Psicología

Cuando tu estilo de vida te mata lentamente

Un psicólogo advierte del peligro de no llevar una vida mentalmente sana y nutrida

Cuando tu estilo de vida te mata lentamente
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El alimento no sólo es la comida. También alimentan la manera de pensar y los puntos de vista. Alimenta el amor, la alegría y la paz. Además alimenta la palabra y hacer lo que decimos. La integridad alimenta el alma y las relaciones con mi familia y los verdaderos amigos alimentan el corazón.

El alimento no sólo es la comida. También alimentan la manera de pensar y los puntos de vista. Alimenta el amor, la alegría y la paz. Además alimenta la palabra y hacer lo que decimos. La integridad alimenta el alma y las relaciones con mi familia y los verdaderos amigos alimentan el corazón. Antonio Galindo Galindo, experto en Asesores Emocionales, nos da las claves.Cada cosa que digo a alguien me nutre o desnutre. Me puedo dar cuenta o no, pero no sólo se asimilan y digierensustancias. También la actitud ante la vida y las decisiones que tomoa delgazan o engordan, tanto o másque lo que como. Tener salud va más allá de ingerir alimentos y abarca el equilibrio entre lo que pienso, siento, hago y digo. Salud, por lo tanto, es la consecuencia de comer bien y de tener conciencia de lo que me pasa por dentro. Esto es importante hasta el punto en que la relación que tengo conmigo puede darme vida o destruirme. Antes de mi relación con la familia, las amistades, mi mujer o mis hijos, existe una relación invisible conmigo. Y esta relación puede ser saludable o no, tanto como las relaciones que tengo con quienes me rodean. De hecho, familiares y amigos sufren o gozan el tipo de relación que mantengo conmigo.Puedo ser mi peor enemigoNadie diría de mí que puedo ser el mejor aliado de la vida que llevo o su más férreo boicoteado. Mira... hoy he dormido mal, el hígado no me ha dejado en paz, llego tarde a trabajar, así que no desayuno y salgo corriendo sin despedirme de mi mujer ni de mi hijo porque hay atasco. Tras la tensión del coche, tomo un café rápido. En cinco minutos más estoy en mi mesa de trabajo con ardor de estómago pero atiendo a un cliente que grita. Como el dolor de cabeza aumenta tomo un ibuprofeno y luego devoro un croissant. A media mañana me doy cuenta de que no he bebido nada así que voy al bar y tomo una cerveza con un colega que critica al jefe. Le oigo sin escuchar y luego hago, con desgana, una visita rápida a otro cliente. La tarde transcurre con el deseo de que esto termine lo antes posible y, al atardecer, veo televisión, le digo al hijo que se calle y como pizza con palomitas mientras mi mujer ya está en la cama.Aunque resulte exagerado el caso, mantener este ritmo de lunes a viernes es muy usual. También lo es mantener relaciones que no quiero por temor a estar solo o dilatar en el tiempo hacer lo mejor porque mi matrimonio no se base sólo en la apariencia sino en el amor. Estas situaciones delatan un mismo aspecto de la relación conmigo: la baja conciencia de lo que es congruente para mi equilibrio interior. Sin darme cuenta, ante la ausencia de equilibrio personal, sobreviene el maltrato al cuerpo, al corazón y a la mente, además del inevitablemaltrato a quienes quiero. Entonces el alma enferma y entro en un círculo vicioso imparable. Aparecen las adicciones, que no sólo tienen que ver con sustancias sino con relaciones de las que debo prescindir pero a las que me siento atado y con decisiones que no tomo que alargan la agonía de la falta de bienestar. Entonces vivo estando muerto y me conformo con sobrevivir y padecer la vida, en vez de hacer de ella una alabanza a la Creación.

Es común ponerme en peligro con la propia vida que llevo. Aunque está de moda a nivel psicológico hablar de relaciones tóxicas, de nada sirve alejarme de ellas si no reconozco que la toxicidad empieza dentro. No es vano sospechar que, a veces, el peor enemigo soy yo. Cuando no doy prioridad a que hay algo fundamental que se llama equilibrio, entonces es como si alguien decidiese por mí. De hecho es así. Pareciera que llevo dentro un programa, como cuando descargo una aplicación sin darme cuenta y entra un virus. Entonces funciono como autómata, respondo a una programación mental diabólica que no me representa pero no puedo evitar porque se adueña de mí. Por ejemplo:

· Puede ser que lo que elijo profesionalmente sea un cliché social, algo postizo, y descubro que me estoy forzando al trabajar en un puesto que no me realiza. La sensación es que permanezco en el trabajo a pesarmío y es la inercia quien trabaja por mí. El riesgo vital es que esta inercia puede acabar conmigo.

· También puedo forzar una relación. Algo dentro de mí se empeña en promover un encuentro o alargar una situación de tensión con la pareja o el hijo. Puedo verme en la necesidad imperiosa de sexo, de compañía o de ruido. No puedo evitarlo, no me hace bien pero no puedo dejar de buscarlo. Nuevamente es el programa mental quien decide por mí y no yo.

· Con la comida pasa lo mismo. Y con los fármacos. Eligen dentro de mí el gusto, el momento o la prisa. Me controlan sin darme cuenta la necesidad de aparentar, de comer dulces o la necesidad de que me quieran a toda costa.

Conciencia y equilibrio

El equilibrio tiene que ver con dejar de suponer que cualquier cosa me va bien. En este sentido puedo amplificar la conexión con mis valores y mis principios. Es cuestión de sensibilidad, dedicación y conciencia. Como cultivar mi jardín interior. Desarrollar el sentido profundo de lo que tiene que ver conmigo y lo que no: supongo que me va bien un café pero luego siento una punzada en el estómago. Esta sensación es la gran oportunidad para hacerme caso y practicar el autocuidado.

También supongo que he de delegar la educación de mi hijo en la escuela. Y luego me arrepiento de no estar a su lado. El arrepentimiento está ahí para que hagamos consciente la inercia y elijamos involucrarnos en el cuidado del hijo.

Supongo que mi mujer estará ahí siempre que la necesite. Pero ella no es un mueble y siento que la amo. ¿Qué me está pasando?

Que no todo le va bien al alma. Ni la comida que ingiero, ni cómo vivo cada momento. El equilibrio tiene que ver con saber qué lugares apasionan para frecuentarlos, comer lo que me nutre al tiempo que sana. Darme a conocer a través de lo que soy. Hacer lo que digo. Cumplir mis promesas. Amar lo que hago y reconocer el amor que siento por mi familia. Cuidarme y cuidar, hacerme responsable de mi salud, la salud física, emocional y mental. También es momento de plantearme trabajar en donde me realizo a la vez que me entrego.

Cuando vivo con la conciencia de lo que me da equilibrio sucede el milagro: la relación conmigo se restablece y todo cambia. Entonces veo la realidad en el sentido más amplio. Veo y no supongo. Siendo mi mejor aliado, soy el mejor aliado de todos.