Partidos Políticos

Un senador llamado Artur Mas

La Razón
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El ex presidente podría liderar la candidatura convergente a la Cámara Alta en su intento por volver a la política activa.

Dos políticos enfrentados ante la nueva Convergencia Democrática de Cataluña. Es la actual situación que viven Artur Mas y su sucesor, Carles Puigdemont, en un momento político muy delicado ante el 26-J. La antaño todopoderosa formación fundada por Jordi Pujol sufre ahora una gran crisis de liderazgo en medio de fuertes deudas económicas. El futuro de CDC, que volverá a recuperar sus tradicionales siglas tras el fracaso electoral de la marca Democracia y Libertad el 20 de diciembre, está en manos de los militantes que votarán en una consulta interna el 21 de mayo. El desenlace se debate entre dos opciones: la creación de un nuevo partido abanderado por Mas y la refundación de la que es partidario Puigdemont. De los casi treinta mil militantes convergentes, sólo la mitad podrán ejercer su derecho al voto, al estar al corriente de pago de las cuotas establecidas.

El dogma de la sucesión se ha cumplido y, según dirigentes de CDC, las relaciones entre Mas y Puigdemont son «correctas pero frías». El ex presidente mantiene su deseo de ser una especie de Xavier Arzallus a la catalana. Es decir, el líder del partido, mientras el actual inquilino de La Generalitat ocuparía un plano institucional. Con Francesc Homs de cabeza de lista, el resultado de diciembre fue penoso y las encuestas no pronostican ahora mejores expectativas. La intención de Artur Mas de acudir a las urnas en coalición con Esquerra Republicana fue de plano rechazada por Oriol Junqueras, a quien los sondeos colocan en buena situación junto al frente de izquierdas liderado por En Comú Podem, la formación de Ada Colau, que finalmente concurrirán en coalición. Por el contrario, la tesis predominante en CDC es descartar cualquier alianza.

Algunas fuentes apuntan la posibilidad de que Mas pueda liderar finalmente una candidatura convergente al Senado en las elecciones del 26-J, algo que en su entorno aún no confirman. De ser así, Mas engrosaría el llamado «paquete de ex presidentes» en la Cámara Alta, donde ya se sientan otros antecesores como los socialistas José Montilla o Marcelino Iglesias, y la popular aragonesa Luisa Fernanda Rudí. La dirección del partido está volcada en la consulta del día 21 y movilizar todo lo posible a las bases territoriales. Además, en esa fecha se celebrarán las primarias para elegir al cabeza de cartel al Congreso que, en estos momentos, tiene dos aspirantes. El anterior portavoz, Francesc Homs, que ya ha formalizado su candidatura con los avales necesarios y el apoyo de la organización territorial de Osona, y la responsable de igualdad y derechos civiles de CDC, Silvia Requena. El presidente Puigdemont ha expresado todo su apoyo a Homs, que fue mano derecha y hombre fuerte de Mas, mientras éste guarda un discreto silencio. «Mas quiere volver a ser el jefe del partido», aseguran dirigentes de Convergencia. Puigdemont ha sobrepasado ya los cien días de su llegada a La Generalitat y todos cuantos trabajan en su entorno coinciden en que ha creado a velocidad de vértigo su propio espacio, muy alejado de su antecesor Artur Mas. «Suave en las formas, sin renunciar a los principios». Su petición de entrevista con Mariano Rajoy en la Moncloa fue un principio de deshielo, a pesar de las profundas diferencias de criterio. Durante esta etapa, de manera muy discreta, Puigdemont ha recibido a personas de la sociedad política, empresarial y civil de Cataluña. «Es mejor entenderse con un independentista de pedigrí que con un advenedizo como Mas», aseguran destacados empresarios y dirigentes políticos, tras estos encuentros con el inquilino de la presidencia catalana.

Según el balance de dirigentes de varios partidos en Cataluña, Puigdemont es mucho más pragmático que su antecesor y tiene algo claro que ha transmitido a sus interlocutores: una cosa son los gestos y otra, la realidad. Por ello, aunque en público abandera «el procés» independentista y la creación de estructuras de estado, sabe perfectamente que necesita la ayuda del gobierno español. «Aquí no hay un duro, necesitamos al Estado español y éste, a su vez, depende de Bruselas». Por otro lado, Convergencia atraviesa una situación financiera penosa, con deudas acumuladas de anteriores ejercicios, que ahogan sus maltrechas arcas. El resultado del 26-J es capital para intentar una solución que mitigue esta asfixia, mientras sus relaciones con Junqueras se mueven en «encaje de bolillos», en palabras de varios consejeros del Govern. Así se ha visto en sus diferencias de criterio sobre la subida de impuestos defendida por el líder de ERC y vicepresidente, matizada por el propio Puigdemont.

Su actuación política se cimenta en tres baremos: petición del referéndum sin una radical declaración unilateral de independencia, prudente equilibrio con Junqueras y distancia absoluta de Mas. «Junqueras marca el paso y Puigdemont le sigue con inteligencia», dicen en el Govern. A pesar de su separación electoral en unos nuevos comicios, fuentes de Convergencia y ERC coinciden en que ambos mantienen una buena sintonía personal y lealtad institucional. No obstante, los resultados del 26-J marcarán un antes y un después en las filas convergentes. El ex presidente no se siente cómodo en su «rol secundario» y está a la espera de movimientos futuros. Todos cuantos le han visitado en el Palau Robert, donde tiene su despacho como ex presidente, coinciden: «Quiere volver y está pensando cómo».

El escenario que ahora vive Convergencia es complicado y, según algunos empresarios que se han visto recientemente con Puigdemont, éste no renuncia a su liderazgo. Fuentes de CDC explican que Artur Mas está «inquieto» por comprobar cómo su sucesor va por libre y escapa a su control. Y lo segundo, porque en sus intentos de refundar Convergencia muchos les dan la espalda. «El partido le está dejando solo», admiten destacados convergentes. Germá Gordó, Josep Rull y Jordi Turull están en la carrera, pero quien de verdad aspira al liderazgo es el propio Carles Puigdemont. Esto lo reconocen incluso varios dirigentes del PSC, que mantienen buena relación con el presidente. «Le gusta el poder y luchará por él», aseguran tras vaticinar una batalla entre Artur Mas desde el partido, y el Govern de La Generalitat por otro. De momento, las espadas están en alto tras la consulta interna que definirá el nuevo modelo de partido, la posible bicefalia o el liderazgo único de Convergencia.