Campaña electoral
Vamos a feminizarlo todo (y toda, claro)
Vamos a tener a la “portavoza” liderando la precampaña y feminizando el partido de cara a la galería
Personalmente, prefiero ver hablar a Montero que a Iglesias. Me entretiene mucho cómo se esfuerza todo el rato por utilizar un lenguaje inclusivo que, de tan forzado y artificial, no tienes muy claro en qué jardín se puede acabar metiendo la moza. Yo es que me lo paso bien con cualquier cosa y, cuando comparece, apuesto conmigo misma a ver cuántas palabras es capaz de feminizar con una “a” final y cuántas feminizables se le escaparán.
Tengo que reconocer que después de lo que dije aquí la semana pasada, en cuanto me enteré el viernes de que Pedro Sánchez comparecería a lo largo de la mañana para dar la fecha de un adelanto de las elecciones, lo primero que pensé fue en Pablo Iglesias. Y me froté las manitas. Me lo imaginé llamando rápidamente a Irene Montero por teléfono, con un niño enganchado en una pierna y otro en la cadera, para que volviera a casa sin demora. “Si sale ya y no pilla atasco, me da tiempo de preparar fetén mi declaración ante los medios”, pensaba el Iglesias que había en mi cabeza, mientras trataba de acunar niños y ponerse los pantalones al mismo tiempo. Al verme fantaseando de esa manera, me dije “amiga, hay que ver cómo es la actualidad, que vuelve a quién la toma, gavilán o paloma”. Yo es que no soy muy de refranes, pero sí soy muy de canción ligera. Así que mientras tarareaba la cancioncita de Pablo Abraira (¿A que no sabíais que era de Pablo Abraira? ¿A que no sabíais que Pablo Abraira existía?) me preparé yo misma para la arenga de Iglesias, posterior a la de Sánchez, que ya me veía venir. Qué mañana más movida me había montado yo sola, oye.
Pero no, sorpresa. Casi se me caen las palomitas al suelo cuando vi que era Irene Montero la encargada de comparecer ante los micrófonos. Cachis. Confié en que haría de telonera y tras las dos primeras canciones vendría la actuación principal. Pero no. Se quedó todo el rato, dejando claro ante la pregunta de un periodista que Iglesias agotaría su baja por paternidad, pero seguía siendo el candidato a la presidencia por Unidas Podemos. Juro que dijo “Unidas Podemos”. Y no solo una vez. Que lo dijo varias. Que yo la escuché. Unidas Podemos. Acabáramos.
A mí esta comparecencia de la número dos de Unidas o Unidos Podemos (yo ya no sé cómo se llaman) me huele un poco a intento de rentabilizar la proximidad del 8-M con la fecha de las elecciones. Me quiere parecer que ante la pérdida de votos que hasta ellos se ven venir y la imagen del partido (en general, y de Iglesias en particular) en horas bajas tras, pero no solo por, la partida de Errejón, la mejor apuesta es poner en primera línea a Montero e intentar movilizar el voto feminista. La estrategia estaría clara: espolear al potencial electorado con el miedo a la extrema derecha y movilizar a la mujer, a todas, poniendo un ratito a una de ellas al frente. Así que vamos a tener a la “portavoza” liderando la precampaña y feminizando el partido de cara a la galería. Incluyendo el nombre. La campaña no empezará hasta el 12 de abril, así que podemos tener a Irene Montero todo un mes aprovechando el previsible éxito de la huelga feminista convocada para el mes anterior y tratando de que toda esa energía no decaiga y se movilice ante las urnas. Porque, si algo es claro, es que a Unidas o Unidos Podemos o Podemas (no, en serio ¿cómo se llaman?) lo que mejor les vendría ahora mismo es un movimiento social que agite las calles. Lo mismo les da una huelga de mujeres que de jubilados, de estibadores portuarios que de camareras de piso. Con que sea vistosa es suficiente. El caso es que el pueblo se indigne, por lo que sea, y el sustito les sirva a ellos de amalgama ideológica.
Reconozco que yo, personalmente, prefiero ver hablar a Montero que a Iglesias. Me entretiene mucho cómo se esfuerza todo el rato por utilizar un lenguaje inclusivo que, de tan forzado y artificial, no tienes muy claro en qué jardín se puede acabar metiendo la moza. Yo es que me lo paso bien con cualquier cosa y, cuando comparece, apuesto conmigo misma a ver cuántas palabras es capaz de feminizar con una “a” final y cuántas feminizables se le escaparán. El otro día, sin ir más lejos, tras varios y cansinos “todos y todas”, se le escapó un “ nos dijeron a los españoles”. - ¡¡JA!!- grité yo, que casi me caigo de la butaca - ¡¿Y las españolas qué?! ¡¿Eh?! ¡¿a las españolas no nos dijeron nada?! ¡Porque si nos lo hubieran dicho, te habrías referido a españoles y españolas! ¡¿Verdad, Montero?! -. Eso le grité yo al odenador. Y si le grité todo eso (y mucho más que les ahorro porque me puse un poco reiterativa para mi gusto) fue porque entro en un bucle del que ya no puedo salir con lo del lenguaje inclusivo. Nunca sé dónde hay que parar. Me pasa como con las cervezas.
El caso es que nos espera una precampaña entretenidita y una posterior campaña de órdago. Puritito espectáculo, señores. Así que no se me relajen, que vamos a tener mucho que comentar.
Me apuesto un brazo y no lo pierdo, y aquí lo dejo por escrito, a que vamos a ser testigos de una lucha encarnizada por captar el voto feminista, que no femenino. De hecho, Dolores Delgado ya ha hecho una muy notable aportación a la causa acuñando el término “derecha trifálica”. Ministra, por Dios, me sonroja.
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