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La desaparición voluntaria de Carlos Lozano

El que fuera el presentador estrella del panorama televisivo español, y luego rey de los “realities”, lleva tres meses alejado de los platós. Y sabemos por qué

Carlos Lozano
Carlos Lozanolarazon

Su desaparición mediática ha sido por propia convicción. Carlos Lozano cambia de vida en aras de la tranquilidad. No aparece en televisión desde hace casi tres meses, su teléfono no atiende llamadas y sus ojos solamente desprenden brillantez cuando está con su hija Luna o sus familiares más íntimos.

Su situación económica es muy boyante, ha sabido ahorrar e invertir sabiamente. Además, por fin, y tres años después de ponerlo en el mercado, consiguió vender por algo menos del millón de euros su lujosos chalet de Navacerrada. Y, como decíamos antes, es un inversor experimentado, y ha empleado ese dinero en comprarse dos amplios pisos en Madrid, exactamente, en los exclusivos barrios de Salamanca y Retiro.

Que se sepa, no tiene una nueva novia. Con las dos anteriores, Miriam Saavedra y Mónica Hoyos (la madre de su única hija), apenas tiene relación. Con Miriam acabó mal y con la otra prima el respeto mutuo por el bien de su niña. Hace unos meses, un amigo común me dio a entender que el presentador podría tener una nueva ilusión con una chica que se mueve en el mundo de la producción televisiva, pero a día de hoy, y si esa confidencia fuera cierta, no se ha visto a Lozano con una nueva pareja.

Se toma las cosas con calma, disfruta de salidas nocturnas con amigos, hace una vida sana con buenos hábitos alimenticios, largos paseos con sus perros y ejercicio. Dicen que le gustaría conducir otro concurso en el 2020 y que se enfada cuando lee que está “acabado”, porque piensa, y este es su convencimiento, que le quedan muchas cosas por hacer en el complicado mundo audiovisual. Pero ha tenido una vida tan intensa que necesitaba parar una temporada para que la serenidad y el sosiego reconduzcan su camino hacia metas más recomendables que el desagradable enfrentamiento con sus ex en los platós. Unos episodios que, en el fondo, le encantaría borrar de su pasado.