Amos de casa
Susana Díaz, en familia: la grata vida en paro de los Moriche
La vida política de Susana Díaz, en plena batalla, es muy distinta a la familiar. Si una es un campo de minas, la otra es un pantano sin riesgo. Pieza clave en esa «pax» doméstica es su marido, José María Moriche
La vida política de la candidata Susana Díaz es opuesta a la de la señora Moriche. Si una es un campo de minas en la que no está claro quién la explotará mañana en su tortuoso camino a las primarias del PSOE andaluz, la otra es un pantano sin riesgo de trasvases. Aquí la burbuja de nivelar superficies que tanto usaba el padre y el abuelo de la socialista andaluza cuando eran fontaneros, siempre está en el medio. Una cálida mezcla entre paz y tedio, desde donde la expresidenta de la Junta de Andalucía extrae su función clorofílica diaria para enfrentarse a los que ya no la ven como una opción en su propia tierra. En casa de los Moriche-Díaz todo es distinto. Aquí priman las rutinas en las que fagocitan a cada nuevo miembro de la familia. Siguen viviendo en la casa adosada de tres plantas en una calle llena de naranjos y cerca de la iglesia de San Gonzalo, en Triana. Un hogar en el que ahora hay dos niños.
A sus 45 años, la política andaluza dio a luz una niña, Rocío. En septiembre de 2019 anunció en las redes sociales la buena nueva. El 30 de julio de 2015 había nacido su primogénito, José María, que toma el nombre de su marido, un hombre volcado al cien por cien con la familia. Su esposo es un chico de barrio, sencillo, le gusta el fútbol, leer, Alejandro Sanz, el Rocío, Triana, tapear y cacharrear con una thermomix que pagó en pesetas. El padre de los hijos de Susana Díaz es además costalero desde hace años de la Hermandad de la Esperanza de Triana. Religioso y socialista, un cóctel que siempre ha funcionado en provincias para los del PSOE encabezados por el castellano manchego José Bono. Todo con sus amigos de siempre, una fórmula que en política les está fallando a la pareja. Y lo cierto es que no es difícil verles en grupo de cañas por la plaza del Altozano o El Salvador. Moriche y Díaz empezaron a salir en 2001 y les unió su pasión por el fútbol. Iban siempre juntos al Benito Villamarín a animar a su equipo, El Betis. Se casaron al año y medio de conocerse.
Tres años en paro
Profesionalmente, Moriche tiene una carrera más discreta que la de su esposa. Es administrativo (estudió Formación Profesional) y arrancó su vida laboral en una cadena de ortopedias en Sevilla. Intentó en vano convertirse en funcionario. Moriche lleva casi tres años en paro, pues la empresa donde trabajaba, la cadena de librerías Beta, como controller informático hizo un ERE en 2017. La compañía echó a 46 trabajadores, entre los que se encontraba el marido de Susana Díaz. Moriche tiene una buenísima relación con su cuñada (Susana tiene otras dos hermanas), que ayuda en las labores de limpieza en su casa, y con su suegra, siempre lista a cruzar la acera y ayudar a los Moriche-Díaz. A día de hoy el marido de Susana Díaz sigue en búsqueda activa de empleo, como alguna de sus hermanas. Algo que enerva a la candidata, porque considera a su esposo «tieso», pero «muy capaz y trabajador», pero que por otro lado le asegura la «pax» doméstica. Atrás queda la tortuosa época en la que sus entradas y salidas del mercado laboral llenaban titulares. Hablamos de 2019 cuando se produjo la imputación de la cúpula histórica de UGT Andalucía por fraude de cerca de 41 millones de euros que salpicaba de forma indirecta a Susana Díaz y, sobre todo, a José María Moriche, su esposo. Este cobró su sueldo mientras trabajó en un organismo dependiente del sindicato, el Instituto de Formación y Estudios Sociales (IFES) gracias a unas subvenciones que se desviaron de su destino.
Aunque a Pedro Sánchez le cueste reconocerlo, al presidente del Gobierno de la nación le unen más que desunen algunas características con la líder andaluza. Y en esto de parejas, van a la par. Ambos tienen siempre problemas con las ocupaciones de sus cónyuges. Pero mientras Susana va de frente y comparece para decirle al Parlamento y al que se tercie que su marido va para parado de larga duración, que cuando cobraba era mileurista y que sus estudios no superan la FP, Sánchez carece de esa franqueza. Lo que ha ocasionado que Begoña Gómez haya tenido que enfrentarse sola a bulos sobre su formación universitaria o a su supuesta exclusión de la actividad docente que ejerce en la Universidad Complutense de Madrid. Moriche no tiene empleo y tampoco visos de conseguirlo, pero trabaja sin sueldo en un discreto e imprescindible segundo plano. Cual Denis Thatcher no tiene reparos en abrir la puerta de una interminable reunión para comentar que el besugo se seca o que los niños quieren dar un beso a su madre. En paro sí, pero no desocupado.
✕
Accede a tu cuenta para comentar