Historia
La aldea prerromana mejor conservada de Europa está en Galicia
El lugar esconde dieciséis 'pallozas' circulares que datan del Neolítico, ofreciendo una historia que comienza más de dos mil años antes de Cristo
En la década de los setenta del siglo pasado, hace apenas cincuenta años, la Serra dos Ancares fue uno de los últimos lugares de España en acceder a la electricidad.
Este rincón remoto, enclavado entre montañas y marcado por una gran dispersión poblacional, permaneció apartado del resto del mundo durante mucho tiempo, lo que dejó una huella profunda. Si bien este aislamiento pudo resultar atractivo para el turismo, es fácil imaginar que para los habitantes locales debió de ser una experiencia difícil.
Hoy en día, Os Ancares, y más allá de toda su belleza natural, alberga una joya arqueológica: el poblado prerromano de Piornedo, situado a más de 1.000 metros de altitud. Un lugar que conserva dieciséis pallozas, las tradicionales cabañas circulares con techos de paja que datan, según los expertos, del Neolítico. Es decir, su historia comienza más de dos mil años antes de Cristo.
Aunque las construcciones que hoy vemos no han sobrevivido intactas desde entonces —muchas tienen menos de dos siglos de antigüedad—, su forma y estructura se mantienen fieles a aquellas originales. Piornedo es, de este modo, una suerte de museo al aire libre que mantiene viva la esencia de una época remota.
El corazón de las montañas
El viaje hacia Piornedo es, de por sí, una experiencia cautivadora. La carretera serpentea entre las cumbres verdes y bosques densos, atravesando paisajes casi intactos. Los Ancares, una de las áreas más agrestes y aisladas del noroeste de España, han estado históricamente marcados por su difícil acceso. Ese que dificultó, incluso, la llegada de la electricidad.
En Piornedo, el tiempo parece haberse detenido. Sus dieciséis pallozas conservadas —cabañas de planta circular o elíptica, construidas en piedra y cubiertas con techos de paja de centeno— son la pieza central de este conjunto arquitectónico. Según los expertos, estas construcciones siguen el modelo habitacional que los antiguos pobladores de estas tierras utilizaban miles de años atrás, lo que convierte a Piornedo en una de las aldeas prerromanas mejor conservadas de Europa.
Las pallozas: símbolo de resistencia
A primera vista, las pallozas de Piornedo impresionan por su sencillez y su armonía. Sin embargo, tras su diseño aparentemente modesto se esconde una sofisticada adaptación al entorno natural. Las gruesas paredes protegen del frío, mientras que los techos de paja, que requieren un mantenimiento continuo, aseguran el aislamiento térmico y la resistencia a las lluvias frecuentes de la región.
Aunque algunas de estas pallozas actuales no superan los 200 años, su diseño permanece inalterado desde tiempos ancestrales. En su interior, los habitantes de estas cabañas convivían con los animales, una práctica que, además de aprovechar el calor de los cuerpos de los animales, permitía garantizar su seguridad.
El paso de los siglos no ha sido fácil para Piornedo. Como muchos pueblos de montaña, la aldea ha sufrido el éxodo rural y el envejecimiento de su población. No obstante, en las últimas décadas ha habido un esfuerzo decidido para conservar su patrimonio. El arquitecto Pedro de Llano ha sido una de las figuras clave en este proceso, dedicando años al estudio y la catalogación de las pallozas de los Ancares.
A principios de los años 80, Llano realizó un censo en el que documentó cerca de 300 pallozas distribuidas por distintos municipios de la comarca, como Baleira, Baralla, Becerreá, Cervantes, A Fonsagrada, Navia de Suarna y O Cebreiro. Aunque muchas de estas construcciones han desaparecido o se encuentran en mal estado, el esfuerzo por mantener vivas las de Piornedo ha convertido este lugar en un referente del turismo rural en Galicia.
Gracias a la declaración del poblado como Bien de Interés Cultural (BIC), se ha conseguido no solo proteger las pallozas, sino también fomentar el turismo sostenible en la zona. Cada año, miles de visitantes llegan a Piornedo para descubrir de primera mano cómo era la vida en estas montañas hace siglos y para admirar la pervivencia de un estilo de vida casi extinto.
Turismo y conservación
El turismo ha sido, sin duda, un salvavidas para la aldea. Sin embargo, la conservación del poblado presenta un desafío constante, el de la integración del turismo en un entorno tan delicado que obliga a evitar que la afluencia masiva de visitantes dañe el equilibrio que ha permitido a Piornedo llegar hasta nuestros días.
A pesar de estos retos, la aldea sigue atrayendo a viajeros de todo el mundo. Recorrer sus estrechas calles de piedra, entrar en una palloza y escuchar el crujido de las vigas de madera mientras el viento sacude el techo de paja es una experiencia única que conecta a los visitantes con un pasado remoto.
Porque Piornedo no es sólo un lugar donde se conserva el patrimonio material de los Ancares, sino que es también un punto de encuentro entre generaciones. Quienes aún residen en la aldea, junto con las iniciativas de conservación y turismo, están comprometidos en mantener viva la memoria de sus antepasados y en asegurar que las pallozas sigan siendo un símbolo de resistencia frente al paso del tiempo.
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