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Una operación cada vez más habitual

La Razón
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S. M. el Rey fue intervenido por la complicación que ha presentado la prótesis de cadera implantada hace algo menos de un año. En el mundo actual, la medicina avanza a velocidades insospechadas, pero aun así toda cirugía puede presentar sus complicaciones y la cirugía protésica no es una excepción. Hay que entender que la colocación de una prótesis en la cadera (o cualquier articulación) trae implícito un riesgo, y en el caso de las prótesis, en lo que hay que pensar es que precisen ser cambiadas. Generalmente se suele atribuir esto al «desgaste» de la prótesis, lo que sería técnicamente el aflojamiento mecánico de alguno de sus componentes, pero también puede ocurrir un aflojamiento séptico porque algún germen haya entrado en contacto con la prótesis y haya ido debilitando la unión de la misma con el hueso, como bien ha comentado el Dr. Cabanela estos días. Esto ocurre en entre un 1% y un 2% de las prótesis implantadas. Saber por qué ha ocurrido es especular.

Ante la situación de una prótesis infectada, la única vía posible es el tratamiento quirúrgico que se ha realizado. La cirugía de una infección protésica requiere experiencia, ya que es más compleja que una primera colocación y es realizada en nuestro país con frecuencia y eficacia en los centros de referencia del Sistema Público. Dado el incremento de la edad de la población, cada vez más pacientes son portadores de prótesis de cadera y, por lo tanto, hay más gente con probabilidades de precisar un recambio.

La cirugía ha consistido en una reapertura de la zona quirúrgica anterior, con una incisión mayor para tener los tejidos expuestos, y en la extracción de la prótesis colocada. Ante la presencia del tejido sugestivo de infección, se procede a la limpieza del mismo y a la limpieza exhaustiva y detenida de toda la zona del fémur donde se hallaba la prótesis y del cótilo (articulación de la cadera en la pelvis). Tras este procedimiento, se intercala una pieza que actúa como espaciador y que desprende antibiótico localmente, y que también precisa de drenajes para evitar la acumulación de hematoma que podría favorecer una reinfección.

En función del resultado de los cultivos de las muestras obtenidas se adecuará el antibiótico dirigido al germen causante de la infección y el tratamiento deberá ser endovenoso para que llegue mejor a un tejido como el hueso, que ya tiene unas características por sí mismo que lo hacen resistente a la penetración de antibióticos en su interior. De aquí que se hable de una pauta de entre cuatro y seis semanas de tratamiento endovenoso, seguido posiblemente de un tiempo por vía oral.

Una vez asegurado el «enfriamiento de la zona» y que esté limpia de gérmenes, se podrá proceder a la colocación de una nueva prótesis y empezar una rehabilitación más estándar de la prótesis de cadera. No obstante, durante el proceso intermedio no debe olvidarse el trabajo rehabilitador para evitar la atrofia muscular, con ejercicios isométricos y movilizaciones de rodilla y tobillo.

Al Monarca le espera un periodo largo de recuperación que puede llegar hasta seis meses para la deambulación con ayuda de un bastón, para lo cual lo más importante, independientemente del paciente que pase por esta intervención, es la voluntad, la perseverancia y las ganas de recuperarse.