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Volver a caminar por «las cuatro estaciones del año»

Las cicatrices de primera hora de la mañana dieron paso horas después a la actividad que barceloneses y visitantes, que decidieron que volviera a tener la que Lorca definió como «la calle más alegre del mundo»

Volver a caminar por «las cuatro estaciones del año»
Volver a caminar por «las cuatro estaciones del año»larazon

Ayer, a las nueve de la mañana, las Ramblas mostraban sus cicatrices, las consecuencias del criminal acto terrorista. Tal vez por eso aún era poca la gente que transitaba por esta calle mientras que algunos comercios intentaban llevar la necesaria normalidad.

Federico García Lorca decía que las Ramblas son «la calle más alegre del mundo» y «donde viven juntas las cuatro estaciones del año». Josep Pla, por su parte, consideraba en las páginas de «El cuaderno gris» como un auténtico placer pasear por esta avenida, un lugar que calificaba como «imponente de luces, de tráfico, de gente y de dinero». Y los elogios al paseo, punto de encuentro de conocidos y desconocidos, de poetas, artistas, floristas, caricaturistas, paseantes o viajeros, ricos y pobres, no se acaban desde hace décadas, haciendo que el verbo «ramblejar» en catalán sea una manera de entender la vida.

Ayer, a las nueve de la mañana, las Ramblas mostraban sus cicatrices, las consecuencias del criminal acto terrorista. Tal vez por eso aún era poca la gente que transitaba por esta calle mientras que algunos comercios intentaban llevar la necesaria normalidad. En uno de los kioscos no se podía disimular la inquietud. «Los compañeros que trabajaron cuando pasaban los hechos no vendrán hoy. Están demasiado afectados como para volver hoy», decía uno de los kiosqueros. En un hotel cercano, el Citadines Ramblas, en un pasaje que comunica con la cercana calle de En Bot, recordaban como «una avalancha de personas vino hacía aquí huyendo, uno de ellos herido con una pierna rota». Hasta las once y media de la noche no permitieron que pudieran salir los que buscaron cobijo, mientras que clientes que permanecían fuera algunos fueron reubicados incluso en casas de amigos, de aquellos que se convierten en nuevos amigos al solidarizarse con las víctimas.

La Boqueria presenta una imagen triste. Esa explosión de aromas y sabores, ese lugar en el que puedes empezar el día feliz si te acercas a la barra del Pinotxo, donde se dan citan los mejores productos que llevar a la mesa, permanecía cerrado mientras algún turista levantaba el cuello pensando que podría ver algo. Casi debajo del mítico mercado, en la pastelería Escribà, todavía recordaban con dolor lo que habían vivido. «Hemos abierto con un stock reducido porque esta noche no ha podido trabajar el horno», apuntaba el gerente de esta histórica tienda conocida por sus dulces y acoger a no pocos ramblistas. Hasta el local llegaron «unas 60 personas. Vimos la furgoneta a toda velocidad. Después de que entraran todos, cerré las persianas». Los del Escribà, al igual que muchos de los empleados de las tiendas de las Ramblas y sus alrededores fueron los héroes anónimos del día, los encargados de socorrer a las víctimas en los primeros minutos de la tragedia, los que escondieron a quienes huían de la tragedia con el miedo a las espaldas.

Las Ramblas, a las diez de la manaña, empezó a despertar. La idea de unas Ramblas desiertas se comenzaba a desdibujar para ser lo que ha sido siempre: una avenida abierta que sirve para dar la bienvenida a aquellos que llegan desde el puerto. Así lo pensaba Joan Miró quien en 1976 realizó un bellísimo mosaico ubicado en el Pla de l’Ós, a mitad del camino del paseo, casi rozando el Gran Teatre del Liceu. Fue allí donde la furgoneta asesina cerró su periplo mortal. Eso es lo que ha hecho que esta obra mironiana fuera ayer el lugar destinado al homenaje a las víctimas. Flores, mensajes, velas o globos infantiles daban un color especial al mosaico mientras algunos entonaban improsivadamente «Imagine» de John Lennon. A Joan Miró le habría gustado saber que sobre su obra se cantaba que deberíamos imagina «a toda el mundo,/ viviendo la vida en paz».

Cuando a las once de la mañana los Mossos empezaban a quitar el precinto policial, ya era un hecho que a las Ramblas lo que más le importa es vivir, al igual que los ramblistas, tanto los de Barcelona como los de fuera de la ciudad.