Gastronomía

Este espectacular asador de Galicia es el segundo mejor nuevo restaurante de Europa

Conquista a la crítica internacional con una propuesta basada en brasas, producto gallego y memoria familiar

Chuleta de vaca rubia.
Chuleta de vaca rubia. O Pazo

Hay lugares donde el fuego no sólo cocina, sino que cuenta historias. Donde cada chispa revive la memoria y cada plato susurra lo que durante generaciones fue transmitido al calor de la lumbre.

Uno de esos lugares está en Galicia, entre montes y ríos, en un pedacito de tierra en el que se funden el mar y la brasa envolviéndolo todo. Se llama O Pazo, y este año ha sido reconocido como el segundo mejor nuevo restaurante de Europa en el prestigioso ranking de la guía gastronómica Opinionated About Dining (OAD).

El restaurante, situado en un valle de Padrón (A Coruña), comparte protagonismo con los espacios más innovadores del continente gracias a una propuesta que no necesita fuegos artificiales, sino brasas.

En este espacio dirigido por los hermanos Manuel y Óscar Vidal, la cocina gallega se reinterpreta desde la esencia, la cercanía y el respeto absoluto hacia el producto. Según la guía dirigida por el crítico estadounidense Steven Plotnicki, O Pazo se sitúa en lo más alto de la gastronomía emergente de Europa gracias a su autenticidad, sensibilidad y excelencia.

Las brasas y el producto

Fundado en el año 2000 como un asador clásico anexo al Hotel Scala, negocio familiar de los Vidal, el restaurante ha sabido evolucionar sin renunciar a sus raíces.

Desde que Óscar Vidal tomó las riendas de la cocina en 2010, la propuesta se ha ido refinando sin perder su alma. La técnica de la brasa, cultivada de forma autodidacta y convertida en seña de identidad, es el eje de una carta que cambia con el mercado y la temporada, pero que mantiene siempre la misma filosofía: intervención mínima y respeto hacia el producto.

Choco.
Choco. O Pazo

Así, en sus parrillas se cocinan chocos de Rianxo, lamprea del Ulla, percebes de Aguiño, o carne de vaca rubia gallega de Bandeira, siempre seleccionada con precisión y temple.

Muchos de los ingredientes que llegan al plato proceden de su propia huerta, donde cultivan hortalizas como el guisante lágrima o tomates de variedad local. Y en el plato, las brasas no son un recurso: son un lenguaje.

El menú degustación‘Rescaldo’ (190 €), cuyo nombre remite a las brasas que aún arden bajo la ceniza, resume la experiencia con 15 propuestas que alternan el mar y la tierra, el humo y la ternura: berberechos, centollo, carnes curadas, verduras asadas, pescados madurados, y postres que hablan de la tierra, como la Tarta de Padrón o la manzana Tabardilla.

Óscar Vidal.
Óscar Vidal. O Pazo

Una sala que mira al monte

El restaurante se levanta a los pies del monte Santiaguiño, al que homenajea con su nueva sala, de líneas sobrias y materiales que evocan la brasa: ceniza, negro, madera. Desde aquí, se observa el monte donde cada año se celebra una romería popular en la que se bebe vino y se hacen asados.

Esa celebración popular ha sido trasladada al lenguaje de alta cocina, con respeto, sin estridencias, y con una ejecución que ha enamorado a guías como Michelin, que le otorgó una estrella en 2022, o Repsol, que lo distinguió con dos Soles en apenas tres años.

El viaje culinario se completa con una bodega excepcional, dirigida por la sumiller Almudena Feal, que custodia más de 1.000 referencias: desde las cinco denominaciones de origen gallegas hasta selectos vinos franceses, alemanes, portugueses o estadounidenses. En sala, Manuel Vidal garantiza una atención que acompaña sin invadir y eleva la experiencia.

Salón Santiaguiño.
Salón Santiaguiño. O Pazo

Una idea poderosa

Con este nuevo reconocimiento internacional, O Pazo se consolida como referente gastronómico gallego y proyecta una idea poderosa: que el futuro de la cocina puede que se encuentre en las raíces, en lo básico. En una brasa que no busca espectáculo, sino potenciar el alma del producto.

Bajo este prisma, los hermanos Vidal alimentan un fuego que cada día prende con más fuerza. Y así, desde su pequeño valle en Padrón, demuestran que no es necesario gritar para hacerse oír: basta con cocinar a su manera.