
Historia
El pueblo de Galicia que aglutina lápidas sin nombre
Esculpido entre la piedra y el mar esconde un peculiar museo y siglos de memoria gremial, leyendas y vida marinera

En la villa marinera de Noia (A Coruña), las piedras susurran historias. Al fondo de la ría, entre brumas salinas y montes verdes, esta “pequeña Compostela” gallega despliega un casco viejo medieval y un misterio único: un museo repleto de lápidas centenarias sin nombre ni fecha. Basta adentrarse en el antiguo cementerio de la iglesia de Santa María A Nova para sentir cómo el pasado cobra vida en silencio, a través de símbolos tallados en la piedra. Noia enamora con una mezcla de historia, mar y tradición que se palpa en sus calles, en sus sabores marineros y en las leyendas que la envuelven.
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En el corazón del casco histórico se alza la iglesia gótica de Santa María A Nova (siglo XIV), construida sobre un antiguo camposanto medieval. Este templo, hoy convertido en museo, guarda más de quinientas laudas sepulcrales que datan del siglo XIV al XIX. Se trata de un conjunto único en Europa, declarado Monumento Histórico-Artístico en 1973, y uno de los espacios museísticos más singulares de Galicia.
Muchas de estas lápidas son laudas gremiales: losas grabadas con herramientas y símbolos que identificaban el oficio del difunto. Así, unas tijeras esculpidas hablan de un sastre; un ancla, de un marinero; un mazo y un cincel, de un cantero. La ausencia de nombre y fecha no es olvido: en una comunidad gremial, el símbolo contaba más que la inscripción.
Según la leyenda, la tierra de este cementerio fue traída desde Tierra Santa por marineros y cruzados noieses en peregrinación. Quizás por eso Santa María A Nova se concibió como un camposanto sagrado, donde las tumbas se cubrían con estas laudas que hoy intrigan al visitante.

El recinto está presidido por cruceiros: al norte, el Cristo do Humilladoiro, del siglo XVI, bajo templete; al sur, otro similar. En el interior de la iglesia, de una sola nave, destacan un retablo barroco policromado del XVIII y varios sarcófagos medievales, pero las protagonistas son las lápidas. Herramientas, escudos, figuras humanas... Cada signo dibuja el retrato de un antiguo noiés y revela el dinamismo gremial de la villa. Este museo al aire libre invita a recorrer siglos de historia local. No en vano su colección está considerada la más importante del mundo en su género.
Historia y leyenda
La historia de Noia se entreteje con la de Santiago de Compostela. Fue el rey Fernando II quien en 1168 fundó aquí la villa de “Totum Bonum”, concediéndole fuero y el título de Puerto del Apóstol (Portus Apostoli).
En la Edad Media, su puerto floreció al amparo de las rutas de peregrinación: barcos llegaban con mercancías y peregrinos que buscaban el camino hacia la tumba del Apóstol Santiago. Así, Noia se convirtió en una extensión marítima del Camino. Hoy, muchos evocan esa ruta al recorrer el Camino por la Ría de Muros-Noia, un trazado jacobeo no oficial que aspira a ser reconocido.
La villa mira aún más atrás mediante el mito. Una leyenda fundacional cuenta que Noia fue establecida por Noela, nieta de Noé, tras el Diluvio Universal. De ahí su nombre. Realidad y mito confluyen en la identidad noiés.
El casco urbano fue declarado Conjunto Histórico-Artístico en 1985. El intelectual Otero Pedrayo la llamó “la pequeña Compostela”, por la grandeza de sus monumentos. Pasear por sus calles es, salvando distancias, recorrer una Compostela en miniatura.
Calles medievales entre arcadas y piedra
El casco antiguo, junto al mar, conserva el encanto sereno de una villa que prosperó con el océano. Sus calles empedradas y plazas sombreadas por soportales hablan de un pasado próspero.
Noia se caracteriza por sus casas de piedra de estilo gótico y numerosos arcos que visten su centro. Perderse por sus rúas permite descubrir casas señoriales, fuentes y rincones llenos de historia. En el centro destaca la Iglesia de San Martiño, templo gótico marinero del siglo XV que preside la Praza do Tapal con su rosetón y torre. A su lado, casas abovedadas completan una estampa medieval.
Caminar por la Rua do Curro o la Alameda es pasear por siglos de historia: los soportales que resguardaban a mercaderes y marineros hoy acogen tabernas y comercios. En cada esquina, un blasón borrado o un arco ojival recuerdan lo que fue. Este trazado se engalana cada julio, cuando la Feria Medieval de Noia transforma la villa. Durante un fin de semana, las calles se llenan de puestos, juglares, damas y caballeros. El casco histórico se convierte en un escenario viviente de historia local.
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