeo es del 43,6%, el más bajo de nuestra historia. Los dos grandes partidos nacionales, PP y PSOE, son las dos candidaturas más afectadas por la baja participación que se estima para las cercanas elecciones europeas. Si comparamos los resultados de las elecciones generales del 20-N con las previsiones de la encuesta de NC Report para LA RAZÓN, obtenemos que de los 17,9 millones de papeletas que obtuvieron PP y PSOE en las pasadas elecciones generales, tan solo recibirán el próximo 25 de mayo 9,8 millones, es decir, 8,1 millones de votantes populares y socialistas no apoyarían a sus partidos respectivos en las elecciones al Parlamento Europeo.
Pero es de destacar el alto nivel de movilización de todos los demás partidos, que consiguieron 6,1 millones de votantes en 2011 y van a llevar a las urnas 5,7 millones, es decir, el 93,4% de su electorado, en otras palabras, casi todos van a volver a votar opciones diferentes de PP y PSOE. Y muy probablemente vendan como victoria frente al bipartidismo este resultado la noche del 25-M.
Sin embargo, el domingo 25 de mayo sólo se espera en los colegios electorales al 54,7% de los votantes del PP y PSOE, y este escenario de apatía electoral entre los votantes del bipartidismo facilita que cualquier candidatura que sume en todo el territorio nacional un cuarto de millón de votos tiene prácticamente asegurado un escaño en Estrasburgo.
Esto explica el aparente efecto multiplicador que se percibe de los partidos menores, pues con incluso menos votos que en las elecciones generales de 2011 van a obtener un porcentaje de voto espectacular, van a pasar del 26,6% obtenido en las elecciones del 20-N al 37,3% de los sufragios válidos en los comicios europeos.
Nunca antes una campaña electoral ha tenido tanto sentido para pedir el voto a los ciudadanos como la actual. Las formaciones que encarnan el bipartidismo en España tienen la responsabilidad de activar a todo su electorado. Por lo tanto, el PP y el PSOE tienen un gran reto ante ellos, el de ser capaces de movilizar a prácticamente la mitad de sus votantes. Concretamente el 45,3% de sus electores de las elecciones generales de 2011 no tiene previsto, a fecha de hoy, votar en las elecciones europeas. En las campañas anteriores de 2004 y 2009 ya se fracasó en el intento movilizador, pues tan solo votó el 45,1% y el 44,9%, que aunque son porcentajes superiores a los esperados para el 25-M, supusieron una ruptura con la tradicional alta participación del electorado español en comicios europeos, prueba de ello es la media del 61,3% registrada en el periodo 1987/1999. No sólo deben tomarse estas elecciones en clave nacional, como ya lo están haciendo los partidos de menor tamaño, sino que deben utilizar la pedagogía para explicar a los ciudadanos lo fundamental que es para el futuro inmediato de Europa quiénes ocupen los escaños en el Parlamento Europeo.
El los últimos dos meses hemos asistido a una tímida recuperación de la participación, de marzo a mayo ha pasado del 42,0% al 43,6%, la subida es de 1,6 puntos porcentuales y su efecto inmediato ha sido incrementar el porcentaje de voto de los dos grandes partidos nacionales, que en estos dos meses ha pasado del 58,7% al 62,7% del voto válido a candidatura, lo que se ha traducido en un aumento de los 34/36 escaños previstos en marzo a los actuales 36/38 de un total de 54. Por lo que queda demostrada la relación directa entre aumento de participación e incremento de la representación de bipartidismo.
De hecho, a lo largo de nuestra reciente historia democrática, los nivel más elevados de participación registrados desde 1977 y hasta el inicio de la crisis económica actual, se producen en momentos claves de nuestra vida política, en 1982, cuando Felipe González ganó por primera vez una s elecciones, la participación fue del 79,9%, las primeras elecciones de junio de 1977 llevaron a las urnas al 78,6% de los españoles, en marzo de 1996, la victoria de Aznar, llenó los colegios electorales con el 77,4% de participación, así como en las elecciones de 2004, que llevaron a la Moncloa a Rodríguez Zapatero y en las que se alcanzó un 75,7%. Por lo tanto la ciudadanía acude a refrendar en las urnas los cambios que quiere protagonizar.
El 25 de mayo es una fecha histórica en el calendario de la construcción europea, por primera vez nos encontramos ante las que pueden considerarse las primeras elecciones presidenciales europeas. El Tratado de Lisboa de 2007 que modificó el Tratado de la Unión Europea y el Tratado constitutivo de la Comunidad Europea, tras el fracaso constitucional de 2004, estableció para las elecciones al parlamento europeo que el Consejo Europeo, formado por los jefes de estado y de gobierno de los veintiocho países miembros de la Unión Europa, a la hora de proponer al Parlamento su candidato a la presidencia de la Comisión Europea, el equivalente al presidente del gobierno o primer ministro de la Unión, deberá tener en cuenta el resultados de las elecciones al Parlamento Europeo.
Por lo tanto el próximo presidente de la Comisión Europa debe ser el candidato europeo más votado, es decir Junker o Schultz, los cabezas de cartel de las principales fuerzas de centro–derecha y centro–izquierda a escala europea, será propuesto por el Consejo e investido por el Parlamento Europeo.
La Comisión Europea es el principal órgano ejecutivo de la Unión y su presidente estará dotado de un gran poder de influencia, tanto sobre las instituciones europeas como sobre los gobiernos nacionales.
Si a esto unimos que el 85% de la legislación de aplicación nacional se aprueba en el Parlamento Europeo, nos debemos hacer una idea de lo trascendental que son para los quinientos millones de europeos, cuarenta y seis millones de los cuales son españoles, las inminentes elecciones europeas. Las decisiones de Estrasbugo y Bruselas influyen directamente en la vida de los ciudadanos de la Unión.
En estos momentos ya hay formaciones políticas que se están aprovechando de la situación de baja participación de voto que está prevista para la jornada del 25-M; por ejemplo en el Reino Unido la abstención de los electorados conservador y laborista permitiría la victoria del partido nacionalista UKIP, e igualmente sucedería en nuestra vecina Francia, en donde el Front National sería también el partido político más votado con el 23 por ciento, superando así a socialistas y conservadores. Como decía Burke, «Lo único que necesita el mal para triunfar es que los hombres buenos no hagan nada».
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