Casas reales
La cuarentena de Isabel II
La Reina permanece aislada junto al Duque de Edimburgo en Windsor. Ambos, por su edad, son grupo de riesgo ante el coronavirus. Su secretario de salud ha dado positivo, y su hijo Carlos, también
El día 22, el primer ministro Boris Johnson imponía la cuarentena a todos los ingleses. Unos días más tarde, él mismo anunciaba que había dado positivo. Una mujer de 93 años con una guerra mundial y un desmembramiento del Imperio y de la familia a sus espaldas, se pasaba por el regio armiño sus recomendaciones y decidía rechazar la idea de inmunizarse en grupo que proponía Johnson. Días antes había emitido un comunicado en el que anunciaba que tanto ella como el duque de Edimburgo se trasladaban a Windsor, su palacio favorito. Isabel optaba por hacer un Brexit regio y seguir las recomendaciones de Europa en vez de las de su primer ministro. Dicen en la corte inglesa que la monarca se ha aislado con un servicio mínimo de apenas ocho empleados, de los cuales, ya uno de ellos, el secretario de Salud, ha dado positivo en coronavirus. También su hijo, el príncipe Carlos, con el que estuvo por última vez hace apenas trece días.
Durante este tiempo de aislamiento obligado, Isabel II ha hecho un curso para aprender a hablar en videoconferencia y seguir despachando temas de Estado. Los ingleses aman a sus monarcas y sus gestos. En estos momentos se recuerda la famosa anécdota, durante la Segunda Guerra Mundial, cuando el gobierno le sugiere a Isabel, posteriormente reconvertida en la reina madre, que envíe a las dos princesas, Isabel y Margarita, a Canadá para ponerlas a salvo, pero ella contestó: «Las niñas no quieren irse sin mí, yo no quiero dejar al rey y el rey no quiere ir». Eso la puso en un pedestal. Ahora, a sus 93 años, Isabel se confina en Windsor con su esposo de 98 y lo hace, no porque sea incapaz de dar muestras de su orgullo y resilencia, que los tiene intactos, sino porque el maldito virus se ceba con los ancianos. Ella, que ha sobrevivido a una tantas contiendas, a varias plagas, al desmembramiento de su imperio y de su familia y al espíritu de Diana de Gales, no tiene armas para combatir al Covid-19, un virus que no es monárquico porque no sabe de clases sociales. Llegados a este punto, por fin, parecía que se quedaba al mando su primogénito, el príncipe de Gales, que, superando con creces la edad de jubilación, 71 años, y confinado en el castillo de Balmoral en Escocia, a raíz del aislamiento materno, le tocaba avanzar hasta la primera línea. Tantos años esperando el relevo y solo ha podido ejercer un par de días al contraer el virus, perdiendo de nuevo la oportunidad de acercarse al pueblo inglés. El «Trooping The Colour», ese magnífico desfile por el centro de Londres con todo el oropel del Imperio, su 75 aniversario en el trono, las fiestas benéficas en el jardín de Buckigham, la visita de los emperadores de Japón a Londres o incluso la boda de su nieta Beatriz de York, ya se verá qué se hace con todo ello porque, de momento, lo importante es vencer a la pandemia. Y también lidiar con el nuevo reto al que se tiene que enfrentar la reina y el resto de monarcas ancianos, entre los que se encuentran Harald de Noruega (83 años), Margarita de Dinamarca(79), Carlos de Suecia (73) y Juan Adan de Liechtenstein (75), que ahora están más confinados que nunca en sus palacios y que tienen que inventar una nueva vía que les acerque a sus pueblos porque saben que esa es la primera premisa de las monarquías en momentos de crisis, cuando los monarcas se ponen al frente de una imaginaria línea de fuego. Y la del coronavirus lo es.
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