Papeles de Panamá
Un canario con las alas rotas
Acumuló todo el poder regional del partido, donde le llamaban «el Aznar de las islas» por su gran parecido físico con el ex presidente del Gobierno. Llegó a Madrid con una cartera ministerial de enorme influencia estratégica. Se ganó la confianza de Mariano Rajoy, que siempre le agradeció el trato personal con su padre cuando, ya viudo y anciano, pasaba largas temporadas en Las Palmas de Gran Canaria. Y hasta estuvo en las quinielas como un posible sucesor, algo que él filtraba mientras tocaba «muchos callos» en el sector. Pero todo se derrumbó no sólo por unos papeles, sino por la enorme torpeza ante las exigencias de su explicación pública. Es la historia de José Manuel Soria López, un hombre mediático y ambicioso, que no calculó bien la peligrosa ecuación entre política y negocios. Hace ya tiempo que su nombre era un clamor en el entramado societario de Panamá y, peor aún, en el oasis fiscal de Jersey. En su entorno reconocen que no quiso, y tal vez ni supo, verlo y controlarlo.
En los círculos políticos y económicos, su ocaso se veía venir. Hace unas semanas, cuando su nombre ya sonaba en la trama panameña, dos destacados empresarios del Ibex, pioneros en el sector energético, coincidieron en el reservado de un restaurante madrileño con un alto dirigente del PP. La frase de uno de ellos fue elocuente: «Al canario le están cortando las alas». Acertó de pleno. José Manuel Soria había estado muchas veces en el punto de mira. Unas veces, por unas vacaciones caribeñas sospechosamente pagadas. Otras, por sus desafíos a empresarios de los sectores de su potente ministerio, eléctricas, energía, turismo. Y, sobre todo, por los profundos enfrentamientos con Sáenz de Santamaría y el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro. Con la primera, mantuvo fuertes divergencias por el área audiovisual. Y con el segundo, estaba a la greña por la regulación energética y la política tarifaria. «Iba de sobrado, con mucha pose y poco contenido». Así define un ministro «pata negra» del Gobierno, incluso amigo suyo, la actuación de Soria en los conflictos de su departamento. Sin hacer leña del árbol caído, es la misma percepción de varios dirigentes en Génova trece, donde se le instó repetidamente a controlar mejor el PP en Canarias. El malestar creció cuando hubo filtraciones sobre la figura de Soria para suceder a María Dolores de Cospedal al frente de la Secretaría General. Según fuentes del PP, el canario alardeaba siempre de su amistad con Rajoy, de pertenecer a su círculo próximo y de liderar el llamado G-8. Es decir, el grupo de ministros enfrentados a los llamados «sorayos», fieles a la vicepresidenta. En su juego de ambiciones, no calculó la jugada. «A Mariano le ha decepcionado hasta lo más hondo», dicen en Moncloa y Génova. Prueba de ello fue el altercado en los pasillos del Congreso, escuchado por algunos periodistas: «Calladito estás mejor», le espetó el Jefe de Gabinete de Rajoy, el catalán Jorge Moragas. El hombre que hoy es ya un cadáver político creció en una familia muy conocida de terratenientes y exportadores de hortalizas cultivadas en los invernaderos de Teide, en Las Palmas de Gran Canaria. Su padre, Manuel Soria Segovia, era un emplelado de Iberia en la isla quien, al casarse con la hija de un acaudalado empresario agrícola, Pilar López, heredó la empresa familiar. Tuvieron seis hijos, pero al fallecer su padre, fueron José Manuel y su hermano Luis Alberto, los únicos varones, quienes tomaron las riendas del negocio familiar. Según cuentan en la isla, la familia se exilió en Londres durante un tiempo por problemas fiscales, por lo que el menor, Luis Alberto, nació en la capital británica y todos ellos hablan un perfecto inglés. Amigos canarios coinciden en que ambos están muy unidos, aún con diferencias de carácter. Luis Alberto es un economista tímido, gris y tecnócrata. Mientras José Manuel es técnico comercial del Estado, brillante, locuaz y siempre le gustó la política.
Soria incrementó las raíces empresariales en las islas también en su vida personal. Se casó con su novia de la infancia, Carmen, hija de un ilustre empresario agrícola canario, Antonio Benítez Calixto. Ella es procuradora de un influyente despacho de abogados y ejerció de primera dama en su etapa como alcalde de Las Palmas. Muy atractiva, «de gracejo», como dicen sus amigos, trabajó en temas polémicos como el caso de Caja Canarias y otras empresas del sector eléctrico y energético reguladas por el ministerio de su marido. Ello provocó fuertes críticas en el PP de Canarias, por entender que perjudicaba la imagen de Soria y el partido. «El tema estaba larvado y ahora estallará del todo», reconocen dirigentes populares en el archipiélago. La pareja tiene dos hijos, Manuel y Margarita, vinculados al mundo del derecho y la empresa, aunque en su entorno niegan que hayan sido unos «enchufados» de su padre. Recluido ahora en su finca familiar de Las Palmas, que cambió por una casa anterior más sencilla en el municipio de Tafira, Soria vive el ocaso de su vida política. Obsesionado por el deporte, la dieta y su forma física, quiso volar y se quedó con las alas rotas en el camino. Como bien dice un alto dirigente del PP que bien le conoce: «Pisó el plátano sin saber que resbalaba».
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