Polémica

El “príncipe africano” busca “sirenas” para hacer vudú

Se ha hecho famoso por celebrar en Madrid fiestas Vip sin protección. Busca «sirenas reales» a través de su web para un instituto creado por El Oráculo, un afamado adivino de su país. ¿Las ha encontrado?

Principe africano
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Es la trampa del exotismo. De haber sido un tal Martínez que organiza saraos en la azotea de su casa de Villarriba, no habría merecido más atención que la repulsa de los vecinos de Villabajo y minuto y medio de telediario. Pero tratándose de quien se hace llamar príncipe Randy, el asunto exige tratamiento casi celestial. Este nuevo dios de ébano se columpia hoy entre la popularidad mediática y la actitud desafiante de quien sabe cómo burlarse de todo y de todos.

El insólito interés que ha despertado Randy Koussou Alam-Sogan, después de organizar tumultuosas fiestas en un chalet de Aravaca, nos ha permitido saber algo más de él. Es multimillonario y desciende de una larga dinastía tribal de Benín (África). Reside en Londres, sale con la modelo argentina Sonia Sol Lemos y con ella acaba de estrenarse como padre. Preside Black Lion Rising Investments, una firma dedicada a la inyección de capitales y desarrollo de infraestructuras en diferentes áreas. Lo insólito es que este hombre, incansable cazador de oportunidades de inversión y lazos culturales, comerciales y sociales, está en España en busca de «sirenas reales» para suInstituto Queen of the Waters. Adelantándose a las ampollas que pueda levantar su propósito, aclara que en su cultura africana las sirenas tienen un simbolismo mágico. Aún no ha desvelado si ha encontrado alguna entre las mujeres que aparecen en los vídeos agasajándole con la danza del perreo.

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Exotismo erótico

Su popularidad inquieta aún más al saber que dicho instituto es un organismo creado, según su página web y sus redes sociales, por El Oráculo, un afamado adivino africano. En alguna de sus imágenes, el príncipe aparece caracterizado como el dios Poseidón rodeado de mujeres con cola de sirena. Su exotismo erótico nos traslada hasta su país natal, Benín, antiguo reino de Dahomey y cuna del vudú. Su linaje le eleva a heredero de un trono imaginario en medio de una república consolidada y consigue recibimiento de honores allá por donde pisa. Aunque se caracteriza por la profusión de deidades, la brujería y las tradiciones espirituales siguen muy presentes entre sus gentes, a veces como respuesta pragmática a su miseria.

Es una región desconocida, con playas desiertas rodeadas de cocoteros y un mosaico de culturas que viven en paz. El pasado y sus leyendas tienen una marcada presencia. Alrededor del 20% practica el culto vudú, si bien gran parte de la población no lo reconoce abiertamente, puesto que sus planteamientos chocan con el contexto actual de apertura y genera debates muy profundos. Esta religión se ha convertido en un buen reclamo turístico y en algunas aldeas se puede asistir a sus ancestrales ritos, a pesar de que algunas de sus prácticas suponen una evidente regresión y un vehículo de transmisión de enfermedades. Su componente mágico va más allá del muñeco pinchado con alfileres que nos llega a Occidente.

Los antiguos palacios de Abomey, antigua capital del reino de Dahomey, que debieron de pertenecer a los antepasados del príncipe Randy, conservan vestigios de esta cultura atávica en la que el vudú se mantiene como parte de su patrimonio. Algo así como un símbolo de resistencia. La aparición estelar en nuestras televisiones de este buscador de sirenas es tan extraña como la presencia en estos parajes de personajes que dicen ser descendientes de estirpes divinas. Es el caso de Dagbo Hounon Tomadjlehoukpon II, un hombre cuyo linaje vino del mar, a pesar de que no luce más tiara que un gorro de paja y se conforma como pago a sus oráculos con una botella de alcohol. En este contexto hay que situar el imposible trono del príncipe fiestero de Aravaca.

Randy de Benín, más conocido como "el príncipe africano"
Randy de Benín, más conocido como "el príncipe africano"Twitter

A pesar de su flamante imagen de hombre actual, arrastra consigo la marca de una cultura en la que está muy presente esa simbología mágica y también el arquetipo de una figura femenina seductora que atrae y confunde. Lo encontramos al rastrear su linaje y también en la iconografía de sus redes: serpientes, brujas, musas, sirenas… Es la «femme fatale» que tanta literatura ha inspirado en Occidente o una suerte de Carmen de Mérimée, el exuberante personaje de Raymond Chandler. O puede tal vez que sea la versión renovada del joven Pygmalión, el artista que se obsesionó con la escultura perfecta, la figura capaz de encarnar las cualidades que él deseaba en toda mujer.

Hasta ahora, el «príncipe» solo ha anunciado que anda en busca de esas criaturas marinas mitológicas que con su canto mágico atraían a los marineros hacia la escollera, donde los barcos se rompían en mil pedazos, y no muestra empacho en señalar a la periodista que le entrevista como una sirena en potencia. Falta por saber qué tipo de sortilegio emplearía para transformarla en híbrido con torso de mujer y cola de pez. La indignación que están despertando sus fiestas recurrentes en Madrid ha permitido dar con el distintivo exótico que faltaba en este sainete pandémico y la vuelta de tuerca a la insensatez de sus invitados.