Orgullo 2021

Eva Díaz: “Se puede ser mujer trans y alta ejecutiva, es un requerimiento estratégico para cualquier compañía”

Esta directiva de una empresa tecnológica, detalla a LA RAZÓN su lucha para romper el tabú que liga la transexualidad con la prostitución, la droga y el paro

Esta directiva de una empresa tecnológica, detalla a LA RAZÓN su lucha para romper el tabú que liga la transexualidad con la prostitución, la droga y el paro.
Esta directiva de una empresa tecnológica, detalla a LA RAZÓN su lucha para romper el tabú que liga la transexualidad con la prostitución, la droga y el paro.Jesús G. FeriaLa Razón

En 2018 cuando la que escribe entrevistó a Eva Díez, mujer trans y directiva en el mundo tecnológico, no dejaba de repetir como un mantra que ser transexual no implicaba ser prostituta o «drag queen». Que «La Veneno» no era un referente para ella. Transcionó en la cincuentena y deja atrás un complejo pasado como exitoso hombre de negocios y se negaba a renunciar. Sus dos hijos y su trabajo seguían siendo sus prioridades. La entonces directora ejecutiva de Exaccta Soluciones no lo dudaba: «Tengo ahora mucha más proyección personal profesional que cuando era hombre». Hoy tres años después, el tiempo la ha dado la razón. Este Orgullo 2021 hace ya cuatro años en los que unos antiguos compañeros de trabajo, que la habían conocido como varón le dijera eso de: «Te contratamos por tu cabeza, no por tu sexo». Pesó entonces en la selección de la que resultó victoriosa su condición de ex-Accenture, ex-Deloitte y ex-KPMG, consultoras de primer nivel. Eva Díez es hoy un consolidado referente nacional en el mundo trans y la empresa. Es CEO de Appogeo, una compañía de referencia en transformación digital y lucha por ser un referente en materia de diversidad y empresa. Es fundadora de Shaping New Humans y, actualmente, embajadora de Female Foward, de la Fundación Friedrich Naumann, con quien crea proyectos para derribar las barreras que impiden que las mujeres lleguen a puestos de decisión en este sector.

Ante qué hacer para que la empresa no sea un armario, no titubea. «No hay fórmulas mágicas. Al final es concienciar. Creo que lo más importante es conseguir que el comité ejecutivo se comprometa de forma activa con la diversidad; quiero decir no solo de “boquilla” o con frases bonitas, sino dotando de recursos y capacidades para defender la diversidad, comprometiéndose públicamente y defendiendo el respeto a la diversidad». E incide: «Otro elemento importante es explicar qué es esa diversidad; con referentes válidos para todos los empleados de forma que poco a poco se extienda un mensaje sencillo pero complejo de asumir: respetar y aceptar la diversidad de todos es aceptarnos y respetarnos todos como personas. Y trasladar algo que no estoy segura de que se esté haciendo adecuadamente: cuando desde la empresa se defiende la diversidad no es solo por defender a un “grupo específico” de personas: es porque la empresa está comprometida con las personas y el talento de todos y el trabajo en ese entorno de respeto es un beneficio para todos, por supuesto, ser conscientes desde la dirección que en una época de disrupción digital, donde la clave de la competitividad es el talento, defender la diversidad no es una moda es un requerimiento estratégico», zanja.

Quizás ella no lo perciba, pero la mujer que hoy se desenvuelve segura ante la cámara de LA RAZÓN es quince veces más fuerte (y empoderada) que la que se plantó en 2018 en el torno de entrada de la Torre Picasso, en el corazón financiero de Madrid. La última vez que había tomado ese ascensor lo había hecho como hombre. Esa vez llevaba salones, falda e iba perfectamente maquillada, sin estridencias. Subir en el ascensor a la última planta para hacer las fotos en el helipuerto del edificio era un triunfo. Hoy no necesita subir a la planta más alta del edificio, la altura la lleva dentro. Habla con la seguridad de quien sabe lo complejo que lo tiene una mujer para llegar a ser directiva de una empresa en España. Pero además, de quien sabe lo difícil que lo tiene una mujer transexual para conseguir un trabajo. «Soy una privilegiada pero cuando haces una transición a mujer tienes que entender que el mundo es distinto a como tú lo percibes como hombre y efectivamente hay una especie de degradación. Y si además eres transexual, hay una segunda degradación porque la sociedad nos sigue viendo como un bicho raro».

Lo peor del proceso

«Hubo un tiempo en que me arrepentía de muchas decisiones del pasado, especialmente haber retrasado tanto la transición. Hoy estoy “reconciliada” con mi vida y lo que hice y viví, incluidos los errores que me han servido de aprendizaje. Creo que no cambiaría nada de mi pasado. Incluso la decisión tardía de la transición, que me ha “robado” años como mujer, ha permitido que mis hijos lo vivieran en una edad en la que ya podían entender un poco mejor todo. Y eso lo justifica todo. Quizás yo perdí, pero ellos ganaron. Quería ser mujer, sí; pero no a cualquier precio. Quería serlo sin dejar atrás a mis dos hijos, sin dejar atrás mis ambiciones profesionales ni intelectuales, sin renunciar a lo que yo quería ser», se sincera.

Eva no se siente representada en los desfiles del Día del Orgullo. «Tener un día así es maravilloso, pero el desfile, en mi caso, es estigmatizante. Soy una mujer transexual y no quiero salir en ropa interior en una carroza por las calles de mi ciudad», recalca. «La diversidad en la empresa debe ir más allá del grupo LGTB; debe ser una diversidad transversal que incluya temas de edad, raza, nacionalidad, discapacidad y, al final, se convierta la diversidad en la defensa de cada individuo tal y como es, porque en el fondo todos tenemos nuestro rango de diversidad aunque nos “ocultemos” en colectivos homogéneos», zanja una mujer orgullosa de haber ganado el respeto y la consideración social y profesional.