El desafío independentista
Y el autor pide cambio
«La solución final, antes que con el resto de España, pasa primero por resolver el conflicto entre catalanes. Esas dos mitades que se han enfrentado», afirma el periodista y analista de LA RAZÓN, Toni Bolaño
«La solución final, antes que con el resto de España, pasa primero por resolver el conflicto entre catalanes. Esas dos mitades que se han enfrentado», afirma el periodista y analista de LA RAZÓN, Toni Bolaño.
Después de 15 días de campaña, 15 entrevistas a personas influyentes de la política catalana, más dos entrevistas a líderes políticos como Miquel Iceta e Inés Arrimadas, estoy desanimado, les soy sincero. Mis deseos no tienen ningún «pero». Deseo un cambio político en Cataluña. Así sin más, ansío el cambio. La realidad, sin embargo, puede ser otra cosa. Los resultados del 21-D pueden situarnos en una Cataluña ingobernable, aunque todo indica que el soberanismo pierde apoyos y sus cuitas internas están acrecentándose.
Con este pesimismo a cuestas, creo que el escenario que se abre a partir del día 22 va a ser diferente. Los postulados independentistas van a cambiar porque, ciertamente, tienen fuerza, pero no la suficiente para imponerlos. No tanto por los procesos judiciales abiertos, sino porque con sólo el 50%, seguramente muchos menos, están incapacitados para seguir por la senda unilateral que ha llevado a Cataluña a perder su autogobierno. Culpan al 155 y a los partidos constitucionalistas, porque la mejor defensa es un ataque. Los líderes independentistas son los culpables de la aplicación del 155. Nadie más. Sus líderes están incapacitados para seguir al frente de sus respectivos partidos. El mejor favor patriótico que podrían hacer a nuestra Cataluña querida es retirarse.
También el escenario va a ser diferente en el campo constitucional. Los vetos cruzados de esta campaña deben pasar a mejor vida tras el 21-D, al margen del resultado final. Todos los votos serán importantes. Incluidos los Comunes, a quienes las encuestas los envían al rincón de pensar. Iceta, Arrimadas, Domènech y Albiol están condenados a entenderse porque abrir un nuevo proceso electoral podría ser la gota que colmara el vaso de la catástrofe.
Más incertidumbre abocaría la economía catalana a un estado de shock del que tardaría en recuperarse. De hecho, estoy convencido de que con lo que tenemos hoy, esta recuperación será lenta y farragosa. Más incertidumbre ahondaría la ruptura social y familiar. Decía Joan Tardà, al que le tengo aprecio personal, que es falso que las familias catalanas se hayan resquebrajado. Que es falso que la situación política haya afectado. O lo dice para aparentar una normalidad forzada, o simplemente desconoce la realidad. Me pongo como ejemplo. Mi familia es un batiburrillo de sensibilidades. Mi mujer es independentista. De política se intenta hablar poco o nada, y cuando sale el tema la vehemencia se impone a la cordura. No soy el único, y como no lo soy quiero un cambio para restañar heridas.
La solución política tiene que venir de nuestros políticos. Que hagan lo que tienen que hacer: política. Una política alejada de la tesis de vencedores y vencidos. Cierto que el independentismo ha desollado una sociedad moderna e internacional, pero si queremos volver a los viejos y añorados tiempos, hemos de recomponernos porque el cambio no es sinónimo de desaparición de los independentistas. Seguirán ahí. Por eso, reconciliación y libertad deben ser los ejes de la nueva política. Y sí, también los independentistas tienen que sumarse a esta senda. Al principio les dolerán prendas, pero, estoy convencido, que saben que es el único camino, porque reconciliación y libertad no implica renunciar.
La solución final no pasa por solucionar el conflicto con el resto de España. Pasa primero por solucionar el conflicto entre catalanes. Esas dos mitades que se han enfrentado y que han agitado, por suerte en minorías, el peor de los males: el odio. Si no queremos que el odio se manifieste en violencia, tendremos que empezar a tejer nuevas complicidades. Y esto sólo se puede hacer desde el cambio. Si siguen los independentistas al frente de la Generalitat, se cerrarán muchas puertas. Ahora toca abrir todo. Puertas y ventanas, para que entre aire fresco en una sociedad que ha incubado en los últimos años demasiados virus y bacterias. Más tiempo encerrados y ensimismados nos llevará a pillar cualquier cosa.
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