Política

Caso Nóos

Un juez discreto y campechano

El juez José Castro está hoy más cerca de dejar de ser protagonista asiduo de la actualidad, una vez que ha notificado el auto en el que mantiene la imputación a la Infanta Cristina y propone enjuiciar a otras quince personas por diversos delitos relacionados con el caso Noós.

Este veterano juez de 68 años, considerado una persona discreta y campechana, ha terminado la instrucción que arrancó hace 1.436 días y que ha quedado reflejada, finalmente, en un auto de 167 páginas.

Castro ha sostenido que debía imputar a la infanta Cristina y que haría lo mismo en parecidas circunstancias con otra ciudadana, puesto que para él, que es titular del Juzgado de Instrucción 3 de Palma, ninguna consideración extrajudicial está por encima del deber.

Contra viento, marea, la Agencia Tributaria y la Fiscalía, a lo largo de la instrucción de Nóos ha tomado declaración a la Infanta, Iñaki Urdangarín, y al resto de imputados, y les ha preguntado sobre los negocios que se hicieron por medio de la empresa Aizoon propiedad de los duques de Palma, convencido de que se limitaba a hacer bien el trabajo del que vive desde 1976.

Entonces empezó una carrera en la judicatura que apunta a una "tan forzada como tediosa jubilación", como él la ha llamado, y que le llevó por juzgados de Andalucía, Canarias y Cataluña hasta que en 1985 recaló en Mallorca para incorporarse a una magistratura de Trabajo de la que cinco años después salió para ocupar su plaza como titular de Instrucción 3 de Palma.

En la segunda planta de un viejo colegio salesiano, al final del pasillo más visitado por periodistas del sobrio edificio judicial, tiene su despacho rodeado de los funcionarios a su cargo, que también son habituales compañeros de cafés y aperitivos.

Para ellos es Pepe, que es como pide que le llame la gente cuando no está ejerciendo sus funciones como juez, y cuando está de tertulia cruza bromas y chascarrillos que contradicen el semblante serio que muestra habitualmente cuando las cámaras están al acecho.

A pesar del riesgo de que cualquier desliz verbal le acarrease problemas, desde que está en el ojo del huracán no ha dejado de atender a los periodistas que se han dirigido a él y ha asumido con paciencia el interés de los medios.

Sin embargo, nunca ha dado una entrevista, ni respondido en público a críticas y reproches, como los que en alguna ocasión ha hecho a raíz de la imputación de la infanta su antiguo amigo el fiscal Pedro Horrach.

Vive desde hace años en el Molinar, un barrio antaño marinero de la capital mallorquina, en una casa cuya privilegiada ubicación le permite pasear a pie o en bicicleta al borde del mar.

Salvo por esporádicos dolores de espalda que atribuye a las horas que pasa sentado ante el ordenador, Castro se mantiene activo y en plena forma.

Es poco dado al traje de chaqueta y la corbata, que constituyen el uniforme de buena parte de sus compañeros de profesión, lo que acentúa su aspecto de hombre llano, aunque cuidadoso de su aspecto.

Se desplaza a pie, en bici o con la "scooter"en la que ha sido profusamente fotografiado cuando llega o sale de los juzgados.