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Las vacaciones pre-covid de Juan Avellaneda
El diseñador confiesa que el confinamiento le ha venido muy bien para hacer algo a lo que no está acostumbrado: parar y reflexionar
“El año en que quise perderme en las Maldivas”
Juan Avellaneda (Barcelona, 1982) reconoce que el confinamiento obligado le ha venido muy bien para hacer algo a lo que no está acostumbrado: parar y reflexionar. El diseñador nos confiesa que está inmerso y muy ilusionado con un proyecto en televisión que aún no puede desvelar pero que pronto saldrá a la luz y además por reinventarse en el mundo de la moda, uno de los grandes afectados por la pandemia. «Estos meses atrás he reflexionado y visto que la moda, a parte de hacerte soñar, también te enseña los dientes. Y ocurre lo inesperado, como ahora, y te obliga a reinventarte. Ahora lo que necesitamos son piezas ponibles y versátiles, que combinen con todo, que sean atemporales. Ya no tienen sentido las colecciones. He decidido vivir día a día y no planificar a largo plazo, que era lo que yo solía hacer. Es mucho menos presión.También estoy desarrollando una marca de joyas y una colección de vajillas y de tejidos. Me apetece tomarme el tiempo creativo que necesito. Y además me he vuelto un instagramer –se ríe– porque no he parado de compartir trucos de recetas, de ordenar, de reciclaje en el hogar y que me servía para entretener a mis seguidores». Este año, el ex concursante de «MasterChef Celebrity» se plantea, como la gran mayoría de los españoles, unas vacaciones distintas. «Toca veranear a la antigua. Antes solíamos ir a Ibiza para navegar, y este año la idea es ir unas semanas a la Costa Brava y otra a Habanedas. Me apetece estar cerca de casa. Es lo que me pide el cuerpo y lo que vamos a hacer. Toca desconexión sin alejarse demasiado», confiesa consciente de que tampoco hay mucha más opción teniendo en cuenta la situación de incertidumbre creada con los rebrotes del Covid-19 en toda España. Ante esta perspectiva, que no es mala, pero sí distinta, el modisto echa la vista atrás y no duda en reconocer que el mejor verano de su vida fue cuando viajó a Maldivas. «Era un sitio que me parecía muy chulo pero al que acudía con un poco de miedo por aislarme en una isla tan pequeña y estar desconectado. Pero una vez allí, me habría quedado un mes. Me encantó», afirma con entusiasmo. «Fui con mi pareja y llevábamos una rutina muy sana. Nos sirvió para conectarnos mucho más y también para poder conectar con uno mismo», añade. «Me levantaba todos los días a las seis de la mañana y me iba a hacer yoga y después a meditar. Después del desayuno hacíamos alguna actividad o simplemente nos dedicábamos a relajarnos».
El niño hiperactivo
«Yo siempre he sido un poco hiperactivo y muchas veces tengo la sensación de que si no estoy haciendo algo pierdo el tiempo. Recuerdo que siendo un niño me levantaba a las cuatro o cinco de la mañana y me preguntaba: ‘‘¿Qué puedo hacer?‘‘. Pues dormir, pero me costaba muchísimo. Y el viaje a Maldivas me sirvió especialmente para parar, reflexionar y ver hacia dónde quería seguir caminando. En la rutina diaria llevamos una dinámica que no nos permite detenernos y estos momentos son buenos para eso. Luego a nivel cromático, Maldivas es la bomba. Fue un viaje tan estético, de conexión total con la naturaleza, que sin dudarlo dos veces volvería mañana», señala. Pero parece que el Covid no nos va a dejar por el momento.
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